Patatas Eloy Acero

MARTÍN G. BARBADILLO
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HEMEROTECA | "Son patatas fritas y saben a eso precisamente. Pero son imbatibles: crujientes, sabrosas y en su punto de sal, aunque es difícil describir los sabores sin caer en la tontería. Además, son un ejemplo de diversidad, no hay dos iguales..."

Patatas Eloy Acero

¿Qué son? Unas patatas fritas.

Edad. "Fundado en 1931", pone en la bolsa, así que va para 90.

Y, ¿son de aquí? No de nacimiento. El negocio comenzó en ese 1931 en un local de la calle de Embajadores en Madrid. Al iniciarse la Guerra Civil, el fundador, Eloy Acero, abandonó la capital y cayó por aquí. Pero son más de Burgos que decir "le" en lugar de "lo", créeme.

¿Qué tienen de particular? Los sabores, igual que los olores, tienen un poder de evocación asombroso. Probar una de estas patatas es hacer un viaje por un montón de buenos momentos de la vida propia: el vermut de los domingos con tus padres, los cumpleaños de la infancia, los días de campo de la adolescencia... O el vermut de ayer, el último cumpleaños o el domingo pasado en el campo. Si escoges un producto para los ratos de disfrute por algo será: han estado siempre aquí y están muy buenas.

Y, ¿a qué saben? Hombre, son patatas fritas y saben a eso precisamente. Pero son imbatibles: crujientes, sabrosas y en su punto de sal, aunque es difícil describir los sabores sin caer en la tontería. Además, son un ejemplo de diversidad, no hay dos patatas iguales.

¿Y eso? El truco reside en que están elaboradas artesanalmente. Al parecer, las fríen y las remueven con la espumadera como hace el personaje que aparece en las bolsas.

¿Cómo es ese envoltorio? Las bolsas de Eloy Acero son un verdadero icono pop local. El fondo es de un amarillo intenso digno de ser patentado. Por encima, aparece una especie de rosa de los vientos con una suerte de cocinero sonriente blandiendo la totémica espumadera y la leyenda "Estrella de Embajadores. Marca registrada" (verdadero nombre de las papas). La parte trasera es, a rayas, amarilla y transparente para que se vea el contenido. Si hiciesen camisetas o gorras a partir de este diseño, yo me compraría tres de cada.

¿Dónde puedo conseguir este manjar? Como las marcas del sector del lujo, posee tienda propia, concretamente en la calle Alonso de Cartagena (Vadillos centro).

Es un establecimiento pequeño que tiene un mostrador y a la izquierda una especie de piscina con las patatas a granel para embolsar. De pequeño soñaba en aprender a bucear ahí.

Sí que son exclusivas. En realidad, se pueden conseguir en un montón de tiendas de barrio, panaderías y bares de la ciudad, pero, según tengo entendido, no tienen distribución. Los encargados de esos negocios han de acercarse a la boutique patatera para conseguir el botín.

¿Tienen diferentes presentaciones? Te las puedes zampar desde la bolsa de ración hasta la de un kilo, pero la presentación canónica es la de doscientos gramos. Hay un comercio de pollos asados cerca de la Plaza de España que tiene sobre su mostrador un muro con decenas de estas bolsas, un deleite para la vista que hace salibar de inmediato. Es puro marketing, cada cliente que entra agarra una. Si eso mismo estuviese en una sala del CAB (Centro de Arte de Burgos) sería una instalación de arte contemporáneo.

Además, desde hace un tiempo las producen también sin sal. Afortunadamente mi salud me permite todavía ser fiel a las clásicas.

Tendrán algún inconveniente, ¿no? Pero insignificante: cuando las comes se te quedan las manos un poco aceitosas. Supongo que es el precio a pagar por ese saborazo, y basta con no zamparlas si estás en el notario firmando una hipoteca u otra pena vitalicia (y no quieres poner perdidos los documentos).

Está bien toda esta literatura, pero ¿podría probarlas? Claro, aquí tienes, en bolsa de ración, no nos pasemos.

¡Hum! ¡Hum!...

Y bien...

¿Has dicho que hay de 1 kilo? Otro convencido. Sí, pero ten cuidado dónde pones las manos, te recuerdo que estamos en una página de periódico y no son formas.

Perdón. No pasa nada, pero deja de chuparte los dedos, por favor.

Si quiero parecer integrado... Rebaña las miguitas del fondo de la bolsa.

Nunca, nunca, nunca... Digas que las de tu pueblo son mejores. Además, sabes que estarías mintiendo.