La esperanza de la gran pantalla

ALMUDENA SANZ
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Las salas confían en que la fiesta del cine sea el trampolín para volver a la normalidad pese a una floja primera jornada, salvo 'Maixabel'

‘Maixabel’ llenó la sala 1 (al 75 por ciento) sin que faltaran los avances de los próximos estrenos. - Foto: Alberto Rodrigo

Nunca una fiesta del cine había dibujado una imagen tan desangelada en el vestíbulo de los Van Golem y, sin embargo, el creciente murmullo antes de la segunda sesión (siete y media, ocho menos cuarto, ocho) casi es para tocar las palmas. La pandemia ha azotado a las salas y esta cita, que mantiene todos sus ingredientes pero se promociona con el nombre de Yo voy al cine, se mira como la gran esperanza para recuperar una normalidad que se resiste para la gran pantalla. Las entradas a 3,5 euros es el gancho de esta iniciativa que se alarga hasta el jueves, un día más que en anteriores ediciones. 

Despegó ayer este guateque con calma. No hubo problema durante todo el día para sacar un tique para cualquiera de los largometrajes en cartelera. Solo se complicaba para Maixabel, el filme de Iciar Bollaín sobre el encuentro entre la viuda de Juanmari Jáuregui y el etarra que lo mató, estrenada el viernes. Y solo para esa segunda sesión. Ayer apenas quedaron un par de butacas libres en la primera fila. Para la primera y la tercera horas, sin dificultades. Aun con el 75% del aforo y la obligatoria mascarilla, la sala 1 presentaba la imagen de las buenas ocasiones. Un mar de cabezas en el patio de butacas, reencuentros entre viejos espectadores, la linterna de la acomodadora ayudando a los señores que llegan tarde, tropezones en las filas para llegar al asiento asignado, el crujir de las palomitas... 

Contrastaba esta fotografía con la de otro estreno, Cry Macho, de Clint Eastwood. Empezaba quince minutos después que la española y, a punto de apagarse las luces, el público no llegaba a una decena. 

La gerente de los Van Golem, Alicia Alonso, aventura que esa baja afluencia con respecto a otras ediciones, en las que siempre había una triunfadora pero finalmente todas se llenaban, se puede deber a que la gente aún no se ha enterado. No importa. Quedan tres jornadas. Y la ilusión no se la quita nadie. 
«Este año va flojo y esta fiesta del cine puede suponer que la gente venga, se encuentre a gusto, vea que es seguro y recupere el hábito», expone y confía en que se produzca el mismo efecto dominó que provocó Ocho apellidos vascos en una anterior fiesta del cine. «La peli trajo a gente al ser barato y luego se quedó. Espero que ahora pase lo mismo. Una película como Maixabel puede conseguirlo», sostiene empujada en su optimismo por esta casi normalidad en la evolución epidemiológica. «El cine tiene que empezar a ser incluido como una rutina más», remacha con todas sus expectativas puestas en esta promoción, que también se oferta en los Odeón, en El Mirador. 
Aunque Maixabel se presume desde ya como la gran vencedora, la cartelera se contonea con diversidad de propuestas como Dune, Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos, Adiós, idiotas, Sevillanas de Brooklyn o, para toda la familia, La patrulla canina