Jaque a los amantes del carburante

G. Arce
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El principio del fin de una manera de entender el automóvil inquieta y a la vez entristece a los apasionados de los clásicos de cuatro ruedas, coches con todos sus defectos y sus muchas virtudes

Integrantes del Club de Vehículos Históricos de Burgos. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

El olor a gasolina, el ruido cadencioso del motor, su vibración, su calor, su suciedad grasienta, sus tornillos a la vista, sus defectos y sus muchas virtudes... El reciente anuncio del fin de la carburación en la carretera ha causado disgusto, tristeza y también mucho escepticismo entre los grandes amantes de las cuatro ruedas, aquellos que ven en el automóvil a un compañero de viaje que, como el buen vino, gana con los años, los mimos en el taller y en el garaje de casa. Son coleccionistas de joyas rodantes -cada cual con su antigüedad, con su valor en el mercado y también con sus emisiones de efecto invernadero- a los que la lucha contra el cambio climático les ha puesto en un brete.

Una semana después de que Ursula Von der Leyen, la presidenta europea, anunciase el punto final a la gasolina y el diésel en 2035, se presentan en un lugar de cita clásico para unos clásicos: La Cartuja. José Antonio Díaz llega con un impecable Mercedes 300 SL blanco que compró en el 95 y que, además, usa habitualmente. Su compañero Paulino Fontaneda está orgulloso de su Corvette del 70, un precioso deportivo color crema que le consume los 17 litros de gasolina a los 100 kilómetros, "aunque depende lo que le des al zapato", ironiza. Es imposible no girarse al escuchar el rugido de su motor...

Ríe a su lado Ricardo Angulo, que acaba de aparcar un Volkswagen Karmann, un ‘escarabajo’ deportivo de los 70, que compró hace 20 años. Fundador del Club Burgalés de Vehículos Históricos y empresario de estaciones de servicio, recuerda perfectamente cuando vendía la gasolina a 6,5 pesetas hace muchos años: hoy se paga a 266 pesetas al cambio (1,60 euros) el litro de gasolina sin plomo 98 y, quizá, dentro de tres o cuatro décadas este carburante sea tan escaso como hoy los puntos de recarga eléctricos para la nueva generación de coches.

Su sucesor al frente del Club, Julián Angulo, llega a la Cartuja con un Seat 124 D LS color verde impecable, uno más de la treintena de coches antiguos que atesora este aficionado a la automoción. Es un modelo que se empezó a fabricar en mayo de 1968 y que comercializó hasta 1980 tras presentarse en múltiples versiones. Incluso atesora un gran palmarés en rallies. "Todo el mundo tiene un familiar que ha tenido un 124", advierte.

El motor, comenta es de 1.200 centímetros cúbicos y se abastece con un depósito de 39 litros de gasolina. "Yo le hago unos 430-440 kilómetros, a 7 u 8 litros por kilómetro".

En la Cartuja, perfectamente, se podrían dar cita los 140 miembros del Club, que reúne más de 300 vehículos, entre coches y motos, de todas las edades y marcas. La mayoría utilizan estos clásicos para disfrutar de la carretera durante los fines de semana o para acudir a las concentraciones que realizan periódicamente en algún punto de la geografía provincial y regional.

Todos ellos coinciden en un solo deseo, que la prohibición de los motores de carburación no termine con su pasión y acabe achatarrando lo que para ellos (y para el resto) es historia viva del siglo XX y también de principios del siglo XXI.

Dilema

Los conductores de clásicos son firmes defensores de la gasolina, pero también tienen claro que procede hacer algo en la lucha contra el cambio climático. Lo que no ven es que se hagan las cosas a golpe de decreto ("de cañonazo"), sin medir las consecuencias. "Muchos de nuestros coches de carburación contaminan menos que muchos catalizados que circulan por las carreteras, pero los vamos a tener que matricular como históricos para poder sacarlos del garaje", se lamenta Julián Angulo. 

La normativa afirma que la condición de ‘histórico’ (con más de 30 años) exime de todas las limitaciones, entre ellas, la que temen más próxima: el establecimiento de ‘zonas de baja emisión’ en los centros urbanos, algo que ya se está imponiendo en las grandes capitales (como Barcelona o Madrid) y que pronto llegará al resto de ciudades.

"Si pagas 500 euros y catalogas tu coche como ‘histórico’ ya puedes acceder y circular por las carreteras. Esta ocurriendo con los 600 en Barcelona. Todo se traduce en pagar. Si pago mi coche ya no contamina, aunque siga teniendo el mismo motor", se lamentan los propietarios, que advierten que pasan religiosamente la ITV para poder circular tan solo unos pocos kilómetros al año.

"Hay gente que usa un coche desde hace 30 años y que apenas llega a los 100.000 kilómetros. ¿Tiene que venderlo para comprarse un eléctrico?", se pregunta Ricardo Angulo. "Con el cambio al coche eléctrico está ocurriendo lo mismo que con la pandemia, no saben qué hacer... ¿Cómo cargo un coche, o dos, o tres si no tengo garaje donde cargarlos?".

Paulino compró su Corvette hace 9 años y "espero que me dejen dar alguna vuelta con él cuando se prohiba la circulación de motores de combustión. Son coches de ocio que utilizas cuatro días al año y que sería una pena que se perdiesen".

El presidente del Club de los Históricos es también propietario de una flota de furgonetas por su actividad profesional y reconoce que no ha pensado en comprar vehículos eléctricos porque no le garantizan la recarga. "Prestamos un servicio las 24 horas y hacemos muchos kilómetros cada jornada. No nos podemos permitir el riesgo de quedarnos tirados en la carretera por no encontrar puntos de recarga".

Bajas.

Preocupa también que con la nueva normativa, los coches que están de baja temporal se les dará de alta de oficio, si no se hace el trámite de renovar la baja dos meses antes de que caduque. "Si no lo haces el coche va la chatarra. Si el coche lleva 10 años sin ITV y sin seguro que le dan de baja de oficio".

Son medidas que buscan achatarrar un parque automovilístico muy envejecido y evitar que circulen coches sin ITV pero que afectan de lleno a los amantes de los históricos.

La Federación Española de Vehículos Antiguos, a la que pertenece el Club burgalés, y la Dirección General de Tráfico están trabajando en la negociación de normas que permitan salvar la flota de clásicos y permitir su libre movimiento. "Tenemos que protegernos. Hemos sufrido una persecución en los últimos años, a raíz de la crisis del diésel. Vemos lógico que desaparezcan coches, furgonetas y camiones contaminantes de nuestras calles y carreteras, pero estamos hablando de historia, al igual que lo es -cada cual en su dimensión- la Catedral o la Cartuja".