El efecto Rociíto

P.V.
-

Las trabajadoras detrás del teléfono de atención a la mujer de Castilla y León constatan un incremento de las llamadas a este servicio desde la retransmisión del programa sobre la hija de Rocío Jurado

Una de las trabajadoras del servicio de atención a la mujer 012 de la Junta de Castilla y León atiende una llamada. - Foto: Jonathan Tajes

Llevo en tratamiento psiquiátrico y psicológico desde 2011 con un diagnóstico de síndrome ansioso y depresivo». «Mi madre me suplicó de rodillas que no me fuese con él». «Me agarró del pelo y me dio con la cabeza en la mesa». Son palabras en boca de Rocío Carrasco, hija de la cantante Rocío Jurado, en ‘prime time’ y a las que cualquier español ha podido tener acceso a través de la pequeña pantalla, pero que podrían citar textualmente María, Pepa o Esperanza… Todos nombres ficticios pero con un denominador común: son víctimas de violencia de género. No tienen el «altavoz» de Rociíto, pero muchas se vieron reflejadas en ella cuando escucharon su relato en televisión.

Unas confesiones que han servido para que la mujer de 70 años que vive su drama en soledad en un pequeño pueblo de Castilla y León o la madre que teme por el último novio controlador de su hija de 16 años levanten el teléfono y busquen ayuda. Sus declaraciones han conseguido remover el interior de muchas mujeres, como han podido constatar en los últimos dos meses desde el servicio 012 Mujer de la Comunidad -que recibe las consultas del 016 durante el horario laboral- y esto se ha traducido en un incremento de las llamadas, que han pasado de una media de 500 mensuales a las 839 registradas en marzo y 782 en abril, fechas en las que se emitía el documental sobre Rociíto.

«Solo vi a Rocío durante 20 minutos y desde luego que me la creí, porque estaba relatando un maltrato psicológico», afirma una de las trabajadoras del 012 Mujer, que prefiere guardar el anonimato por protección de su intimidad. «Todo lo que sea hablar de ello está bien», afirma sobre el programa televisivo, aunque reconoce que no está de acuerdo «con el circo que se genera, pero es una campaña de publicidad muy buena para la violencia de género, porque ha llegado a esa mujer de pueblo que solo ve Sálvame y a puntos donde no se llega».

Desde luego el «efecto rebote» está ahí, porque las llamadas han crecido considerablemente: «Te llaman las víctimas o los familiares para contarte que ven a su hermana identificada con lo que cuenta Rocío Carrasco y qué puede hacer para que abra los ojos». Y ahí es donde recuerdan a todo el mundo que cualquiera puede denunciar una situación de violencia, que esta trabajadora del 012 considera «obligatorio» cuando crees que tu familiar se encuentra en una situación de riesgo.

Ella recuerda que este servicio de información general y asesoramiento a mujeres es anónimo y confidencial, y son llamadas que no se graban. Dos psicólogas y una jurídica están detrás de un servicio con el que se intenta «ayudar a todo el mundo», incluidos hombres, aunque reconocen que son pocos. Esta empleada del 012 lleva casi 16 años detrás de ese teléfono, un trabajo «duro», pero en algunos momentos «gratificante» cuando escucha decir a una mujer: «Gracias a ti he podido salir de esta situación». Reconoce que la frustración también reina en otros momentos, porque «hay mujeres que tienen las expectativas muy altas». «Piensan que en el 016 se denuncia, que su vida va a ser de otra manera a partir de entonces, y tienen que entender que es un proceso mucho más complejo, porque donde se denuncia es en una comisaría». Ellas prestan ayuda psicológica y jurídica a la mujeres que así lo solicitan, con una atención especial a las víctimas de violencia de género.

Realidades muy diferentes

Tampoco es fácil definir un perfil de víctima o usuaria de dicho servicio, ya que «no todas la realidades son iguales». «Hemos recibido llamadas de policías, profesoras universitarias, madres trabajadoras, otras que no lo son… Hay miles de condicionantes, aunque es verdad que no es lo mismo poder contar con una familia que te apoye», detalla, tras lo que destaca que no hay nada definido porque muchas veces son «mujeres que no encajan con ese estereotipo, aunque a veces ponerle nombre es más complicado para una persona con recursos y reconocer el control que tienen de sus vidas».

