Mondeño, torero y fraile

R. PÉREZ BARREDO
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Cuando se hallaba en el cénit de su carrera, Juan García 'Mondeño' tomó los hábitos dominicos en Caleruega. Rubén Amón presenta hoy en Burgos su libro 'El fin de la fiesta', que entre otras recuerda la figura y la historia de este diestro gaditano

Mondeño, con el hábito dominico. - Foto: FEDE

"Para lo que ha hecho Mondeño sí que hace falta valor y no para lo que uno hace", dijo ‘El Cordobés’ días después de que la España taurina y la menos taurina pusiera sus ojos en Caleruega, donde el penúltimo día de agosto de 1964, en la cumbre de su carrera artística y profesional -desplegada en los ruedos de toda España-, prescindía del traje de luces para enfundarse el hábito dominico. Juan García Jiménez ‘Mondeño’ se convertía así en Fray Juan. El periodista y escritor Rubén Amón recupera en su último libro, El fin de la fiesta, la figura y la singular historia del torero-monje que tanta vinculación tuvo con Burgos. Nacido en Puerto Real (Cádiz) en el seno de una familia humilde, su padre, guarda en la finca de los señores Terry, le inculcó la pasión por los toros, si bien, según confesión propia, al muchacho le atrajo desde siempre la vida espiritual, llegándose a soñar más misionero que matador de toros.

Sea como fuere, se vistió antes de luces. Tomó la alternativa en La Maestranza de Sevilla en 1959, apdrinada nada menos que por Antonio Ordóñez y siendo testigo Manolo Vázquez. Desde entonces cosechó numerosos triunfos. Uno de ellos, en su debut en la plaza de toros de Burgos en la feria de 1960, compartiendo cartel con el citado Antonio Ordóñez y con el torero de la casa, Rafael Pedrosa, que triunfó a lo grande. Fue el día de San Pedro y Mondeño hizo una faena maravillosa a su segundo astado por la que obtuvo una oreja. Así la recogió ‘Chamarilero’, el crítico de Diario de Burgos: "Lanceó al principio con ritmo, sin descomponer la figura. Tampoco el toro era codicioso y además acusó blandura de manos. En la faena hubo mérito, calidad y temple. Dos pases por alto muy buenos, trasteo, un desplante y tres derechazos soberbios, cerrados con uno de pecho enorme. Aplausos y entusiasmo del público. Otra serie de pases sobre la derecha, con rúbrica del pase de pecho, largo y torero. Ovación grande, música y olés. Dos naturales tirando bien del toro, uno por alto y cuatro más por arriba, plenos de garbo y elegancia, recreándose el torero en cada lance. Toda la faena fue serena, tranquila, plena de aguante y plasticidad".

Aunque no estuvo tan fino en la suerte suprema, dejó un gran sabor de boca. "Se nos ha mostrado como un torero hecho , con personalidad, poco dado al efectismo, sobrio y dominador", apuntó el cronista. Numerosos críticos definieron siempre a Mondeño como un torero impasible, con personalidad, elegante, de suaves maneras, reposado quehacer y bella planta, en contrapunto al tremendismo reinante en su época. Volvió a torear dos años más tarde en Burgos, pero no tuvo suerte y pasó desapercibido. Hasta 1964, en que se supo que el torero gaditano se cortaba la coleta para ingresar en la orden dominica, hábito que se puso en Caleruega ante una multitud expectante y numerosos medios de comunicación de la época, cámaras del NO-DO incluidas.

En el acto de imposición del hábito, que no se pudo celebrar en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán por quedarse pequeña, realizándose en el patio del torreón, contó con la compañía de sus padres, dos sobrinas, el que había sido su apoderado, Alberto Álvarez Belmonte, y su mozo de estoques, José Nieto. "Siempre tendréis al ‘padre Mondeño’ rezando por vosotros", dijo a los periodistas que se arracimaron en torno al nuevo novicio cuando concluyó la celebración. El nuevo religioso se mostró feliz, relajado, radiante. Como si hubiese encontrado su lugar en el mundo. Pero aquella vida espiritual duró muy poco. Unos cuantos meses después fran Juan cayó en depresión, y a finales de 1965 los corrillos taurinos se hacían eco de una posible vuelta a los ruedos del torero místico.

En su libro, Rubén Amón va más allá y desliza que aquel insólito cambio de hábitos y aquella crisis posterior pudo deberse a la homosexualidad del gaditano, algo insoportable en un mundo de hombría y homofobia. Una homosexualidad supuesta, ya que el autor del libro deja claro que jamás hizo pública condición sexual alguna. "Representa un antiguo tabú que solo pudo romperse en los ámbitos de más confianza del propio diestro gaditano", escribe Amón. El día que anunció públicamente su vuelta a los ruedos, este periódico publicó una entrevista en la que habló abiertamente de su crisis y de la supuesta relación sentimental que había mantenido con una mujer francesa antes de tomar los hábitos. En esa entrevista, Mondeño admitió tener amistad con esa mujer pero niega que haya habido una relación más profunda. "Yo la quiero, pero de otra manera. Más que una amiga para mí es un familiar", declaró.

En la misma interviú, dejó claro que su paso por la orden dominica "ha sido el tiempo más feliz de mi vida" y aseguró sentirse "muy dominico". Anunció, asimismo, que su intención iba a ser volver a vestirse de luces. "El médico me lo recomienda y yo me encuentro fuerte. No puedo seguir mi vida religiosa. Se ve que Dios no ha querido que siga esta senda. Fue una crisis muy fuerte la que atravesé. Gracias a Dios ahora estoy mejor, y voy recuperando la alegría, porque el superior me dijo que incluso de torero se puede servir a Dios". Hace unos pocos años, en una entrevista concedida al Diario de Sevilla (Mondeño reside en París desde hace años), el extorero y exfraile manifestó las similitudes entre un mundo y otro: "Hay algo especial entre ambos mundos y es la liturgia, como sucede incluso a la hora de vestirse el torero y el religioso".

Su fascinante historia hizo correr ríos de tinta. E incluso la directora Ana Mariscal dirigió una película, El paseíllo, inspirada en ella. Otro torero hizo de Mondeño en ella. Curioso, ya que el diestro andaluz había coprotagonizado un filme antes de abandonar los toros, La becerrada, dirigida por José María Forqué, con Fernán Gómez y Amparo Soler Leal en el elenco principal. Después de dejar de ser Fray Juan, Mondeño volvió a los ruedos y se mantuvo en activo durante unos pocos años. Vivió temporadas a caballo entre España y México y desde hace tres décadas vive en París. Hoy es un coleccionista de coches de lujo alejado del mundo de la fiesta. No sabemos si también del de Dios.