33 años en primera línea de fuego

S.F.L.
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El ya exresponsable del parque de bomberos de Oña, José Gómez, se despide del cargo tras más de media vida dedicándose a la protección y el bienestar de los vecinos de La Bureba y Las Merindades

En la trayectoria como voluntario siempre ha estado dispuesto a colaborar con la villa condal y con otras localidades. - Foto: S.F.L.

Corría el año 1988 cuando José Gómez, alguacil del municipio de Oña, se inició en una profesión extra que desarrollaría durante 33 años. Hasta ese instante nunca se había planteado ejercer como bombero, pero la donación por parte de la Diputación de un camión cambió, en cierta medida, el sentido de su trayectoria profesional. De la noche a la mañana se vio conduciendo un vehículo -preparado para el desierto y no para las heladoras jornadas del invierno burgalés- y acudiendo a sofocar incendios forestales y en viviendas. Ahora, tras tres décadas de servicio, el oniense se despide con pena pero con el orgullo de haber ayudado a cantidad de personas en situaciones complicadas.

Las primeras 'aventuras' las vivió con su hermano Vicente, que había realizado un curso de formación de bomberos de fin de semana en Pineda de la Sierra con otros vecinos de la villa, y con José Miguel Rebolleda, compañero de trabajo. Gómez recuerda que durante los primero años de servicio acudían a los sucesos con ropa de calle, «todo un riesgo teniendo en cuenta a las tesituras a las que nos enfrentábamos a cualquier hora», declara. Ha pasado más de un cuarto de siglo pero todavía recuerda -ahora entre carcajadas pero entonces no le hizo tanta gracia- el incendio que cubrió una noche infernal en Villanueva de los Montes, en el que tres casas quedaron totalmente calcinadas. «Me avisaron de madrugada y como no tenía un equipo definido en esa época llamé a mi cuñado Toño, que era mi vecino, y los dos nos trasladamos hasta allí. Le avisé de lo que se le venía encima pero el panorama que nos encontramos superó las expectativas», recuerda.

Más adelante, otro compañero de faena del Consistorio, Ricardo Tamayo, asumió el reto de ser bombero. José y él pasaron más de un año solos, enfrentándose a los desafíos más extremos. «Cubríamos una zona muy extensa y hacíamos salidas hasta lugares bastante alejados. Lo mismo teníamos que ir a un pueblo del Valle de Caderechas, que al Páramo de Masa. No teníamos un círculo cerrado y nos movíamos hasta donde nos mandaban», expone. Menos mal que el equipo se amplió con otro postulante a servir al ciudadano. «Teo llegó y nos ayudó mucho. Fueron años muy bonitos pero las actuaciones se incrementaban y necesitábamos más personal», añade.

También les impusieron actuar en otros sucesos más allá de los fuegos. Pasaron del calor de las llamas al frío de la nieve en un abrir y cerrar de ojos. ¿Por qué? Porque el camión contra incendios se convirtió también en una máquina quintanieves. El bombero recuerda el eterno y ruidoso viaje que hizo hasta Madrid para que instalaran el sistema de la cuchilla. En esos años, además de ejercer como alguacil y bombero, también le nombraron el limpiador de nieve de las calles de Oña y sus pedanías… y donde tocaba. No daba a basto porque únicamente él podía manejar el vehículo. «Era un poco suplicio conducirlo en invierno porque no funcionaba la calefacción y los limpias funcionaban con un motorcillo que se quemaba cada dos por tres. Hemos pasado mucho frío, con el vaho que desprendíamos se congelaban los cristales por dentro. Este camión solo se calentaba en verano. En ocasiones iba conduciendo con la cuchilla echada y con una escoba sacada por la ventana limpiando la luna. Historias para no dormir», relata el oniense.

Pero todo lo bueno acaba por llegar y ¡bendito el día en que apareció José Antonio con su carnet de camión! El equipo crecía poco a poco hasta que consiguieron que el Consistorio, liderado por Berta Tricio, aprobase un «pequeño convenio» para que el trabajo quedase regulado de alguna manera. A partir de ahí se fueron incorporando más hombres hasta lograr formar una plantilla de bomberos voluntarios con una «gran experiencia y profesionalidad», afirma.

Las despedidas nunca son fáciles pero a sus 60 años, José considera que ha llegado el momento de decir adiós. El responsable del parque de bomberos de Oña arrastra el agotamiento físico de más de tres décadas y asegura que se siente cansado y no quiere forzar más la 'maquinaria' porque arrastra un pequeño problema de cadera. «Es la ocasión idónea para dejarlo porque hay 11 voluntarios muy capacitados, jóvenes y con mucha energía». Desconoce quién ocupará su cargo pero no tiene duda que lo gestionará «de maravilla».