¿Una gastronomía infecciosa?

Agencias
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El coronavirus podría estar relacionado con unos extraños hábitos alimenticios de China, cuya sociedad devora, entre otros platos, ranas crudas, ciempiés braseados o ratas asadas

China, ¿gastronomía infecciosa?

Las redes sociales chinas hierven estos días con fotos de ciudadanos con mascarilla... pero también devorando ranas crudas, tomando sopa de murciélago y comprando ratas braseadas en los mercados. «¿Cómo no van a contraer virus si comen gatos, perros, culebras y ciempiés?», se preguntan muchos.

Después de conocerse que el mercado de marisco de Wuhan, en donde se comerciaba con animales salvajes de manera ilegal para su consumo, podría haber sido el foco de contagio del coronavirus, han proliferado los mensajes relacionados con la gastronomía que alimentan el estigma contra la comunidad china.

Es cierto que, en determinadas ocasiones, los chinos consumen animales exóticos, pero ni se trata de una práctica generalizada, ni la OMS ha confirmado que ese sea el foco de la infección, ni si es posible contagiarse solamente por consumir estas especies salvajes.

En un país de 1.400 millones de personas, no es apropiado afirmar que los chinos «comen de todo»: el consumo de animales considerados «exóticos» -perros, ciervos, pangolines, serpientes- es una práctica que existe, pero que solo se da en algunas zonas y en ocasiones muy determinadas.

No en vano, muchos de estos productos son exclusivos y caros, por lo que el ciudadano de a pie no los toma habitualmente y, cada vez más, critica estas prácticas.

El caso más documentado es el polémico festival que se celebra en la ciudad de Yulin, en la provincia meridional de Guangxi, donde miles de perros son sacrificados, vendidos, cocinados y consumidos como parte de una tradición que está siendo muy criticada no solo por el maltrato animal, sino también por el mercado negro y los problemas sanitarios que genera.

Pero los chinos no solo comen ocasionalmente animales salvajes como un manjar, para disfrutar de su sabor, sino también por considerarlos una medicina tradicional.

La palabra yewei, que se traduce como gustos salvajes, alude al consumo de estas especies por sus supuestos beneficios nutritivos y con la creencia de que pueden ayudar a sanar dolencias como la impotencia, la artritis o la gota.

En cualquier caso, las autoridades chinas decretaron a finales del pasado enero la suspensión temporal del comercio de animales salvajes, tras detectarse que el origen del brote se encontraría en la mutación de un virus procedente de uno que se vendían en Wuhan y que investigadores de la Universidad Agrícola de China del Sur señalaran al pangolín como posible transmisor de la enfermedad.

Además de pescado, en este mercado callejero también se comerciaba de manera ilegal con carne de rata, pavos reales, liebres recién sacrificadas y hasta cocodrilos.

Sin embargo, el consumo de animales exóticos no es sinónimo de contagio como afirman distintos expertos. El doctor en Microbiología y profesor en la Universidad de Burgos David Rodríguez Lázaro aclara que el nuevo coronavirus es un virus respiratorio, es decir, «su principal modo de transmisión es por inhalación de gotitas respiratorias que contienen partículas víricas infectivas».

«El inicio de esta epidemia se debe a un salto de especie desde un hospedador animal al ser humano», recalca, pero «no existe evidencia de que la transmisión fuese alimentaria, sino por el contacto estrecho entre animales y el hombre».

También la experta en Virología de la Universidad de Barcelona Susana Guix asegura que «en general, el consumo de animales o alimentos de origen animal, a no ser que sean crudos o poco cocinados, no comporta riesgo».

Guix añade que el peligro de que algún virus pase de un animal al hombre será mayor cuanto menor sea la distancia evolutiva entre las dos especies. «Es decir, por ejemplo, es más probable que haya transmisión de una infección vírica entre dos mamíferos que entre un reptil y un mamífero».

Por ello, a la hora de contraer enfermedades por el consumo de animales no influye tanto el hecho de que se trate de una especie salvaje o exótica tanto como el de que la carne esté bien cocinada y su comercialización cumpla con normas de higiene y seguridad alimentaria.