El hielo daña buena parte de la flor en las Caderechas

S.F.L.
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Los productores de Salas de Bureba dan casi por perdida la cosecha de cereza de este año. En localidades más altas de la comarca, la floración va más ralentizada y las yemas no han sufrido tanto con el frío

En localidades situadas en las zonas bajas del valle, como Salas, la helada afectó al estado de la flor, y por lo tanto, al fruto. - Foto: Valdivielso

Otra temporada más, y con esta ya van cinco, las suaves temperaturas registradas en febrero y marzo vuelven a adelantar la floración de los cerezos en el Valle de Caderechas. La helada que azotó la zona más baja del territorio burgalés durante la noche del domingo ha provocado daños «irreparables» en buena parte de la flor de los cerezos, que han brotado con más de dos semanas de adelanto. A pesar de que a día de hoy las pérdidas no pueden calcularse, ya que a lo largo de esta semana las previsiones apuntan que los termómetros marcarán de nuevo temperaturas por debajo de los 0 grados, los fruticultores de la zona son conscientes de que la cosecha se verá resentida.

La reducción de flores no tiene por qué afectar drásticamente a toda la producción del área, que gana en calidad cuanta menos fruta llegue a crecer en cada rama. Sin embargo, los casi veinte días en los que el fenómeno natural se ha anticipado en las zonas más bajas con respecto a otras campañas hace de esta una en las que la cosecha más peligro corre. 

En el caso de Salas de Bureba, municipio situado a los pies del valle, la helada del domingo ha sembrado el miedo entre los productores. Casi antes de que cantara el gallo, Germán Ayus acudió a sus fincas a comprobar el estado de sus árboles. «En Salas no va haber buena cosecha esta temporada. Calculo que el 80% de la flor se ha estropeado y nos enfrentamos a una semana crítica, con más heladas y lluvias para el fin de semana», declara este fruticultor.

Asimismo, el salense recuerda que la recolección del fruto rojo repercute directamente en la economía de la zona. «Los empleados contratados, los familiares y amigos que nos ayudan en la recogida alternan después de la jornada en los negocios de hostelería de los pueblos cercanos, realizan compras o llenan los depósitos de sus vehículos en las gasolineras aledañas. Si no hay cereza no hay empleados, por lo que tampoco se generarán gastos», explica.

Juan José Gandía, presidente de la Asociación de Productores y Comerciantes Las Caderechas, asegura que cada año se percibe con mayor claridad los efectos del cambio climático, que impactan de modo directo en el desarrollo de los frutales. Consciente de que dependen exclusivamente del tiempo y de que, ante los cambios radicales poco, por no decir nada, pueden hacer, se aferra a que durante las próximas semanas no salgan días tan despejados para que el hielo no caiga de noche. «Las cerezas permanecerán en peligro hasta mediados de mayo, cuando ya están bien formadas y no hace tanto frío. La helada del domingo no compromete la cosecha total del valle, pero sí puntos concretos como Salas. El problema es que estos descensos de temperatura, generalmente, se encadenan y suelen ir a más. Si  caen por debajo de menos dos grados la producción se pierde», argumenta.

Los fruticultores prefieren pecar de prudentes que de charlatanes y no se atreven a vaticinar la cantidad de cosecha que podrá finalmente recolectarse. A priori, desde la Asociación pronosticaban una producción más abundante que la de 2020, en la que se recogieron unos 150.000 kilos de cereza certificados, nada que ver con las cantidades rebosantes de hace años, que alcanzaban los 500.000. En pueblos altos como Madrid o Herrera el frío no ha pasado tanta factura y los productores calculan que la floración podrá contemplarse al cien por cien de su esplendor a lo largo de esta semana. 

Adopta un árbol. En Oña, a pesar de ubicarse en un terreno bajo, los árboles apenas han sufrido y lucen un espeso manto de flores blancas en sus ramajes. José Ángel Acebes, agricultor feliz de que el hielo no haya quemado las yemas, cuida a sus más de 1.400 árboles con todo mimo para vender el fruto en su negocio una vez que se pueda recolectar. Ofrece la oportunidad de apadrinar a uno de sus ejemplares a todo aquel interesado en disponer de un cerezo para recoger de la propia rama la fruta, una acción muy valorada entre la población de las ciudades. 

Para afianzar el compromiso, existe un contrato de por medio que explica las condiciones tanto del dueño de la finca, como del padrino. El interesado deberá abonar 60 euros el primer año y 15 los siguientes. El precio incluye el cuidado y la manutención anual del árbol. Además, el ‘nuevo propietario’ permanecerá en contacto con Acebes para conocer el estado del frutal.