Durante seis meses, el Centro Penitenciario de Burgos había conseguido que el coronavirus pasara de largo. Allá por el mes de marzo, cuando las cosas se ponían feas por el norte de España y al haber numerosos internos del País Vasco, la dirección solicitó suspender las visitas y permisos. Reaccionó un poco antes que el resto y, probablemente, fue clave para evitar contagios. La situación se mantuvo durante la desescalada, cuando poco a poco se fueron relajando las restricciones, y también durante el verano. Sin embargo, hace unos días un profesor de un curso de cocina que se impartía en la prisión comenzó a notar síntomas y dio positivo. El PCR detectó entre el lunes y martes que dos de los internos que habían acudido también estaban contagiados, así como un tercero que había estado con ellos. La dirección les ha puesto a todos en aislamiento.

Según explica la directora de la cárcel, Elena Ramos, este pequeño brote no ha afectado a un módulo del centro concreto, porque los alumnos que asistieron al curso de cocina en el que se desencadenó el brote, y que finalmente han dado positivo, estaban en secciones diferentes. Nada más conocer que el profesor se había contagiado, desde el centro se pusieron manos a la obra para rastrear a los internos y a sus contactos estrechos. Todos ellos están en cuarentena para evitar que el virus se siga expandiendo. «En principio, hemos terminado con el seguimiento de los contactos y creemos que el avance está contenido», asegura Ramos. 

En el mes de marzo, el centro habilitó un módulo en el ala este, donde habitualmente ingresaban los presos preventivos, y lo convirtió en una unidad de aislamiento sanitario. Habitualmente, pasan catorce días de cuarentena las personas que llegan de un permiso, de conducción o de libertad. Es allí donde están los tres internos que han dado positivo. 

Dado el aumento de casos que se ha producido en las últimas semanas, la dirección de la penitenciaría suspendió los vis a vis el pasado 2 de septiembre (...)

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