Las horas en la casa de los niños y mozos de coro

GUILLERMO DÍEZ
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Formar parte del coro catedralicio de niños y mozos exigía cumplir una pautada vida en la que la educación musical era solo una de las disciplinas

Así era el descriptivo atuendo de los cantores. - Foto: Fede

Más de un sobresalto causaría la campana del pasillo cuando a las 05:00 de la mañana durante el verano -a las 06:30 en invierno- comenzaba a voltear sin misericordia alguna...

Otras veces, esa misma campana, producía un anhelado sonido anunciando los recreos o la hora de comer a mediodía. 

(Cuando el mediodía era de verdad a medio día: las 12:00; porque casi cuatrocientos años más tarde, el 17 de marzo de 1940, los relojes españoles se adelantaron una hora de forma permanente; y desde 1973, una hora más en primavera y verano. En realidad seguimos igual: Las 05:00 de la mañana parece una hora intempestiva para levantarse, pero quien ahora lo hace a las 07:00 -y le parece más prudente- se está levantando dos horas antes, es decir a las 05:00. Y quien come a las 14:00, lo hace a las 12:00 de la hora solar. Movemos los relojes en vez de cambiar los hábitos.

Al fondo, la antigua casa de los niños del coro, hoy reconvertida en apartamentos turísticos.Al fondo, la antigua casa de los niños del coro, hoy reconvertida en apartamentos turísticos. - Foto: Fede

En aquellas épocas -sin corriente eléctrica- iluminar una estancia era engorroso y costaba dinero; por eso se intentaba aprovechar al máximo la luz natural y evitar aquellos ambientes aceitosos y humeantes anteriores al uso de la electricidad. O blanquear cada poco tiempo paredes ennegrecidas...).

Los muchachos, vestidos con unas ropas pardas dentro de casa, comienzan el día rezando juntos el Padrenuestro, el Avemaría, el Credo y la Salve. Luego leen una antífona -según el tiempo litúrgico- y terminan con una oración y un verso a Nuestra Señora. 

Seguidamente reciben una primera lección de canto y después van a desayunar.

Al acabar, se visten con sus lobas coloradas (mantos de paño) y sobre ellas las sobrepellices (literalmente ‘sobre las pieles’. Eran unas finas vestiduras blancas que llegaban hasta la cintura) para, a toque de campana, y junto a su maestro, cruzar la calle y dirigirse a la catedral.

Lo primero es entrar en la capilla de la Presentación para rezar al Santísimo Sacramento y a Nuestra Señora. Desde allí se reparten según las indicaciones de los sochantres (responsables de los distintos coros) y se dirigen a las capillas o lugares donde cada día son requeridos en función de las celebraciones.

Cuando éstas terminan, si tienen tiempo, los mismos sochantres trabajan con ellos los versos y antífonas para el día siguiente.

A las 10:00 -las 11:00 en invierno- los niños y mozos de coro salen de la catedral y cruzan Caldabades (‘calle de abades’, actual Nuño Rasura) para regresar a la casa mientras voltea su campana acompañada de aromas de puchero.

Su ración ‘será a cada uno para comida y cena doce onzas (340 g) de carnero, con su principio y postre, conforme al tiempo, a disposición y orden de su mayordomo y maestro; y al que paresciere conveniente darle vino se le dé con moderación’ (No se refiere a los niños, por supuesto, sino a los mozos más mayores que ya tendrían cumplidos los 18 años). En días solemnes se hacen comidas especiales y hay actividades extraordinarias...

Durante la comida, el semanero lee para todos la vida en romance del santo del día siguiente.

Al acabar, se ponen en pie, dan gracias por los dones recibidos y tienen una hora de asueto. Este recreo es especialmente bienvenido y establece una frontera entre las actividades matutinas y las de la tarde.

Tras este tiempo de esparcimiento dedican un rato a la lectura, escritura, gramática y canto según las necesidades de cada uno y como disponga el maestro, hasta la hora de volver a la catedral para los oficios de la tarde.

Una vez éstos concluidos, tendrán una lección de gramática y otra para ejercitar el canto.

La merienda rompe la seriedad de estas actividades y, si el tiempo es bueno, salen a los campos cercanos para pasear y recrearse otro rato: son niños y adolescentes llenos de energía que hay que canalizar...

La cena, durante la cual el semanero lee la calenda (lección del martirologio romano, con los nombres y hechos de los santos, y las fiestas pertenecientes a cada día. En el s. XIII se denominaban calendas los primeros días de cada mes. De ahí surgió lo que hoy llamamos calendario), termina con una acción de gracias seguida del rezo del Avemaría, y, tras comprobar que todos están en casa, se tañe la campana anunciando el cierre de las puertas exteriores.

Aún les quedan otras dos lecciones antes de dormir: una de canto para todos, y otra de gramática con su plática para los mayores. Los más pequeños ‘se ocuparán en leer o escrebir, como al maestro le paresciere’.

Un nuevo volteo de la campana, el último de la jornada, es el de queda, que anuncia la hora de acostarse.

‘Por agora dormirán de dos en dos, hasta que la hacienda dé lugar para otra cosa, salvo si alguno estuviere enfermo, que dormirá solo’.

Burgos, fl. miércoles 25 de junio de 1586

(Cualquier parecido con la realidad es fruto de la lectura, el estudio y la investigación realizados por varias personas sobre una extensa documentación procedente del archivo musical de la catedral de Burgos).