Luego hay que seguir diferentes estrategias psicológicas, porque el abordaje es diferente cuando ellas no lo tienen claro o si hay riesgo físico y no se ve: «Aquí recibimos llamadas de muchas mujeres que sufren otro tipo de maltrato como el psicológico, el sometimiento o el control y no ven salidas». «En estos casos es más complicado denunciar porque se piensan que no las van a creer, que si denuncian va a ser peor y que terminará vengándose de ellas», añade. Así que buscan que «como sistema se proteja a las mujeres antes de llegar a eso». «El maltrato psicológico es complicado, aunque cada vez más mujeres recopilan pruebas como grabaciones. Es difícil demostrarlo delante de un juez, porque a veces su relato no es coherente o hay mujeres que no se expresan muy bien, otras que tienen más problemas porque no controlan el idioma. Poder contarlo bien es importante para que te crean», señala.

Más casos de acoso

El avance en los últimos quince años ha sido extraordinario a nivel de recursos y de las administraciones, porque «ahora son temas de los que se habla». «Al final la violencia es como un iceberg con las agresiones más duras en la cima, pero para todo lo de abajo el abordaje es complicado. Aunque yo soy optimista respecto a todo esto», opina.

Lo que sí han detectado es un retroceso en generaciones más jóvenes «con un volumen importante de agresiones físicas y mucho más control». «Nos llaman padres desesperados porque quieren saber cómo conseguir que su hija salga de esa situación. Es muy difícil, porque cómo logras que una chica acepte ayuda psicológica», asegura.

«Entre las cosas que se te quedan grabadas a lo largo de estos años están las palabras de una madre que me dijo: Voy a denunciar, prefiero que mi hija esté viva a que esté muerta», relata. Las psicólogas dan apoyo y ayudan a esa madre a cómo enfocar el problema. ¿Y qué se le dice? «No hay fórmulas mágicas, que tenga paciencia y también respeto. Hasta que punto puedes tomar decisiones por ellos, sobre todo cuando son tus hijos, porque a veces es muy frustrante cuando los justifican», añade.

Otra de las dificultades que se encuentran en su trabajo en Castilla y León son los numerosos núcleos rurales con los que cuenta, «porque en un pueblo se conoce todo el mundo y muchas mujeres tienen la mentalidad de que las van a juzgar». Una situación que se complica cuando además no cuentan con el apoyo de los hijos y tienen dependencia económica.

Modelo Ceas

Las llamadas de todas estas mujeres que finalmente deciden buscar ayuda se derivan a los Ceas, donde se atiende a las víctimas de violencia de género de Castilla y León. Un servicio que funciona desde 2005, porque se considera «un modelo más cercano al ciudadano, tal y como está distribuida y las singularidades de nuestra Comunidad». La trabajadora social ofrece esa cercanía y puede estar ahí: «Fue la idea de este modelo porque tienen apoyo a todos los niveles, sabe de tu caso y está ahí». En estas llamadas, que normalmente tienen una duración de media hora, también se recuerda a las mujeres que cuentan «con la ley de asistencia gratuita a la víctima de violencia de género independientemente de sus recursos económicos».

Esta trabajadora del 012 confirma que también tienen casos de personas que llaman repetidamente. «Lo que buscamos es que den un poco más el paso, un impulso para hacer otras acciones y ver que su situación va a cambiar», porque como destaca tienen «la capacidad de convencer a otras para luchar contra esto».

Y esa luz es precisamente lo que ha ofrecido el programa de Rocío Carrasco: «Si ha servido para que las mujeres lo cuenten habrá merecido la pena. Es como el caso de Ana Orantes, cuando hubo un cambio y tuvo una gran repercusión para la violencia física», dice. «Hay que ofrecer confianza, darles alguna vía para poder salir de ahí. Aquí las vamos a escuchar y las vamos a creer. Vamos a ayudarles en las medidas de nuestras posibilidades, aunque a veces nos gustaría poder hacer mucho más, pero esto solo es un teléfono de información y debe tomarse como un primer paso para tomar impulso, buscar los recursos y hacer uso de ellos», aclara la trabajadora, «así que si ese programa de televisión ha conseguido visibilizar más este problema, está bien hecho».

Las consecuencias del documental las veremos con el tiempo. Hoy será Ana, mañana María y al día siguiente otras cuantas más… No saben cuánto tiempo durará el «efecto Rociíto», si serán unos días o unos meses, pero de momento las llamadas siguen llegando. Y detrás de ellas esperanza y cambio. Una oportunidad para ser feliz.