El largo invierno de los Gigantillos

A.S.R
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La suspensión del Curpillos y de las fiestas de San Pedro condena a estos famosos personajes a continuar con su confinamiento, una situación que sus portadores viven con resignación, tristeza y comprensión

Andrés Ruipérez hijo, Carlos García, Diego García, Miguel Ángel García, Rubén Bujedo y Andrés Ruipérez (de i. a d.), en la Casa de los Gigantillos, que ocupa los bajos del Teatro Principal. - Foto: Patricia González

Gigantillos y Gigantones son personajes caseros. Pasan largas temporadas entre las cuatro paredes de la Casa que hace unos años habilitó el Ayuntamiento en los bajos del Teatro Principal. Los largos inviernos burgaleses no los asustan. Saben que con la primavera y el verano llega también su momento de gloria. Sin abandonar su recato y sin quitarse sus ropajes de castellanos recios, pegan la vuelta y se vuelven callejeros. Son los reyes de la fiesta. Quienes más flashes reciben y más miradas levantan. Cada año, la misma historia. Hasta ahora. El guion se ha emborronado y la hibernación se presume más duradera de lo habitual. La suspensión del Curpillos y de las fiestas mayores de San Pedro, más el descafeinado Corpus celebrado, condena a estos muñecos a tomar el sol a través de la ventana. Sus portadores no han recibido aviso para su participación en ningún acto. 

«Nos han dicho que no hay Sampedros, que nosotros no salimos, y que si más adelante se organiza algún tipo de fiesta sustitutoria y cuentan con nosotros, nos dirán. A día de hoy no hay absolutamente nada. Tenemos año sabático», expone el presidente de la Asociación Cultural Gigantillos y Gigantones, Carlos García, que coordina el paso de estas celebridades. 

Comprensión ante las circunstancias excepcionales, resignación y tristeza son los sentimientos que se agolpan en quienes sacan a bailar a estas figuras tradicionales burgalesas. Tanto los que llevan toda la vida como las nuevas generaciones. 

«Yo no he conocido nunca esto», anota Andrés Ruipérez, con 47 años bajo las faldas primero de la India y luego del Chino. Tampoco lo han visto los ojos de Miguel Ángel García, el otro veterano, que se emociona cuando piensa que será el primero de los últimos 45 años que no sacará a bailar al Gigantillo. 

Las medias tintas no van con él. «Dadas las circunstancias, creo que sería mejor que no hicieran nada y el próximo año, Dios dirá», zanja y observa que es imposible evitar las aglomeraciones de gente si por medio están estos personajes. «Ya hemos dejado atrás el Corpus, se pasarán el Curpillos y San Pedro y es mejor que no hagan nada; celebrar estas fiestas fuera de sus fechas no es lógico», agrega sin dejar de constatar que, aunque no lo hubieran deseado, son testigos de un hecho histórico.

Ninguno había vivido una situación tan extraordinaria. Hasta ahora, solo la lluvia y el viento habían achantado a estos aguerridos castellanos impidiendo su salida en ocasiones puntuales. Los más viejos traen a colación alguna jugarreta del aire, sobre todo cuando bajaban a Las Huelgas andando y no en camión. Ni siquiera se canceló el pasacalles cuando se quemaron. Se dieron mucha prisa para que resurgieran de sus cenizas y no faltaran a su encuentro. 

Dejan el blanco y negro para recuperar el technicolor. «Es triste para nosotros porque forma parte de nuestra vida, pero también para la ciudadanía. Nos preguntan qué vamos a hacer, si van a salir... Y no les podemos decir nada porque no está en nuestra mano», insiste Miguel Ángel, hijo de Julián García, que inició la saga de los García como portadores de estas figuras. 

Los mismos sentimientos golpean a los más jóvenes en esta tradición que pasa de padres a hijos y une bajo las mismas faldas a amigos de estos y aquellos.

Andrés Ruipérez hijo carga con la India -ahora en el quirófano- desde hace tres años, aunque como el resto no levantaba tres palmos del suelo cuando empezó a seguir el paso de su padre. «Para nosotros los Sampedros son sacar al Gigantón y duele no poder hacerlo, pero al año que viene lo cogeremos con más fuerza», se consuela. 

Rubén Bujedo, que hace nueve años heredó de su progenitor a la China, está resignado como los demás, pero sí cree que sacarlos a bailar funcionaría como revulsivo en estos tiempos oscuros. «Podía ser una manera de levantar el ánimo de la gente. No sé cómo sería la adaptación a la llamada nueva normalidad, pero si quieres, lo haces», concluye sabedor de la ilusión que despiertan en pequeños y mayores, dos de los colectivos sobre los que más se ha encendido el foco durante la pandemia: «A una señora mayor que nos ha visto toda la vida, le quitas esto y también le entra la pena. Y ni te cuento a los niños». 

A los lamentos de sus compañeros se suma Carlos García, que a los 17 años ya empezó a dar algún tirón a la Gigantilla con permiso de su padre, a los 22 era titular y ahora se le ilumina la mirada al ver el interés de su hijo Diego. Pero reconoce que poco se puede hacer ante la situación tan excepcional provocada por la covid-19. No les queda otra que lamerse las heridas. 
«Para nosotros es muy doloroso. Vivimos las fiestas tanto como una peña, pero con un sentimiento muy distinto. Lo hacemos dentro del folclore y en un ambiente familiar muy especiales», pinta para intentar explicar hasta qué punto les afecta quedarse sin Sampedros. 

Este año sus dolores no serán físicos, no los provocará las secuelas que deja levantar los 84 kilos que pesa el Cid o los 57 del Gigantillo, el más liviano, se producirán por no poder palpar la alegría de los niños que saltan a su alrededor, ni la emoción de la abuela que lleva por primera vez a su nieta de la mano a ver a esos gigantones que tanto asustaban a su madre, ni se reirán al perder la cuenta de las veces que oyen las palabras selfi y foto, ni se sentirán importantes al vislumbrar el gran corro formado en torno a ellos en la Plaza Mayor... 

Será un junio diferente para Miguel Ángel García (Gigantillo), Jesús García (Gigantilla), Ignacio Cuevas (Fernando El Católico), Joaquín Mondragón (Isabel La Católica), Julio Martínez (El Cid), Santiago Portugal (doña Jimena), José Pablo Ruipérez (Negro), Ignacio Casas (Negra), Diego Casas (Indio), Andrés Ruipérez hijo (India), Andrés Ruipérez (Chino), Rubén Bujedo (China), Carlos García (encargado) y Vicente Ausín (indumentarista). 

Pero ni el coronavirus borra la alegría que despiertan Gigantones y Gigantillos, ni la de los de fuera, ni la de quienes custodian el misterio que se esconde bajo las faldas de estos personajes tradicionales, castigados este año sin salir de Casa.