El Ray Charles de orillas del Ebro

R.C.G.
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Luis Pinedo 'Pititi' está considerado el primer bluesman español y una leyenda musical del país tras medio siglo sobre los escenarios. El sábado protagonizará el primer concierto tras el coronavirus en el entorno de Miranda

El Ray charles de orillas del Ebro

Su garganta no está castigada por el whisky y el humo en tugurios oscuros como marca la tradición ni ha nacido en Nueva Orleans. Si alguna vez ha visto la ciudad a la que se considera cuna de la música afroamericana, ha sido en una foto en la portada de un disco.  Tampoco habla inglés. El poco que chapurrea lo ha aprendido de las letras de las canciones. Pero aún así Luis Pinedo ‘Pititi’ es el primer bluesman español. Y posiblemente el mejor, como sigue demostrando todavía encima del escenario con las ocho décadas llamando ya a su puerta.  

Si la música no se hubiera interpuesto en su camino posiblemente el atletismo o la natación hubiesen tenido una figura nacional porque "me encantaban y además me hubiese esforzado más que en cantar". Pero esa voz ronca estaba predestinada al idilio con el micrófono. Fue un amor tardío, pero de los que duran para toda la vida. A través de una emisora internacional Pititi devoraba las canciones de esos grupos extranjeros que en la España de mediados del siglo pasado apenas sonaban en los guateques. Por eso cuando un amigo le invitó al local de ensayo de su nuevo grupo y se arrancaron con un tema de The Animals, se animó a tararearla. La banda necesitaba cantante y acababa de encontrarlo, aunque les costó un poco convencerle porque "ellos decían que lo hacía bien pero a mi me parece que no era para tanto". Al poco tiempo debutaron como Yacarés en Vitoria aunque el nombre fue efímero, porque tras un par de actuaciones, pasaron a llamarse Los Búhos. La leyenda estaba en marcha.

Cuando todos los artistas de la época cantaban rock en castellano, ellos desgastaban pistas de baile con versiones de los Kinks o los Stones. Eran diferentes, así que no había semana en la que no tuvieran tres y hasta cuatro conciertos, siendo fijos en el emblemático café Iruña de Bilbao, donde un representante no tardó en ver que el talento de aquellos chavales no se podía malgastar en los bares. Aunque la tentadora oferta de tocar en el  festival de jazz de la Semana Grande para reemplazar a unos alemanes que se habían caído del cartel  fue rechazada inicialmente, en el coche de regreso a casa se lo pensaron mejor. "Tuvimos que preparar el repertorio en apenas diez días, pero fue un éxito", recuerda Pititi, que cuando cierra los ojos aún rememora la sensación de ver la plaza Unamuno rendida a sus pies. Estaban dando sus primeros pasos los años 80 y acababa de nacer la Dolphin Blues Band, formación que es parte de la historia musical de este país. No eran los únicos que hacían ese estilo por entonces pero sí fueron los primeros en grabar un álbum con la colaboración de un artista americano. Fue el pianista tejano Little Willie Littlefield el que sumó su talento al de los mirandeses.

El Ray charles de orillas del Ebro El Ray charles de orillas del Ebro

La Dolphin recorrió decenas de ciudades, compartió escenario con Miles Davis o B.B. King y sus integrantes recibían en los camerinos el tratamiento de estrellas. Podían haberlo sido,  pero no quisieron. Rechazaron muchos conciertos y propuestas de sellos discográficos. Pititi nunca quiso dejar su trabajo en una fábrica de maquinaria agrícola y ni se planteó cambiar el Ebro por la brisa del Misisipi. Las rondas de vinos con los amigos le llenaban más que los cantos de sirena para dedicarse profesionalmente a la música. A día de hoy, todavía niega con una sonrisa pícara que un productor le ofreciera cruzar el charco para lanzar su carrera "Tengo muy mala memoria para esas cosas", se justifica antes de cambiar el foco de la conversación. Si pudiera volver atrás, ¿tomaría otra decisión? "No lo creo, aunque quizá si hubiera ido alguna vez a Estados Unidos me hubiese quedado porque no tenía ningún compromiso familiar por entonces".

La Dolphin no llegó a más no por miedo a las alturas sino por falta de ambición. "En aquella época era más fácil vivir de la música que ahora pero nosotros no quisimos dar ese paso porque no nos llamaba irnos a Madrid o una gran capital. Estábamos muy a gusto en nuestra casa", afirma este genio de aire despistado y mirada vivaracha.  Con mucho menos recorrido que él, otros hubiesen escrito ya una autobiografía. Pero a Pititi hay que sacarle casi a regañadientes que su nombre encabezó carteles de las mejores salas y que compartió escenario con varios de los más grandes del rhythm and blues . Él era uno de ellos.

De haber nacido en una gran ciudad, seguramente hubiera tenido más reconocimiento. No es algo que le quite el sueño porque su concepto del éxito no está asociado a la fama, sino a la felicidad. Y en eso ha sido todo un triunfador. Es esa filosofía vital la que le permite echar la vista atrás y recordar sin nostalgia, porque "hice siempre lo que quise". Del camino andado, no borraría ni un solo paso. Su único pesar cuando se le obliga a rebuscar en el cajón de las deudas pendientes, es no haber adquirido más formación musical ya que todo lo ha hecho de oído.La época de la Dolphin se acabó, pero la voz de Pititi nunca se ha apagado. Llegaron otras formaciones hasta consolidar The Song, con la que sigue en activo sin perder la pasión porque "hay que cantar siempre con pasión aunque nadie te escuche". Tampoco ha perdido la timidez, que cerca de mil conciertos después todavía le hace sentir ese cosquilleo previo a subirse al escenario, su lugar en el mundo y del que no piensa bajarse "mientras el público no me lo pida.  Me gustaría morirme cantando, aunque dependerá de la gente".

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Pititi ha recibido varios homenajes y ha escuchado todo tipo de elogios a lo largo de medio siglo de carrera, aunque no puede evitar ruborizarse cuando alguien alaba su prodigiosa voz, a la que los años han ido restando agudos pero dando más cuerpo. Es una leyenda del blues, con todas las letras, por mucho que rechace esa etiqueta. "Solo he hecho música para divertirme y que la gente se olvide de sus problemas y pase un buen rato. Esa ha sido toda mi pretensión en este mundo", asegura con la misma humildad que ha marcado cada uno de sus 79 abriles.  Si su padre, que tantas veces le persiguió por el pasillo de casa con la flauta travesera intentando inculcarle la vena musical, pudiera ver dónde llegó su hijo "se caería patas arriba". Quizá lo esté viendo desde algún lugar junto a su ídolo Ray Charles. Los terrenales nos conformamos con disfrutar de Pititi en cada concierto o simplemente con escucharle entonar una melodía cuando se aleja en su bicicleta. Música en estado puro de alguien que la lleva en la sangre.