El mobiliario de 'lujo' del bulevar, víctima del abandono

H.J.
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Los bancos de Herzog y De Meuron, que la ciudad pagó a precio de diseño internacional, están rotos en su gran mayoría y los de forma curva se dieron por imposibles hace años por falta de mantenimiento

El mobiliario de 'lujo' del bulevar, víctima del abandono - Foto: Patricia González

El primer tramo del bulevar, el comprendido entre la calle del Carmen y el viejo paso a nivel de Las Casillas, se inauguró en 2011. Muy pronto el vandalismo empezó a hacer estragos y solo tres años después, en 2014, este periódico empezaba a dar la voz de alarma sobre la existencia de destrozos generalizados. De aquello ha pasado más de un lustro y el mantenimiento del paseo más caro de la ciudad va de mal en peor.

Un paseo por la avenida de Valencia del Cid (ni siquiera hace falta recorrerla de punta a punta) deja en la retina imágenes desoladoras, más aún sabiendo que muchos desperfectos ya han superado la media década ante el inmovilismo y la inoperancia del Ayuntamiento.

De norte a sur, desde que arranca el bulevar junto al silo de Capiscol ya vemos paradas de autobús grafiteadas y hasta unas zapatillas colgando del alumbrado, como si Pentasa fuera el Bronx. Las farolas, por suerte, son las que más dignidad mantienen pues ninguna está rota y la inmensa mayoría cumple su función lumínica sin problemas.

Pero a ras de suelo, ay. En el cruce con Las Casillas no hay ni un solo banco circular que haya quedado vivo. A todos les faltan varios de los listones pensados para sostener las posaderas y la espalda, algunos tienen astillas perfectas para rasgar la piel o la ropa de quien osara utilizarlos, lo que a la postre los convierte en incómodos cuando no en amenazantes.

Una vecina de San Julián que cruza lo que antes era una barrera de raíles y traviesas confiesa: «Ni idea de cuánto tiempo llevan así los bancos. Unos cuantos años, seguro». No es de extrañar, teniendo en cuenta que cuesta buscarlo incluso en la hemeroteca. Pero no solo este elemento del mobiliario sufre el paso del tiempo y la desidia de quienes deberían velar por el espacio público. La mitad de los pulsadores de la fuente situada junto a la tapia trasera de Santa Clara no funcionan. La escalinata que asciende por el talud del parque de La Nevera está prácticamente comida por la maleza, víctima de esta primavera explosiva. Los bancos rectangulares, en mejor estado de conservación, están grafiteados con garabatos que no hay quien entienda o con lindezas irreproducibles. Se salva algún poeta adolescente que ha escrito: «Mira quién mata por ti antes de morir por nadie». En el listón situado inmediatamente debajo algún simpático le contesta y rompe la magia: «Este parque es de porros, no de cursis».

Las fuentes ya han dado problemas porque se atascan, algunos pinos jóvenes (pagados a precio de oro) han aparecido tronzados y los paneles informativos de las paradas de transporte público han sido repetidamente grafiteados e inutilizados.

 

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