«Producir a un grupo es ser partícipe de sus sueños»

ALMUDENA SANZ
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Diego Galaz hace sus pinitos en la producción artística de discos ajenos desde que hace ocho años se metió en el estudio con la ópera prima de La M.O.D.A. La lista sigue con La Mare, Técanela, María de la Flor, Caamaño& Ameixeiras, Emilia y Pablo...

Diego Galaz trabaja en el pequeño estudio que ha montado en su casa de Atapuerca, en el que conviven ordenadores y micros con sartenes, latas de pimentón, mandolinas o violines. - Foto: Alberto Rodrigo

Cuando la reja de una ventana se retuerce en clave de sol no hay duda. Ahí habita la música. Y en una pequeña casa en el cogollo del pueblo de Atapuerca se forja la biografía de Diego Galaz. Músico impenitente, instrumentista insólito, mitad de Fetén Fetén, valedor del sonido de raíz, compositor sin voz... y productor artístico. Últimamente, sus redes sociales bullen de fotografías con grupos que han confiado en él para sus nuevos trabajos. María de la Flor, Técanela, La Mare, Caamaño-Ameixeiras, Emilia y Pablo... El violinista burgalés cose España. Se reúne con los artistas, pasa días con ellos, estira las horas, los baja del pedestal y los aúpa al olimpo... Trabaja también en soledad. En un pequeño estudio con vistas a un feo callejón que tiene su encanto hasta una mañana triste de febrero. 

Un ordenador de pantalla grande, uno más pequeño, un micro y algún altavoz conviven en la mesa con una sartén con una cuchara, una lata grande de pimentón, el libro Consejos para jóvenes músicos, de Robert Schumann... Y que no falte un pósit. La cuca estancia se estira para dar cobijo a guitarras, mandolinas, violines, fundas de otros instrumentos, una pandereta, una partitura en el atril, un manojo de acreditaciones colgadas como si estuvieran al oreo para curarse con los vientos de la sierra... Suenan bulerías a unos metros de la cuna de la Humanidad. 

Todo empezó con el primer disco de La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A.). Cuando se metió en harina con el septeto burgalés para alumbrar ¿Quién nos va a salvar?, ya había hecho sus pinitos con los propios álbumes de Fetén Fetén, pero ahí como grumete, porque el capitán siempre ha sido Carlos Raya. 

¿Qué pasó con los chicos de las camisetas blancas para que les hayan seguido más formaciones? 

«Se trata de aprender un oficio diferente, que tiene que ver con todo lo que uno sabe, y yo, por suerte, he trabajado con los grandes productores de este país como músico. Los oficios se hacen con maestros. Cuando no hay una carrera como tal, aprendes de lo que ves», introduce antes de viajar a hace casi diez años, a esa primera vez en la que el discípulo dio un paso al frente.

«Siento que junto a La M.O.D.A. hicimos un gran trabajo. Yo estaba aprendiendo, ellos, también. Al final, me di cuenta de que estaban todas las pautas que yo quería seguir como productor: una empatía personal grande, un proceso donde el aprendizaje sea, aunque arduo, lento y donde las bandas utilizan ese disco como catalizador para mejorar. La producción que yo quiero es vivir el día a día con el grupo y todo el proceso del disco, desde el punto cero hasta el final», se explaya este hombre orquesta que toca muchos palos, sin sacar el pie del tiesto de la música. 

Pero... ¿Cuál es concretamente el trabajo de un productor artístico? Habla de ambigüedad. Y de poesía: «Producir a un grupo es ser partícipe de sus sueños. Cuando aceptas ese trabajo, ellos te meten en un objetivo tan importante en la vida de un músico como es hacer un disco. Un productor intenta preservar la esencia de lo bueno y restar lo malo, que suele venir por un exceso de vanidad o de inseguridad. Es muy importante la motivación y trabajar la humildad». 

Con estas cosas claras en el equipaje, Diego Galaz se ha metido en el estudio con un puñado de bandas que transitan en el campo de la música popular.

Su manera de trabajar hace que la producción de un disco se pueda alargar hasta un año. «Hay encuentros, tienes que ver el ritmo, si el grupo crece o no, dedicar unos días a ensayar...», señala sabedor de que están esos otros productores, sobre todo de músicos con larga trayectoria, que se encierran tres días en el estudio y sale un álbum redondo. «Pero como a mí me está saliendo ese trabajo bonito de acompañar los primeros o segundos discos de grupos y artistas emergentes el trabajo es arduo. Lo llevo bien, aunque me complique la agenda». 

¿El disco ha recobrado protagonismo al ritmo que la pandemia ha borrado los directos?

«El fetiche del disco está desapareciendo. El formato de escucha ha cambiado. Hasta hace poco las producciones requerían un esfuerzo de calidad porque la gente se sentaba en el sofá a disfrutar de todas las canciones. Nosotros los hacemos por una poesía y unos valores», responde y agrega que, con todo, la música se encuentra en un punto intermedio en el que las bandas todavía quieren hacer un disco, aunque ya no sea lo que era. 

«La mayoría de las producciones se trocean, se hacen en diferentes semanas, sale un single y a los meses, otro... Antiguamente no era así», anota. No se va tan lejos para traer a colación, por ejemplo, el trabajo que hizo hace dos años con Pedro Pastor, encerrados en el estudio hasta que salió. 

Junto a estos artistas que, con más o menos fuerza, afloran ahora, ha colaborado con nombres de relumbrón. Se ha colado en trabajos de nombres consagrados como Quique González, Pasión Vega o Rozalén -con la que Fetén Fetén inicia el lunes una residencia artística en La Coruña-. Reconoce que la cosa cambia con ellos. «Tienen muy claro lo que quieren y tú debes preservar lo que ha dictado su trayectoria, pero aportar un cambio, que por eso te llaman». 
El productor, en ocasiones, se confunde con el arreglista, que, recientemente, ha dejado su pincelada en canciones de Raphael o La Oreja de Van Gogh. Cosas de contar con muchos productores amigos que tiran de teléfono y le hacen «regalos maravillosos». 

Saca pecho igualmente cuando al otro lado de la línea escucha la voz de artistas burgaleses, como una reciente incursión en el hip hop de Víctor Rutty y Rober del Pyro o la canción que produjo en el proyecto Nostalgia en los autobuses, de David Ruiz. 

«Todo lo que pueda hacer en Burgos me hace mucha ilusión porque aquí hay proyectos con mucha calidad», enfatiza el músico que en pocos minutos subirá las escaleras hacia ese estudio habilitado en el que fue un viejo desván en la casa de un pueblo de Castilla.