La Bureba integra 'Alma Tierra', elegía a la España vacía

R. Pérez Barredo
-

El prestigioso fotógrafo José Manuel Navia culmina su proyecto de retratar en un libro y en una exposición itinerante el mundo rural que se extingue

Aitor Antón, pastor de Rojas de Bureba. - Foto: Navia

No es un grito de socorro; tampoco un testimonio de denuncia. Aunque podría ser ambas cosas, se trata, más bien, de un canto, de una elegía, de una oda visual hacia unos territorios de paisajes tan radicalmente hermosos como desoladores en los que se extingue lentamente un modo de vida secular sin el que jamás podríamos comprender ni quiénes somos ni de dónde venimos. El proyecto iniciado hace unos años por el gran fotógrafo José Manuel Navia ya es una realidad. Lleva por título ‘Alma Tierra’ y es un doble regalo: un libro y una exposición, que se inauguró la pasada semana en Huesca y que itinerará por todos los lugares que aparecen retratados. Tiene protagonismo en ambas la comarca burgalesa de La Bureba, en la que Navia habitó durante diez días, cámara en mano, el pasado mes de diciembre.

"Este libro y la exposición del mismo título quisieran ser ante todo un homenaje. Homenaje a quienes ya no están, a su cultura y a su memoria, que es la memoria de la tierra. Y también homenaje a las personas que, con energía, resignación o ilusión resisten y pelean cada día por poblar ese mundo rural que se fue o que se está yendo. ‘Mundos campesinos’, en plural, diría Marc Badal, contra la mirada reduccionista que lo urbano intenta imponer siempre sobre lo rural. Podríamos decir que ‘Alma tierra’ se empezó a gestar en 2009, cuando comencé mi trabajo sobre las Tierras Altas de Soria, pero creo que en realidad todo empezó hace muchos más años, cuando el oficio de la fotografía, para mí, fue dando lugar a un modo de vida", explica José Manuel Navia.

   El proyecto, que ha sido posible gracias a Acción Cultural Española y a Ediciones Anómalas, tiene una dedicatoria especial: a todas las personas "que con generosidad, sinceridad y sin alharacas me abrieron sus puertas y su corazón. Muchas aparecen en estas fotografías, las demás laten tras ellas. A todas dedico este trabajo". Como ya explicó a este periódico hace unos meses, luego de haber trabajado en tierras burgalesas, Navia quedó prendado de La Bureba, comarca por la que siente una especial predilección por su condición de símbolo de cuanto ha querido retratar con su cámara. "Decía Azorín que es una Castilla en miniatura y es una frase que no está exenta de razón, ni mucho menos. Es un territorio con una fuerte carga simbólica. Tiene una estructura maravillosa, desde el punto de vista visual muy motivadora. Mi mundo visual y mi mundo vital es el mundo de la meseta, de los páramos; esos lugares en los que parece que no hay nada pero donde cada elemento cobra un valor especial. Y donde la luz, gracias al viento entre cosas, es de una pureza absoluta. Perderte en un páramo es una maravilla. Decía Unamuno que el páramo, a diferencia de la montaña, no puede mirar hacia abajo, sólo puede mirar al cielo. Esa fuerza tan brutal que tienen el cielo y la tierra en los páramos se ofrecen en estado puro. Y eso es muy hermoso". 

Para Navia, que ha sido el fedatario de sentimientos tan aparentemente inasibles como la soledad o el silencio, la desolación o el olvio, el proyecto le ha hecho tener la certeza absoluta de estar asistiendo al final del modo de vida de unas gentes sin las que no podría comprenderse el paisaje que han habitado y aún habitan; el final de una cultura ancestral, basada en la la sencillez, en la autosuficiencia. Sin embargo, la mirada siempre comproetida y tan rabiosamente empática de Navia ha querido iluminar a quienes, todavía hoy, habitan heroicamente y en un silencio resignado, los malhadados territorios que se desangran poblacionalmente por los cuatro costados. Porque en esa España vacía o/y vaciada tan despoblada sigue quedando gente. En el caso de Burgos, y más concretamente de La Bureba, en el libro y en la exposición se elevan por encima del silencio personas como Aitor, pastor de Rojas de Bureba, o son bendecidos por el objetivo de Navia proyectos esperanzadores y singulares que revelan en el apego y respeto a la tierra como la escuela de Antoni Benaiges de Bañuelos de Bureba y el proyecto artístico ‘El Hacedor’ arraigado en La Aldea del Portillo de Busto. Aunque las imágenes son las grandes protagonistas del libro, el texto que lo acompaña está a la altura: lo firma Julio Llamazares, una de las voces que más y mejor han narrado el cosmos rural que ahora se extingue: "De Aragón a Extremadura, de Galicia a Andalucía, de la meseta del Duero a la de La Mancha, kilómetros y kilómetros de territorio y miles de aldeas y caseríos se han despoblado y otros tantos continúan haciéndolo, con todo lo que ello significa. ¿Una elegía? ¿Un alegato contra la marginación de unos españoles por parte del resto? ¿Una llamada a la reflexión a las autoridades y al pueblo español en general? Es difícil contar en pocas imágenes la desaparición de un mundo o la propia relación con él. Yo lo he intentado en una novela y Navia lo hace con estas fotografías, que son una proposición estética pero también moral y política en tanto que lo que se nos narra con ellas nos afecta a todos. La despoblación y la soledad pesan ya tanto en el territorio como en el alma de las personas que hubieron de abandonarlo a la fuerza o que resisten en él contra viento y marea tratando de que su tierra no se quede también sin su condición animada y espiritual. De que el alma de la tierra, en fin, siga resistiendo, puesto que sin su alma éste es un paisaje yerto". Una maravilla.