En1308 ya hay constancia explícita de la existencia de niños y mozos de coro en la catedral.

Pero el 23 de abril de 1586 el cabildo redactó y aprobó ‘los capítulos y instrucción para el orden, gobierno y recogimiento de los mozos de coro en una casa para que con el recogimiento, decencia de hábito y sustento conveniente puedan mejor servir a la catedral’. 

Ha de haber 12 mozos de coro, como siempre ha habido, ‘y más si más hacienda hubiere de que se puedan sustentar’.

Se reciben precediendo el examen conveniente para conocer la habilidad, voz, costumbres y edad (no menores de ocho años ni mayores de dieciocho).

Con un presente estable en los 10 años que allí pasan -y un prometedor futuro para muchos de ellos-, es una vida de preparación, estudio y dedicación, con el tiempo más que ocupado -actitud siempre interesante y recomendable-, porque realmente trabajan para la catedral recibiendo a cambio no sólo la manutención, sino también una educación privilegiada y una sólida formación que incluye conocimientos que muy pocos tienen en esa época: leer, escribir y acceder a un libro es un lujo sólo al alcance de la realeza, los nobles y eclesiásticos; hombres, por supuesto, porque para las mujeres es aún más difícil...

Cuando con el cambio de voz llegan a mozos, perciben frecuentemente algunos ingresos para sus gastos personales.

Eso sí: hemos visto que estos chavales dedican al canto unas 6 horas diarias...

Un grupo de adultos se encarga del correcto funcionamiento de la casa: 

Cada sábado, el sochantre semanero distribuye los oficios y tareas que han de realizar los niños y mozos en la catedral durante la semana siguiente, anotándolo en dos pequeñas tablas o pizarras que se cuelgan en la casa y en la sacristía, para que todos sepan cuáles serán sus funciones en esos días: en qué capillas y a qué horas tienen que estar cada uno de ellos para cantar, entonar las antífonas a los caperos (sacerdotes con capa pluvial), recitar los versos y tractos (versículos anteriores al evangelio en algunos días concretos), alternarse con los coros o cantar en el coro principal..., además de otras tareas como encender y llevar los candeleros, preparar los incensarios, alumbrar los altares...

Todos los años, el cabildo nombra los cargos y oficios para la catedral, eligiendo también al mayordomo de mozos de coro, ‘el cual tendrá un libro de la renta, pan, dineros y limosna y escrituras tocantes a la hacienda de los mozos de coro, y juntándose con el mayordomo del año pasado sabrá en qué estado deja las cosas de la dicha hacienda, para que con más facilidad pueda proveer de lo necesario. Para lo cual mandará al comprador que le avise de los tiempos en que se haya de proveer por junto, y será principal ejecutor y superintendente de todo lo que pertenesciere a la dicha casa; la cual visitará muy a la continua, como es cada ocho días, proveyéndola de lo necesario y tomando cuenta cada mes al maestro y despensero del gasto de aquel mes.

Proveerá el mayordomo a esta casa de médico y barbero, señalándoles el salario competente, los cuales tendrán cuenta de venir cuando los llamare y pagará la botica necesaria al fin del año de su mayordomía’.

El maestro, elegido también por el cabildo, vive con los niños en la casa y está con ellos siempre, no sólo para darles las lecciones de música, canto y gramática, sino para supervisar sus actividades en todo momento. Es el principal responsable y educador, tomando todas las decisiones en el día a día. Por ejemplo tiene ‘muy particular cuidado de visitar las provisiones y tomar cuenta al despensero, para que no haya fraude en el gasto y los mantenimientos sean buenos y por moderados precios, y pesar el domingo por la mañana la carne que trajere para provisión de la semana, y ver repartir las porciones la noche antes, y lo mesmo será en los demás mantenimientos’. Por eso no se le paga sólo por las clases, sino que su salario es proporcional a la responsabilidad de todos estos encargos, además ‘tendrá de ración una libra (algo más de 450 gr) de carnero con su antes y pos, y media azumbre (algo más de 1 litro) de vino tinto para comer y cenar’.

‘El despensero se procurará que sea hombre fiel, de buena opinión y fama; el cual dará fianzas de dar cuenta con pago de lo que se le encomendare y tendrá cuenta de traer lo que se le mandare en bueno y acomodado precio, y avisará al maestro o mayordomo de los precios de la cosas que se hubieren de comprar por junto y dará cuenta del gasto que hiciere cada semana los viernes en la noche, por rescibo y gasto, para que al fin del mes el maestro la dé al mayordomo, y toda esta cuenta se ponga en un libro, para que al cabo del año conste al cabildo o a las personas que en su nombre tomaren la cuenta de todo el gasto que se ha hecho, y tendrá de ración una libra de carnero y seis cuartillos de vino, y otra tanta ración tendrá el ama, a los cuales se les dará a cada uno el salario que al mayordomo y maestro paresciere’.

Todos estos datos proceden de: José López-Calo: “La música en la Catedral de Burgos” (volúmenes I-XIV)) (1995-2004) Cajacírculo; César Alonso de Porres Fernández: “El hospital burgalés de Dios Padre y su cofradía”. Boletín de la Institución Fernán González n.º 234, (2007); y de diversas conversaciones con canónigos de la catedral.

Mi especial agradecimiento a quienes trabajan cada día en el archivo catedralicio, realizando esa paciente -y me temo que poco valorada- tarea...