La mano tendida que ayuda a los olvidados

Ó.C
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El Centro de Día de Cáritas abre su puerta a las personas sin hogar pero el pilar que lo sostiene es la figura de los voluntarios. Unos colaboran por caridad y otros lo hacen tras conocer bien lo que significa quedarse en la calle

La mano tendida que ayuda a los olvidados

Jesús María Presa, Juan Manuel Alcain, Javier Areso y Pedro Casares. Estos cuatro nombres forman parte de una lista de 55 personas que tienen una cosa en común: son voluntarios en el Centro de Día para transeúntes. Esta instalación forma parte del servicio de Atención a Personas sin Hogar de Cáritas, un programa que como explica su coordinar en la ciudad Alfonso Menéndez está "muy asentado porque se desarrolla desde los años 80". El centro tiene menos tiempo ya que arrancó hace unos diez años, aunque ya se ha convertido en una herramienta fundamental para ayudar a las personas sin hogar, sobre todo cuando hace frío y los olvidados tienen más dificultades en la calle.

Más allá del espacio en el que los transeúntes comen y se toman un café caliente para poder calentarse, el pilar que sostiene el centro son los voluntarios. Del total, Menéndez indica que la mayoría son mayores pero además, entorno a un 10 o un 15% son personas que conocen bien lo que significa estar al otro lado, a quedarse en la calle. Uno de los que actualmente está colaborando con Cáritas tras pasar por esta situación es Juan Manuel Alcain. Mientras prepara pescado para una de las comidas habla de su experiencia. Sin dramatismo y con serenidad, Juanma, como le conocen en el centro, indica que su labor es la de ayudar en la cocina pero cuando hay que hacer alguna otras cosa se hacen.

"Colaboración", resume Juanma, que no esconde que estar entre fogones siempre le ha gustado y cuando "me dieron la oportunidad de estar aquí lo aproveché". Su caso suena como el de muchos y en su historia resuena una palabra por encima del resto: "Crisis". Cerca de cumplir los 58 años confiesa que él estuvo "poco tiempo en la calle" porque defiende que "siempre me ha salido algo" salvo cuando la situación se complicó.

La mano tendida que ayuda a los olvidadosLa mano tendida que ayuda a los olvidados

En ese momento es cuando pasó a formar parte de los olvidados pero ya lleva año y medio dentro del grupo de los que tienden la mano. A cambio apunta que Cáritas le ayuda dándole hueco en uno de los pisos tutelados y también comida. La que él ayuda a preparar. "Nunca he puesto pegas pero hay quien las pone", afirma sobre el día a día, aunque cuando alguno de los que se queja vuelve al comedor bromea: "Al final calidad precio no está nada mal".

Juanma se mueve como en casa por el centro y se nota que también se ha ganado el cariño del resto de voluntarios. Jesús María, Javier y Pedro también regalan su tiempo y lo hacen porque "hay mucha gente que lo necesita", reconoce Javier, que a sus 81 años hace uno de los turnos junto a Pedro. Así durante los últimos diez años.

En el albergue ocupan una franja horaria por parejas y si les toca se encargan de repartir el café con pastas. Así se distribuyen para recepcionar a cada una de las personas que cruzan el umbral de la puerta en busca de un lugar para pasar las horas. Jesús María también acude puntual al Centro de Día de Cáritas desde hace diez años y reconoce que al margen de cumplir con la función meramente administrativa de registrar a las personas que entran, dentro de sus funciones también está "charlar con los que quieren para conocer sus necesidades y sus inquietudes".

En su caso reconoce que "me abro rápido" por lo que la conversación sale con naturalidad. En la otra parte reconoce que "hay personas que se abren y se nota que lo hacen con verdadera sinceridad". Eso hace que les de tiempo a empatizar, aunque sea poco tiempo, con los que acuden y como explica Javier, tras escuchar algunas historias uno mismo se plantea una pregunta mil veces escuchada: "¿quién te dice que no a va a llegar tú a esa situación?".

El tiempo les ha dado a los tres un buen número de recuerdos. Algunos a pesar de solo haber coincidido unas horas con cada persona. Entre todos los casos, Pedro recuerda con Javier la historia de "una familia de repatriados que llegó de Bielorrusia", arranca a contar Pedro. El relato, al menos en este caso, tuvo un final feliz, aunque no siempre es así. De esta manera, los voluntarios de Cáritas continúan con su labor diaria para tender la mano a las personas olvidadas que cruzan la puerta para recibir su ayuda.