Sin vida universitaria

R.E.C.
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Almudena, Virginia y Marta han vivido los meses académicos más extraños que recuerdan; el periodo de confinamiento les ha privado de hacer uso de los servicios de la universidad y tener contacto directo con sus compañeros y profesores

Esperan volver el próximo curso a las aulas. - Foto: Luis López Araico

Para la mayoría de los alumnos la crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha cambiado la manera de dar las clases, que han pasado de ser presenciales a impartirse desde la distancia. Marta Núñez, Almudena Balbás y Virginia Bayona han vivido los meses académicos más atípicos. Estas estudiantes de la Universidad de Burgos tenían claro que el curso debía continuar aunque las circunstancias les hayan obligado a adaptarse, más aún en el caso de Virginia, que terminaba este año la carrera de Comunicación Audiovisual y tenía que elaborar su proyecto de fin de grado, una condición sine qua non para adquirir la titulación.

En un día normal, Marta tendría un horario de 9 a 15 horas en su facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, donde estudia el doble grado de Derecho y Administración y Dirección de Empresas. Todo eso cambió desde que el pasado 14 de marzo se decretase el estado de alarma, a partir de entonces su casa ha sido su improvisado lugar de estudio. «Al final te acostumbras después de tres meses pero no sabemos cómo hemos aguantado. He echado de menos la biblioteca», confirma esta burebana natural de Briviesca.

Una imagen que también se ha repetido en casa de Almudena Balbás, estudiante de segundo año en el grado de Ingeniería Electrónica Industrial y Automática. «Mi rutina de estudio ha implicado muchas más horas ya que tenemos que hacer un doble esfuerzo. Entender a distancia una carrera de ciencias es más complicado que una de letras», afirma esta veinteañera virtuosa en el mundo de las matemáticas.

Todas ellas han sido conscientes del reto que suponía tanto para los alumnos y profesores como para la propia universidad esta situación inédita y sin precedentes en el país. Ninguna ha tenido problemas con el funcionamiento de la plataforma virtual a pesar de las largas horas de estudio y el considerable aumento de contenido de apuntes y vídeos explicativos. Como estudiantes de la Universidad de Burgos están orgullosas de sus profesores, quienes han predicado con el ejemplo y les han ayudado a adaptarse a esta circunstancia con mayor eficacia.

«Tenía clases online a la misma hora que tenía las clases presencialmente lo que me ha ayudado a mantener la rutina y no perder el hilo ni desmotivarme. Incluso nos han facilitado sus teléfonos personales para contactar con ellos a cualquier hora porque no quieren que suspendamos y crearnos ese sentimiento de frustración», manifiesta Almudena. «En las asignaturas de corte más práctico, los profesores han subido vídeos detalladamente para ver cuando queramos», añade Marta. «Mi profesora asignada para el desarrollo del trabajo de fin de grado ha estado muy pendiente de mí, tranquilizándome y ayudándome en todo, lo cual en una situación como está y donde te juegas tanto, es de agradecer», reitera Virginia.

Y aunque las asignaturas han sido, por lo general, un poco más difíciles de seguir telemáticamente y la carga de trabajo y las horas dedicadas al estudio han sido mayores, estas chicas sólo quieren ver el lado positivo de las cosas, una filosofía de vida que les ha hecho sacar adelante el curso de manera casi triunfante. En el caso de Almudena estudiar a distancia también ha tenido sus ventajas. Una de ellas es que ha existido un acercamiento entre alumnos y profesores, «hemos tenido que empatizar mucho los unos con los otros». A Virginia le ha contribuido a organizarse mejor y tener una mayor flexibilización de agenda, «no estoy atada a un horario como el que me imponía la universidad».

Saben que la adaptación del temario se acondicionó a la situación de la mejor manera posible. Muchos profesores optaron por confeccionar unos exámenes más asequibles y dar más peso a trabajos evaluables, algunos de ellos comunitarios, lo cual no gustó demasiado. «Hacer trabajos grupales era más complicado. No tenían mucho sentido ya que nos repartíamos el trabajo y lo elaborábamos de manera individual para posteriormente juntarlo», señala Marta. Una opinión que también comparte Virginia, «si ya es difícil ponerte de acuerdo en unas condiciones normales, hacerlo por videollamada lo complica todo aún más».

Con resignación también lleva Virginia la parcial transformación de la asignatura de Realización de Televisión, enfocada a la videocreación y complicada de seguir telemáticamente por ser una materia totalmente práctica que requiere el uso de un plató de televisión y estudio, más en su caso, convencida de dedicarse a la producción audiovisual de manera profesional. Pero eso no le ha quitado las ganas y por ello el próximo curso seguirá formándose, esta vez a través de un máster aunque todavía está sopesando las posibilidades.

Sea como fuere, expectantes aún a la nueva realidad y a lo que pueda depararlas el siguiente año académico, todas tienen claro una cosa y es que añoran reanudar las clases de manera presencial y retomar aquella vida universitaria de la que tanto disfrutaban antes, compartiendo aula con el resto de sus compañeros y profesores, formando parte del ajetreo que se creaba en los pasillos o deleitándose con el placer de compartir un café intercambiando opiniones y algún que otro cotilleo.