Carriles que descarrilan: tramos absurdos en la red ciclista

H.J.
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Mientras el ambicioso Plan de Movilidad plantea casi 150 kilómetros de nuevas vías ciclistas en la ciudad, el remate de decenas de tramos ejecutados hace muchos años roza el esperpento

Junto al polideportivo Talamillo, en la calle Victoria Balfé, la vía ciclista acaba directamente sobre las baldosas - Foto: VALDIVIELSO

El Ayuntamiento de Burgos acaba de sacar del horno el Plan de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS). Es un tocho de 400 páginas que quiere ejercer de hoja de ruta para diseñar los modos de transporte en la ciudad del futuro inmediato y ya está aprobado por la Junta de Gobierno, tras lo cual ahora se encuentra en fase de alegaciones.

Se trata de un documento ambicioso que apuesta por la movilidad colectiva y no contaminante, que pone dificultades al coche y que pretende beneficiar a los autobuses, a los peatones o a los ciclistas. Pensando en estos últimos plantea casi 150 nuevos kilómetros de vías ciclistas a lo largo de toda la ciudad, pero al mismo tiempo reconoce que existen multitud de itinerarios ya existentes pero sometidos a constantes interrupciones en su trazado que desincentiva el uso y desespera a los ciclistas.

En efecto, la red actual presenta decenas de carriles que, llegados a cierto punto, descarrilan. No tienen continuidad, van de ningún sitio a ninguna parte, acaban de forma abrupta o absurda y algunos rozan el esperpento. Quien se mueva frecuentemente en bici por la ciudad sabrá muy bien de lo que hablamos, y a los peatones les bastará con prestar un poco de atención para detectar que a sus 'convivientes' los ciclistas muchas veces no se les pone fácil.

Sucede, por ejemplo en el parque lineal del río Vena, donde en un punto cercano a la avenida Casa la Vega los itinerarios ciclista y peatonal se cruzan de forma sorprendente y sin previo aviso. O junto al polideportivo Talamillo, donde un ramal ciclista acaba desembocando en las baldosas de la acera. O en Santa Dorotea, cuya rotonda es una trampa para quienes procedan del carril bici del parque Europa. O en tantos otros sitios.

El colectivo Burgos con Bici lleva años siguiendo un recuento de los tramos ciclistas que están totalmente aislados de la red o parcialmente desconectados. Entre los primeros subrayan como más clamorosos la glorieta de López Bravo con la calle Valle de Mena (polígono de Villalonquéjar), un minúsculo tramo de pista bici en la isleta entre la avenida Caja Círculo y la avenida de la Industria (junto al cementerio), la glorieta del Polvorín de Las Rebolledas, la calle León, el pasaje de Per Abat (traseras del Teatro Principal) y los campos de fútbol de Pallafría.

A ellos se suman 14 ejemplos más de tramos en los que a un lateral le falta conexión con el resto de la red. Estos van desde el barrio de Fuentecillas a Gamonal norte, pasando por la zona sur, Fuentes Blancas, Pentasa o el Coliseum.

Y además, tramos negros. Pedro Mediavilla, como portavoz del colectivo ciclista, recuerda que en esta relación "no están incluidos tramos 'negros' del trazado actual", considerados así bien por su estado de mantenimiento o bien por problemas de visibilidad o por su diseño inadecuado. "En general, metería como punto negro la mayoría de las aceras bici de la ciudad", lamenta.

Así las cosas, y por mucho que el Plan de Movilidad Urbana Sostenible aspire a colocar una vía ciclista a menos de 300 metros de cada hogar burgalés, antes de diseñar nuevas rutas convendría empezar por rematar sinsentidos que bien comunicados volverían a gozar de plena operatividad.