Esta Navidad huele a pan

A.C.
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Una nueva exposición etnográfica de Aceyam rescata los oficios de panadero y molinero y ofrecerá dos talleres

Esta Navidad huele a pan

En pocas mesas falta el pan cada día, pero el oficio de panadero está en franco retroceso y dando paso a panificadoras cada vez más industriales. Jesús María García, quien ejerció en Medina nada menos que durante medio siglo, desde los 15 hasta los 65 años, ha visto como de las cinco panaderías de la ciudad que él conoció, la de Iradier ‘El Ciego’, la de Josechu ‘Cosita’, La Hidalga, la de los Brizuela y la de los Serna ya solo queda una, La Medinesa, antaño de los Brizuela. Este maestro será el encargado de ofrecer mañana y el próximo viernes, a partir de las cinco, los dos talleres infantiles de elaboración de pan que acompañan a la magistral exposición etnográfica que una Navidad más ha promovido la Asociación Cultural Etnográfica y Artesana de Las Merindades, Aceyam.

Hasta el próximo 16 de febrero, las salas de exposiciones temporales del Museo Histórico de Las Merindades huelen a pan y no poéticamente hablando, sino literalmente. La harina y los panes cocidos para decorar la muestra recuerdan al entrar el sabor de un manjar al que pocos se resisten. La sala principal está presidida por una joya, un molino de finales del siglo XIX rescatado de los valles pasiegos por un coleccionista medinés. Antes de llegar a él, quienes visiten las torres estos dñias pueden observar un apartado de antiguos aperos de labranza, el punto de partida para cultivar el trigo.

Benito Gutiérrez, presidente de Aceyam, recuerda un dato para ilustrar la distancia que las máquinas han puesto en el campo en poco más de setenta años. "Toda la cosecha que una familia de ocho miembros podía recoger durante todo el verano equivale actualmente a una jornada de trabajo con una cosechadora", asegura. Eran tiempos de esfuerzo, de vueltas a la era para separar el trigo de la paja.  Después había que llevar el cereal al molino.

Esta Navidad huele a panEsta Navidad huele a panLos modernos y potentes arados actuales han sido los que han sacado a la superficie muchas piezas de molinos celtíberos. En la muestra de Aceyam hay varios, aunque uno especialmente llamativo con una antigüedad de entre 3.000 y 4.000 años. Agarrando su asa y dando vueltas a una piedra sobre otra, el grano se torna polvo poco a poco. Un molino manual de los años de posguerra, cuando la harina era un objeto de lujo que los estraperlistas utilizaban para ganarse el jornal, también se puede ver en la exposición, que se completa con fotografías de recreaciones de los oficios de molinero y panadero.

Al molino se dirigían los vecinos con su talega de lino -el mejor material para confeccionar los sacos donde transportaban la fina harina- a lomos de sus animales. Allí cabía una fanega de trigo -43,2 kilogramos- con la que una familia horneaba pan para tres semanas, según Gutiérrez, quien conserva en su memoria el día a día de mediados del siglo pasado. Recipientes de medidas y otros utensilios dan paso al molino, al que acompañan incluso las herramientas con las que el molinero iba labrando los surcos que la molienda iba desgastando y había que renovar para que la harina se fuera deslizando por ellos.

Las paneras de mimbre sobre las que se posaban los panes, los cedazos donde se cernía y separaba el salvado de la harina o las artesas de los antiguos panaderos se pueden contemplar en las torres de Medina estos días. No falta detalle en una muestra, donde se expone un cedazo de panadero, en el que las harinas iban a parar a tres cajones diferentes en función de su textura, más fina o más áspera. Una fermantadora es otra de las piezas ya poco habituales en las panaderías modernas.

Y para acabar, el horno de leña con forma abovedada transporta a los años en que las familias elaboraban su pan de manera comunal en los pueblos. Los niños que quieran conocer estos secretos pueden inscribirse en los talleres gratuitos en el museo (947 147 746) de 11 a 14 y de 16 a 18 horas, salvo los lunes y los festivos navideños.