Lista de espera para recoger el fruto rojo

S.F.L.
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La campaña de recolección de la cereza del Valle de Caderechas de este año se caracteriza por la mano de obra burebana. Según avancen las semanas, los productores irán contratando más personal de la zona

Daniel Gandía, hijo de un productor de Caderechas, muestra parte de las ocho hectáreas que ocupan sus más de 10.000 cerezos en una finca de Rucandio. - Foto: S.F.L.

El paisaje humano de Las Caderechas ha cambiado en el arranque de la campaña de recolección de la cereza. En las localidades del valle no se ve el habitual desfile de rostros extranjeros -principalmente africanos-  que acuden cada verano en busca de jornales en la fruticultura. El coronavirus lo ha cambiado todo. «La cosecha viene buena pero el agua y el hielo en los meses de abril, mayo y junio estropeó una cantidad importante, dejando a muchos de los productores sin apenas producción pendiendo del árbol.

No obstante, los fruticultores que más kilos de cerezas recogen en la zona han recibido más llamadas que ningún otro año de ciudadanos -sobre todo de la comarca burebana y la provincia burgalesa- ofreciéndose para trabajar en el campo. De hecho, Juan José Gandía, un reconocido productor de Salas de Bureba, afirma que tiene en lista de espera a gente para que una vez avancen las semanas y comiencen a madurar otras variedades, contratarlas. «Es un año atípico para todos y se perciben las dificultades por las que pasan algunas familias y la necesidad de incorporarse, aunque sea para un corto periodo de tiempo, al mercado laboral», declara.

Gandía, que además es el presidente de la Asociación de Productores y Comerciantes de Las Caderechas, ha contratado a dos jóvenes salenses para el inicio de la temporada. Marta y Elena Núñez, además de compartir apellido, también comparten árbol, cubo y escalera. Ambas tienen experiencia en la actividad, ya que llevan varios veranos aprovechando el parón en los estudios y en el trabajo para ganarse un jornal recogiendo el fruto estrella de la zona.

Elena es una profesora de 33 años que desde niña ha disfrutado de los fines de semana y vacaciones en la localidad burebana. Desde hace ya seis años su despertador suena casi en el mes de junio y las primeras semanas de agosto antes de que amanezca avisando de que llega un nuevo día de faena en la finca. Asegura que es una actividad muy llevadera y que las condiciones son estupendas. Trabajan de lunes a viernes de 7 a 2 y pese a que hay días en los que las altas temperaturas azotan fuerte, es bastante admisible porque generalmente las mañanas son frescas. «El calor es un factor duro pero lo sufrimos pocas horas. Hasta las doce se puede aguantar perfectamente  pero como estamos muy metidas en el trabajo, el resto del tiempo se pasa rápido», declara.

Para Marta esta será su tercera campaña y pretende repetir -en caso de que la necesiten otros años- como mínimo hasta que termine sus estudios de Derecho y Administración de Empresas. La joven declara que es un trabajo muy cómodo porque el terreno hasta el que se desplazan cada día está en Rucandio, a menos de diez kilómetros de su casa y «pese a que el madrugón sea considerable, luego tenemos las tardes para descansar y disfrutar y los fines de semana», apunta.

Asimismo, las ganas de aprender y el afán de superación del hijo de Juan José, Daniel, hacen que el productor deje en sus manos muchos días la organización del trabajo. «Elegí estudiar Ingeniería Agrícola porque me apasiona el campo, los tractores y los frutales. Lo he mamado desde pequeño y ayudo con mucho gusto a mis padres», manifiesta. Durante las próximas semanas y según vaya madurando la cereza, Gandía asegura que tendrá que contratar más personal. «En mi principal finca tengo más de 10.000 cerezos y necesito más mano de obra», expone. Con respecto al mantenimiento del terreno y de los árboles, el del valle confirma que hay una inversión importante vinculada con el riego en regadío pero que «este fruto no requiere de mucha labor, a excepción de mayo, junio, julio y agosto que nos faltan horas en el día», añade.

Otros de los productores que pertenecen a la Asociación de Caderechas y se dedican exclusivamente al cultivo de frutales en Hozabejas -en pleno valle- y la venta del producto en Burgos y Bilbao son Julián Alarcia y su mujer. La imposibilidad de traslado entre algunos países ha impedido que la cuadrilla de hombres argelinos que contratan cada año no hayan podido venir a España. Dentro de la Marca de Garantía existe la posibilidad de inscribirse en una bolsa de empleo a la que los productores tienen acceso por si necesitan mano de obra. En el caso del matrimonio, contactaron con los operarios asalariados y desde la semana se acercan hasta los terrenos. «Este año solo necesitaremos la ayuda de dos porque mucho del cultivo lo hemos perdido», manifiestan.  

Así, Javier se dispone cada día con ilusión a recoger cerezas. Es la primera vez que lo hace pero confía en que no se le da mal. Vive en Briviesca y la covid-19 ha provocado que la empresa de madera donde trabaja por temporadas no cuente con él por el momento. «No me ha quedado otro remedio que buscarme la vida y la verdad que estoy muy agradecido de que cuenten conmigo», declara. «No hay peros que valgan y un extremeño, ¿qué va a decir del calor de Burgos? Todo bajo control», testifica.