«Cada vez me da más miedo esto, veo que no hay jóvenes»

PATRICIA CORRAL PÁRAMO
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Retratos del Burgos olvidado (XXIV) | A los 6 años, a Carmen Heras Heras la mandaron interna a Salas y añoraba los huevos fritos. A los 16 a Burgos y no soporta la contaminación. A los 50 mira al cielo y le encanta lo que ve desde Cubillo del César

Carmen Heras Heras, hostelera rural, alcadesa, artesana y aficionada a la astronomía y al teatro, en el jardín de la casa rural Roblejimeno. - Foto: Luis López Araico

Constellatio significa grupo de estrellas. Las antiguas civilizaciones se fijaron en ellas por motivos prácticos: navegar, viajar, medir el tiempo y las estaciones o adorar a sus dioses. Los incas las dividían en dos categorías: brillantes y oscuras. No hay duda de a qué grupo pertenece Carmen. Esta es su constelación y estas las estrellas que guían su vida.

Orión. 

Un gigante en la mitología griega, flanqueado en el cielo por su dos perros de caza, Canis Maior y Canis Minor. Una mujer menuda en Cubillo del César, con Juguetona y Canela reclamando mimos y caricias. Al frente de la casa rural Roblejimeno y de un ayuntamiento rural, un mundo por el que teme.«Cada vez me da más miedo, veo que no se recupera esto, que los jóvenes no se quedan... Todo el patrimonio se va a perder olvidado», aventura, a sabiendas de que lidia un combate desigual. Pero no esquiva una batalla. Y alguna gana, por ejemplo junto a la «mosca cojonera» de Ismael Alonso en la puerta de la Diputación y en Madrid, con Pueblos Olvidados.«De no ser por esas manifestaciones en 2012, nos habrían quitado toda la identidad a las pedanías.Si no das guerra es como que no existes», denuncia. 

A Carmen le resultaría imposible vivir hoy en Burgos. «Están todos apiñados, ruidos, coches... y yo la contaminación la llevo muy mal. Además, ahora con la pandemia tienes que esperar en todos los sitios», recalca. Mientras, en Cubillo del César disfruta de la paz y de las estrellas. «De momento el telescopio lo voy a dejar, con el planisferio tengo para aprender». Y enseñar. «Hay clientes a los que te sientes más cercano» con los que comparte sus conocimientos, por ejemplo una familia de Madrid a la que se llevó a ver la lluvia de Perseidas. «Alucinaban», recuerda. No así sus sobrinos, que se resisten a acompañarla por la noche para espantar su miedo.

Bellatrix.

La estrella guerrera. «Tienes que ser autosuficiente». Se refiere Heras a la montaña, donde su aparente fragilidad se torna en fortaleza. «Menuda y con esos mochilones que llevábamos les hacía gracia» pero si quieres escalar, deber ir «sobrada de técnica y de fondo» y saber que el peso se divide a partes iguales. Aunque tiene el Mencilla cerca y hace cumbre cuando puede, nada como aquel viaje al Aconcagua en 2009. «Me suelo acordar de ello y lo echo de menos, fue una experiencia inolvidable», suspira.

A los 6 años, a Carmen la mandaron a un internado de monjas en Salas de los Infantes. «Sí que lo pasé mal. Fue duro», también para sus padres. «¡Lo que más echaba de menos eran los huevos fritos!», exclama. Así que cuando iban a buscarla, una vez al mes, no pensaba en otra cosa. Guarda vívido el recuerdo de los peores manjares, sardinas y berenjenas, y de un niño «al que le daba por pegarnos a 3 chicas». Las amistades y la compañía de uno de sus 5 hermanos dulcificaron el recuerdo de esa etapa en un Salas que apenas ha cambiado. «No ha crecido», opina. 

Betelgeuse.

La estrella más brillante en la constelación de Carmen Heras es su hermano Javier, fallecido en 2016. Omnipresente en la conversación y en su vida, aún se emociona con su recuerdo. Por él comenzó en el grupo de teatro Tierra de Lara, por él regenta la casa rural, por él es alcaldesa, por él está en la Asociación Pueblos Olvidados. «Mi hermano era muy conocido en la comarca y en todo el mundo de la agricultura y la ganadería» y ella comparte ese carácter. Su repentino adiós hizo a Carmen pasar a un primer plano.

‘Por respeto a los espectadores, he esperado hasta el final del primer acto, pero ya no aguanto más, soy la Historia y merezco un papel más importante, no me puedo limitar a cambiar el decorado para ubicar las escenas’, recita en la que es su primera fase en El Conde Fernán González.

Alnilam.

Significa en árabe ‘collar de perlas’. Cuando Carmen se quedó en paro, al cerrar la empresa en la que trabajaba en 2008 y después de 20 años como administrativo, empezó una carrera por llenar el tiempo. Se apuntaba a todos los cursos: informática, inglés en la Escuela Oficial de Idiomas -«a ver si vuelvo y me saco el B.2.2»-... Lo mismo que cuando tomó las riendas de Roblejimeno: mantenimiento de casas rurales, ornitología, astronomía, senderismo...y «el de restauración de muebles 2 veces», añade. 

Sus creaciones de bisutería «eran cosas muy minuciosas que requieren mucha dedicación, con alambre y con cuerdas», que vendía por las ferias de la zona. «Sí que se vende, a la gente le gusta la originalidad», detalla, aunque ahora «lo tengo aparcado, no lo he dejado, porque no tengo tiempo», explica.

Saiph.

La espada del gigante. La de Fernán González y la del Cid. Las dos figuras en torno a las que ha hecho sus pinitos como actriz. Con el grupo de teatro Tierra de Lara desde 2013 y en el rodaje de la serie sobre Rodrigo Díaz de Vivar como figurante. Le tocó el papel de noble y para una escena estuvo 3 de los 14 días que se tardó en completar. Sin pistas no la van a localizar. Busquen en la justa. 

Pero nada como actuar en San Pedro de Arlanza. «Todo el mundo que va, siente algo especial en el monasterio», que después de la inversión de 2 millones de euros que ha acometido el Ministerio de Cultura no han podido estrenar.«No nos dejan opinar sobre lo que se puede hacer en él», lamentan aunque les encantaría actuar allí.«De momento seguiremos fuera», se resigna.

Mintaka.

El nombre de esta estrella se traduce como cinturón. El que mantiene amarrados a los habitantes de Lara a su tierra, conocida como la Laponia burgalesa pero un hervidero de ideas que para sí quisieran ciudades. «Aquí hay personas que tienen muchas ganas, interés...». Ella misma a veces debe convencer a sus hermanos de que no todo es arreglar caminos, fuentes o tenadas. «Ellos son más prácticos, pero es que hay que ser original y hacer un poco de todo, también cosas culturales», recalca para poner como ejemplo una charca, en la que va a colocar un mirador de aves. Porque charco que ve, charco en el que se mete esta estrella.