El 'efecto Kamala' se desinfla

M.R.Y. (SPC)
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La vicepresidenta ha visto cómo se desploma su popularidad entre la ciudadanía al tiempo que su papel dentro del Gobierno de Biden está cada vez más cuestionado

El 'efecto Kamala' se desinfla - Foto: POOL

Ser vicepresidente de Estados Unidos, históricamente, es un pequeño paso hacia retos mayores. Pero nunca, o casi nunca, un vicepresidente hace sombra al inquilino de la Casa Blanca. Es un cargo limitado, con un rol básicamente ceremonial o protocolar desde el que coger impulso de cara al futuro -como ocurrió, sin ir más lejos, con Joe Biden, número dos de Barack Obama durante ocho años y ahora al frente del Gobierno de la primera potencia mundial-. Sin embargo, en el caso de Kamala Harris, su toma de posesión llegó con demasiado bombo y muy lejos de esa discreción general.  

La demócrata se citó con la Historia el pasado mes de enero al  romper un techo de cristal y convertirse en la primera mujer en acceder a la Vicepresidencia. Y más allá: a ello se sumaba ser la primera afroamericana en alcanzar ese cargo y también la primera persona de origen asiático. Diez meses después, volvió a escribir un capítulo inédito en EEUU al ser la primera presidenta, tras ocupar el Despacho Oval durante poco más de una hora después de que Joe Biden, que estuvo bajo anestesia para ser sometido a una prueba médica, le cediese los poderes.

La demócrata -que pugnó por la candidatura del partido en las primarias de 2020 antes de sumarse al tándem con Biden-, llegó con un peso extra sobre sus espaldas: la avanzada edad del mandatario, que tendrá 81 años cuando concluya la legislatura, abre la puerta a que Harris pase al primer plano en apenas tres años y se postule como candidata a las presidenciales de 2024.

Tal vez ese exceso de relevancia ha jugado en contra de la dirigente, sometida a un nivel de escrutinio demasiado alto para su cargo. Es más, en menos de un año de mandato, la que fuera estrella y esperanza demócrata ahora está en el punto de mira y su nivel de aprobación se encuentra en el 28 por ciento, 10 puntos menos que Biden y un dato inédito para alguien que ha ocupado ese puesto, por debajo incluso del respaldo que llegó a tener Dick Cheney, número dos de George W. Bush y considerado el vicepresidente más impopular de las últimas décadas.

Uno de los principales problemas es que ha sido encargada con una de las tareas más complejas de la Administración, la gestión de la crisis migratoria en la frontera sur de EEUU, donde no dejan de llegar migrantes procedentes de México y Centroamérica. Un trabajo cuyos resultados no están bien vistos por los electores.

Pero no solo de cara a la ciudadanía está encontrando problemas Harris. En el seno de su partido y del propio Gobierno existe un descontento. Hace apenas unos días, su directora de Comunicación, Ashley Etienn, dejaba el cargo para «perseguir otras oportunidades», aunque los medios apuntan a que esta salida se debe, realmente, al mal clima existente en la Casa Blanca. De hecho, fuentes del Ala Oeste han llegado a manifestar ante la prensa que «han levantado la mano contra Kamala Harris y su personal», lo que generado «gran frustración» en su círculo.

Desde su entorno insisten en que debería tener un papel «más activo y visible» y llaman a Biden a «explotar al máximo sus dotes de mensajera» de la Administración demócrata. Sin embargo, sus detractores apuntan a su falta de resultados en su tarea para atajar la crisis migratoria y contener las llegadas masivas, mientras que en el seno del partido el ala más progresista se siente desencantada con la mandataria.

No ha pasado ni un año de mandato y Harris ya reclama un papel mayor, consciente de que, tal vez, dentro de tres años tendrá la oportunidad de optar a la Presidencia, aunque Biden ha mostrado su intención de optar a la reelección. Y, tal vez por ello, no le interese que su número dos despunte.