El concurso que dio lustre a 'la catedral del hombre'

H.J.
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Cinco estudios de arquitectura de prestigio internacional (Cruz y Ortiz y Juan Navarro, Isozaki, Jean Nouvel y Steven Holl) participaron en el certamen para elegir el diseño del complejo de Caballería

Las históricas maquetas están almacenadas en el Monasterio de San Juan. - Foto: Valdivielso

Analizaron a los candidatos durante horas, a lo largo de tres reuniones celebradas consecutivamente en otros tantos días. Para ser un cónclave solo faltó que a sus participantes se les encerrara en la Capilla Sixtina, pero finalmente los nueve miembros del jurado del concurso internacional de arquitectura para el Solar de Caballería emitieron fumata blanca al anunciar el proyecto ganador, y según cuentan sus participantes no les costó demasiado elegir. Hubo unanimidad.

El entonces alcalde de la ciudad, Ángel Olivares, había anunciado unos meses antes que el objetivo era buscar el diseño de una nueva «catedral del hombre» y fue el día 22 de julio del año 2000 cuando el Museo de la Evolución Humana y sus piezas aledañas tomaron una forma muy parecida a la que hoy en día conocemos. 

Los encargados de elegirlo fueron el propio Olivares, el vicerrector de la UBU José Antonio Martínez, el presidente del Colegio de Arquitectos, Hipólito García, el arquitecto municipal Rafael Infante, el codirector de los yacimientos de Atapuerca José María Bermúdez de Castro, el historiador y crítico inglés William Curtis, el arquitecto italiano Vittorio Magnano Lampugnani, el catedrático de Arquitectura Ignasi de Solá-Morales y el científico gallego y director de varios museos de La Coruña Ramón Núñez, que actuó como secretario.

Analizaron concienzudamente los proyectos de los cinco invitados al certamen y en el acta de aquel día quedó recogido que la discusión final se prolongó desde las 9.15 hasta las 15.15 horas, asistida por las intérpretes Amaya Bravo de Urquía y Mónica Zafra Martín, actuando como secretaria de la misma Teresa Osborne Esquivias. 

El resultado final es de todos conocido, con la elección del proyecto de Juan Navarro, pero por el camino se quedó un cuarteto de arquitectos de renombre. Semejante proceso participativo de tanta ambición internacional no se ha vuelto a repetir en la ciudad, puesto que por ejemplo en el caso del bulevar del ferrocarril el estudio suizo Herzog y De Meuron, otros arquitectos de indudable categoría, fueron elegidos directamente.

Volviendo al concurso del MEH, el japonés Arata Isozaki, el francés Jean Nouvel, el norteamericano Steven Holl y los españoles Cruz y Ortiz aportaron su enorme nivel y repercusión mediática para engrandecer la competición, y precisamente por eso el jurado subrayó «el interés que supone la diversidad de enfoques y de ideas aportadas por las cinco propuestas», que además generaron un debate popular sin precedentes.

Meses después de haberse resuelto el certamen, las maquetas de los participantes fueron expuestas en el Monasterio de San Juan para que también la ciudadanía pudiera conocerlas de cerca. Allí siguen desde entonces, en una buhardilla donde luchan contra los estragos del polvo y el paso del tiempo. Son la memoria del concurso que dio lustre y prestigio a aquella elección.