El asesino de Ana Belén Jiménez se sienta en el banquillo

R.C.G.
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La Audiencia Provincial de Álava inicia mañana la vista oral con la selección del jurado popular y la declaración del acusado, que se enfrenta a penas de hasta 25 años de prisión

Imagen del sospechoso, Agustín Herrero, que llevó el cadáver de su mujer a Miranda.

 El asesino de Ana Belén Jiménez se sentará mañana en el banquillo de la Audiencia Provincial de Álava. A punto de cumplirse tres años de un crimen que conmocionó a la sociedad mirandesa, por fin el marido de la víctima, que confesó pocas horas después de ser detenido y que desde entonces permanece en la prisión de Nanclares de Oca, responderá ante un jurado popular. Será en Vitoria, ya que a pesar de que el cadáver se encontró en Miranda, el asesinato se produjo en la localidad alavesa de Turiso, en la que residía la pareja.

A las 9.30 horas han sido citados los candidatos a integrar el jurado popular para la selección. Una vez constituido, arrancará la vista oral con la declaración del acusado. La Audiencia ha reservado toda la semana para las testificales y la prueba documental y pericial. Una vez concluido el juicio, los integrantes del jurado popular recibirán las preguntas objeto del veredicto y se retirarán a deliberar hasta tener su decisión.

El proceso de instrucción se ha dilatado más de lo esperado por competencias entre administraciones, pero sobre todo porque se han recabado infinidad de pruebas para determinar con la máxima exactitud lo sucedido en aquella trágica mañana. Además los abogados de Agustín Herrero han impugnado varias de las pericias con el objetivo de entorpecer el proceso. La Fiscalía pide para el acusado 25 años de cárcel por asesinato con alevosía y ensañamiento ya que considera que Herrero planeó acabar con la vida de su mujer al no poder superar que le pidiera el divorcio. Además, reclama una indemnización de 120.000 euros para cada hijo del matrimonio y de 60.000 para cada hermano de la víctima.

En el escrito de acusación menciona que Herrero controlaba las salidas de su esposa, revisaba el móvil para saber con quien hablaba e incluso pedía a los hijos que le informaran de dónde estaba su madre. Al parecer ella tenía concertada una cita para informarse de los trámites de separación un par de días después de su asesinato. El cuerpo de Ana Belén fue encontrado en un coche aparcado en las inmediaciones de la Casa de Cultura con evidentes signos de violencia el 3 de octubre de 2017. Pocas horas después  un grupo de agentes se presentaba en la fábrica vitoriana de Mercedes par detener a su marido. Tras una noche en el calabozo, confesó ser el autor del crimen, pero además la investigación policial permitió encontrar pruebas tanto en el coche como en la vivienda que le vinculaban directamente con el asesinato.

En la casa se encontró el arma homicida y también se analizaron las cámaras de seguridad de la estación de servicio de la N-I, ya que Herrero era propietario de un lavadero en la zona y se han comprobado sus movimientos tanto el día de los hechos como en las jornadas previas, con el objetivo de demostrar que tenía premeditado el crimen.

Según la reconstrucción de la Fiscalía, después de que la pareja discutiera, Herrero fue a un cobertizo ubicado junto a la vivienda familia, cogió un martillo, se dirigió  a la cocina, y aprovechando que Ana Belén estaba de espaldas, la golpeó en la parte posterior de la cabeza dejándola inconsciente en el suelo.A pesar de que ya estaba sin posibilidad de defensa, continuó golpeándola con "insistencia y brutalidad", hasta que comprobó que había muerto, como se desprende del hecho de que el cadáver presentara doce heridas en la cabeza. A continuación, limpió la cocina, introdujo el cuerpo de Ana Belén en la parte trasera del vehículo que ella solía utilizar, y condujo hasta Miranda. Fue allí donde fue localizado el cadáver por una vecina que paseaba por la zona y que rápidamente alertó a la policía. La misma tarde de los hechos, los agentes ya procedieron a la detención de su marido.

El loco del martillo. Días antes del asesinato de Ana Belén, tres agresiones mantuvieron en vilo a la ciudad. Las tres compartían el mismo patrón: a las víctimas las golpeaban en la cabeza con un objeto contundente, las dejaban sin sentido y no las robaban. Muchos pensaban que ‘el loco del martillo’ era una leyenda urbana, pero la policía confirmó que era real. El problema es que ninguna de las hipótesis encajaba, hasta que se encontró el cuerpo de Ana Belén.

Para los investigadores, los ataques fueron cometidos por Agustín Herrero para desviar la atención y que el crimen se encuadrara dentro de una ola de violencia cometida por un perturbado. Por eso trasladó el cadáver a Miranda, aunque su plan no dio el resultado esperado y  hay pruebas que le sitúan en la zona de las brutales agresiones.