El inocente orgullo de representar a una ciudad

S.F.L.
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María del Carmen Vadillo logró hacerse con el título de primera alcaldesita de Briviesca en 1970. Su mente se traslada al momento del nombramiento y a los actos en los que participó

El inocente orgullo de representar a una ciudad

Hace medio siglo, la ciudad de Briviesca elaboró un programa festivo para agosto de lo más ambicioso y los vecinos y turistas pudieron disfrutar de nueve jornadas repletas de actividades culturales, eventos deportivos y música. Sin embargo, 1970 fue un año muy especial en la capital burebana y destacó respecto a otros porque por primera vez en la historia hubo representación infantil en las fiestas patronales de Nuestra Señora y San Roque.

Felicidad, alegría, cariño y anhelo son los sentimientos que la vienen a la mente a María del Carmen Vadillo, la primera alcaldesita de la ciudad. Cinco décadas después de su nombramiento -junto a José Antonio Sagredo como alcaldesito- recuerda esas fechas como una de las mejores experiencias de su infancia y, pese a que ya quede algo lejana, jamás olvidará los escalofríos que recorrieron su cuerpo en el momento en que escuchó al alcalde de la época, Julián González, y a la reina mayor de las fiestas, María Ángeles Araco, su nombre. «Fue algo precioso, éramos muy jóvenes y nos hizo mucha ilusión tanto a mi compañero como a mí», asegura la briviescana.

Las reinas y alcaldesitos de hoy en día lo disfrutan también, pero de forma completamente diferente. Hasta hace 50 años la capital burebana no otorgaba las distinciones infantiles en las festejos y al resultar algo tan novedoso «tanto nuestras familias como nosotros sentimos  un gran orgullo», manifiesta Vadillo. Además, la primera alcaldesita asegura que «toda la corte real permaneció muy bien atendida en todo momento».

Medio siglo separa a esta mujer del momento de su elección, un 13 de agosto en el balcón del edificio consistorial. «Más de 40 niños nos vestimos de regional y salimos de la iglesia para dirigirnos al Ayuntamiento en pasacalles mientras los vecinos nos alababan», destaca. Los recuerdos aún perduran en su cabeza, algunos con más nitidez que otros, pero si esta ingeniera industrial, que vive a caballo entre Madrid y Briviesca, tiene que quedarse con un momento de su ‘reinado’, ese es sin duda el día que visitó junto a la comitiva real y las autoridades municipales a las monjas clarisas que habitaban en el monasterio de Santa Clara. «Me marcó especialmente porque las hermanas hacían clausura y nunca antes había visto sus rostros», afirma.

La suspensión de las fiestas y de la programación cultural y de ocio de este año en Briviesca como consecuencia de la COVID-19 entristece a la vecina, que no evita viajar al pasado y rememorar los buenos ratos que ha pasado con la familia y los amigos. «Las fiestas de entonces eran diferentes. En aquella época la gente iba muy arreglada a todos los actos y hoy en día la mayoría de la población suele vestir con los trajes y petos de las peñas», explica.

No obstante, muchas de las actividades que se organizaban por aquel entonces han logrado perdurar en el tiempo, como el concurso de pintura o los juegos infantiles. También disfrutaban del baile en el cine moderno, el vermú, varios campeonatos y exposiciones. La importancia cultural de Briviesca es grande, al igual que el voluntariado de sus gentes. «Me enorgullece de ser de aquí y espero que el próximo año podamos celebrar unas fiestas a lo grande», concluye.