Seis décadas velando por los derechos humanos

A.G.
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El grupo de Burgos de Amnistía Internacional prepara la celebración del cumpleaños de este movimiento con un acto con el que quiere recuperar el contacto con la gente

Miembros del grupo de activistas de Amnistía Internacional de Burgos. - Foto: Jesús J. Matí­as

Fue en las páginas de un periódico donde se encendió hace sesenta años una vela que aún no se ha apagado. La publicación el 28 de mayo de 1961 en The Observer del artículo titulado The Forgotten Prisoners (Los prisioneros olvidados) por el abogado británico Peter Benenson se considera el acto fundacional de Amnistía Internacional, una organización de defensa de los derechos humanos que seis décadas después tiene diez millones de  apoyos en todo el mundo entre personas asociadas, activistas y simpatizantes. En aquellas columnas, Benenson hacía referencia a la historia de un grupo de seis estudiantes portugueses encarcelados por el simple hecho de haber brindado por la libertad de su país, que entonces estaba bajo el yugo de la dictadura salazarista, y pedía que se actuara para conseguir su liberación. Les llamó ‘presos de conciencia’, concepto que definió como aquellas personas que están en prisión por sus convicciones políticas, religiosas u otros motivos de conciencia, sin haber recurrido a la violencia ni propugnado su uso.

La respuesta que obtuvo fue impresionante. Más de un millar de lectores respondieron a su «llamada a la acción», como se define en Amnistía su labor, y poco a poco aquella campaña puntual se convirtió en un movimiento internacional de defensa de los derechos humanos que en apenas un año ya tenía delegaciones en cuatro países denunciando la existencia de presos de conciencia. En 1977 obtuvo el Nobel de la Paz y un año después llegó a España de la mano del sacerdote Manuel Casanoves.

Tendría que pasar más de una década para que Amnistía Internacional llegara a Burgos. En aquel grupo primigenio estaban grandes activistas como María Jesús Martínez, que participó en una reunión en Valladolid de donde surgiría el colectivo local que desde los primeros años noventa del siglo pasado viene peleando por causas que parecen muy lejanas y por otras que están más cerca. Ahora son alrededor de una decena los activistas que nunca fallan para cualquier evento (recogida de firmas, sensibilización) pero en toda la provincia los socios superan ya los setecientos.

«Que Amnistía cumpla 60 años  nos hace sentir mucho orgullo, eso quiere decir que no se ha abandonado la lucha por los derechos humanos sino que, al contrario, cada vez somos más. En Burgos siempre nos hemos sentido muy acogidos, la ciudad nos conoce y colabora con nuestros proyectos cada vez más», explica Carlos Sancho.

El primero, en 1999, fue el de intentar sacar de la cárcel a José Victoriano Acevedo Orbegoso, un campesino peruano  que cumplía cadena perpetua acusado de pertenencia al grupo guerrillero maoísta Sendero Luminoso y de un crimen que no había cometido. Mar Martín, otra de las activistas más veteranas, recuerda su nombre de carrerilla y la alegría que se llevaron cuando por fin esta persona, que sufría una discapacidad psíquica, fue puesta en libertad. Después pasaron otros casos y otras causas: la pena de muerte, la libertad de expresión, la sanidad universal, la violencia contra las mujeres, los derechos de las personas migrantes...

Y ahí siguen un grupo de ‘recalcitrantes’ como les llama Sancho, gente que no falla nunca y que aunque esté lejos siempre aporta «como una de nuestras socias que está en Merindades, pero trabaja muy activamente on line». Porque la labor nunca se acaba, por desgracia.

Sus mayores preocupaciones están ahora en diferentes puntos del mundo como Colombia, país asediado por una enorme violencia que no termina; Israel y su imparable acoso y derribo a Palestina o lo ocurrido en Ceuta hace unas semanas con el paso de miles de migrantes, muchos de ellos menores, impulsados por Marruecos. «Claro que queda mucho por hacer. Es cierto que vamos viendo avances pero también nos preocupan mucho los retrocesos», explica la joven Marta Sánchez, una almeriense afincada en Burgos que ha sido la última en incorporarse al grupo. «Ella es la encargada de darnos las buenas noticias, como cada vez que liberan a un preso en Guantánamo, esto es una evolución que hemos hecho, al principio las reuniones se nos iban en hablar de lo mal que estaba todo y ahora ponemos el foco en lo que va saliendo bien», añade Carlos Sancho.

Los activistas burgaleses van a celebrar el sesenta aniversario de Amnistía aunque aún no saben cómo, cuándo ni dónde. Lo que tienen claro es que van a dejar pasar el tiempo suficiente como para que la pandemia esté controlada -durante toda la crisis no han abandonado su labor, ahora mismo pidiendo que la vacunación llegue a todo el mundo- para poder hacer un acto de calle «y volver a recuperar el contacto con la gente».