Programar o desprogramar, esa es la cuestión

I.L.H.
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El sector cultural lamenta la «improvisación constante» que les obliga a cambiar o aplazar eventos. El adelanto horario les mantiene en la cuerda floja

Los Van Golem suelen programar la primera sesión, lo que les ha llevado a cerrar martes, miércoles y jueves. - Foto: Luis López Araico

No por esperado se ha encajado bien la postura de la Junta que, una vez que el Supremo ha suspendido el toque de queda a las ocho de la tarde, ha decidido adelantar el cierre de la actividad cultural a esa misma hora. El sector lleva meses aplazando eventos, cambiando horarios o recolocando el calendario en una agenda de la que el espectador anda ya tan perdido como los propios programadores. «Cada vez que modificamos el horario de un espectáculo tenemos que dar la opción de devolver las entradas, porque puede ser que la nueva propuesta no encaje. Y es un follón enorme», señala Ignacio González, coordinador cultural del Instituto Municipal de Cultura. «El otro día me decía un compañero de otra entidad que últimamente no se dedica a programar cultura, sino a desprogramarla», añade.

El cese de la actividad cultural a las ocho de la tarde no permite en muchos casos la conciliación del ocio con el trabajo o con el resto de obligaciones. Los cines Van Golem, por ejemplo, solo pueden programar la primera sesión y eso les ha llevado a cerrar las salas de la avenida Arlanzón los martes, miércoles y jueves ante la escasez de público: «No lo llevamos bien. Estamos perdiendo dinero y no sé cuánto podremos aguantar», apunta Alicia Alonso mientras reconoce que la gente es consciente de que hay que consumir en la hostelería para apoyarla, pero «pocos se acuerdan de acudir al cine por la misma razón».

La quemazón que hay en el sector es contagiosa. Están cansados «de la improvisación constante», de tener que decidir día a día cómo gestionan todo tipo de programaciones, desde los horarios de las visitas guiadas a una exposición a un concierto. «Llueve sobre mojado. Se habla de la cultura como un bien esencial, pero a la hora de la verdad no se defiende que lo sea y actúan sin creérselo», afirma Óscar Martínez, de la Fundación Caja de Burgos (...).

(Más información, en la edición impresa de Diario de Burgos de este miércoles)