A esta ronda invita la cultura

A.S.R.
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Los bares empiezan a abrir sus puertas a la música en directo, presentaciones de libros, exposiciones, tertulias literarias o microteatro con alegría por recuperar este pulso y expectantes ante la respuesta de los parroquianos

Guillermo Iturriaga y Marcos Arribas proponen microteatro todos los jueves en el Bardeblás. - Foto: Patricia González

Aunque puede que sea la falta de amor la que llena los bares y el sin par calor del amor en un bar el que conduzca los pasos hacia estos gratos lugares para conversar, hay quienes también cruzan las puertas de estos templos de la noche (y el día) para echarse al coleto un rato de música en directo, unos versos recitados con el tintineo del güisqui en la mano, una exposición sin la solemnidad de un museo o una tertulia sobre lo humano y lo divino manchada de café. Las propuestas culturales en las tabernas tienen otra cosa. Una chispa apagada durante la pandemia que prende de nuevo al ritmo de esta casi vuelta a la normalidad. 

Bardeblás, The Golden Garden, La Figa ta Tia, El Sótano, La Rúa o Siesta Brewing Co ponen la maquinaria en marcha, aunque todos aspiran a una mayor actividad según vaya el virus tornando en leyenda. 

«Tenemos ganas. Nosotros, la gente y los artistas. La gente de la cultura se está portando muy bien conmigo. Muchas de las cosas surgen de manera espontánea», cuenta Álex Sanmartí, del Bardeblás, el ya mítico local de La Puebla que siempre ha apoyado a la cultura y siente que ahora recoge lo sembrado. El otoño baila imparable. Han aflorado veladas de flamenco, todos los jueves hay microteatro, ha regresado Guillermo con su guitarra a la barra, nuevos artistas plásticos cuelgan de las paredes... 

Otra veterana de esta escena es La Rúa (Reyes Católicos, 26). José Sancho, Jacho, su artífice, golpeó primero la pasada primavera con la programación de unos conciertos-vermú que, pese a todas las restricciones, arrasaron. Anoche arrancó la temporada de otoño con un viejo conocido, Javier Vargas, con «unas ganas y una ilusión de la leche», pero sin lanzar las campanas al vuelo. 

«Falta ver cuál es la respuesta del público, esperemos que buena. La gente sí está con ganas, pero entiendo que muchos aún con cierto miedo. Estamos a la expectativa. Esto ha sido un palo muy gordo y hay que reponerse y volver a lo que se hacía antes», anota contento por regresar a las tablas. 

Ahora que las medidas son más livianas, cogen carrerilla y no pararán. Hoy toca Guiu Cortés, el cantante del Niño de La Hipoteca, y en noviembre esperan, entre otros, a Calavento, Ainoa Buitrago, Razkin, excantante de La Fuga, Frío... Y, por supuesto, se reanudará el aplaudido concurso de música local en directo, que se quedó a medias por la crisis. 

Con entusiasmo y tiento. Esa misma ilusión de los viejos transmite Jesús Cristóbal, uno de los ¿temerarios? ¿valientes? emprendedores que se liaron la manta a la cabeza y abrieron en plena crisis. Quién dijo miedo. Tanto él como su socio, Fernando Ballesteros, profesionales de las artes escénicas, tuvieron muy claro que El Sótano (Obdulio Fernández, 38) sería un espacio para la cultura, para tomar un café y chocar unas cervezas, sí, pero con ella en el papel principal. 

Precisamente, sus compromisos teatrales y la reticencia que aún perciben en la gente a meterse en un sitio cerrado están ralentizando la puesta en marcha de la agenda. 

«La cultura es el estímulo número uno por el que abrimos. El objetivo no era tanto tener un bar, sino una sala donde poder programar y acompañar esa cita con unas cañas o unos vinos», apunta un entusiasmado Cristóbal, quien ve en la cercanía, el punto de informalidad y la diversión tres claves del éxito de la cultura en un bar. La predisposición a divertirte y a participar en lo que sea, dice, es otra: «Aquí tu energía es necesaria para que fluya lo que esté ocurriendo en el escenario, la comunicación es más directa, por no hablar de que la cultura española es muy de bar y juega a favor de estas iniciativas». 

Pese a ese tiento con el que caminan, parados no están. Ya son sede habitual de las tertulias del Ateneo Burgalés y este viernes estrenan una curiosa iniciativa: duelo entre textos de Poe y de Bécquer, a cargo de Samuel Pérez. El público con sus votos decidirá el ganador. Una experiencia que esperan repetir con otras parejas de autores. 

Con cautela despega igualmente la agenda cultural de The Golden Garden (Trinidad, 12), uno de los bares a los que la pandemia pilló casi en pañales, recién abierto. Su propietario, David Herrera, observa que han empezado poquito a poquito con algún acústico con el público sentado en las mesas, exposiciones, un primer monólogo con reserva previa... Su próxima cita: concierto de David Weersma, jugador del Aparejadores, el 19 de noviembre. 

«Estamos introduciendo las propuestas de una manera paulatina para intentar recuperar agenda lo antes posible, pero, por otro lado, tenemos que redescubrir cómo serán los eventos a partir de ahora. Nuestro espacio es limitado y debemos conjugar ambas actividades. La parte gastronómica del local es vital, es la que nos ha permitido sobrevivir hasta ahora», arguye y enfatiza que, aunque la cultura es importante, primero somos un bar. 

Y como tal para él lo fundamental es recuperar la normalidad y el hábito de la gente a hacer de estos lugares parte de su vida. «Algunos ya han olvidado la covid, pero otros aún tienen miedo y es esencial que el público se sienta seguro», defiende con las ideas firmes. 

Con la misma claridad habla Marina Manjón, de La Figa ta Tia (Llana de Adentro, 5), local alumbrado con tres patas, bar, librería y espacio cultural, al que la pandemia dejó cojo a las primeras de cambio. Reconoce que sí planean con cuidado, obviando formatos grandes y apostando por las pequeñas citas. Presentaciones de libros, talleres, exposiciones... Van viento en popa. 

«Poder volver a hacer cositas es muy gratificante. La programación era uno de los tres pilares y lo habíamos perdido. Teníamos ganas de retomar todo esto», concluye feliz por ver la alegría de nuevo entre sus paredes. «Esta es nuestra vocación. Nos mueven las emociones», remacha desde La Figa, con una extensa agenda que comparten en sus redes sociales y colaboraciones de ida y vuelta con espacios similares de otras ciudades. 

ritmo en el polígono. Mirando a lo que se hace en otras latitudes, donde las salas de conciertos se ubican en los polígonos industriales, se avecina un nuevo espacio cultural. Se trata de un proyecto de ampliación de Siesta Brewing Co, una fábrica y degustación de cervezas, que este verano ha sido uno de los destinos de los artistas locales al erigirse en escenario del micro abierto. El ambiente, inmejorable (el próximo: 11 de noviembre). 

«Ahora mismo no hay muchas posibilidades de juntarse para tocar y el micro abierto se ha convertido en una gran oportunidad», advierte Jesús Gadea, antiguo propietario de La Casa de las Musas, que coordina este cartel musical, al que se han encaramado además Memocracia, Sioqué y Sendino en verano y El Twanguero y Corvus V en septiembre. La respuesta, dice, ha sido buena, pero confiesa que sí temen la falta de hábito de la gente de vivir su ocio en los polígonos. «Pero es lo que está ocurriendo en todo el mundo», remacha. 

He ahí una iniciativa más para dejarse llevar por el regocijo de vivir la cultura abrazado a un botellín.