Cuando lo clásico se pone de moda

Leticia Ortiz
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Pablo Aguado, que sustituye hoy a Roca Rey (que no estará en Burgos por lesión), ha revolucionado la Tauromaquia esta temporada con su concepto de toreo eterno

Cuando lo clásico se pone de moda - Foto: Raúl Caro

Proyecto de futbolista, cuentan que daba fuerte a los delanteros desde su puesto de central y que, además, tenía puntería. Como su paisano Sergio Ramos, que antes de recalar en el Real Madrid defendió los colores del Sevilla, de los que aquel defensa que cambió el balón por los capotes es seguidor acérrimo. Licenciado en Administración y Dirección de Empresas, quizá por si lo de los toros no acababa de cuajar. Rociero de andar por las arenas pasando fatigas y llenándose los botos de arena y barra para ver a la Señora. Cazador, ahora que parece políticamente incorrecto. Revoltoso de niño y callado al crecer. Humilde y exigente. Amigo de sus amigos. Todo eso y, además, la gran revelación de la Fiesta en 2019. Se llama Pablo Aguado.

Cuando se conoció el pasado sábado la ausencia por lesión de Andrés Roca Rey en el considerado cartel estrella del abono burgalés, el nombre del sevillano fue el primero del que muchos se acordaron. Especialmente, los aficionados. Aquellos que quedaron deslumbrados con la tarde que protagonizó Aguado el pasado 10 de mayo en La Maestranza ante dos figurones como el propio Roca Rey y Morante de la Puebla. Con apenas año y medio de alternativa a las espaldas y el runrún de los sevillanos de «este vale», aquella tarde se encumbró como el torero a seguir por aquellos que buscan el maná divino del toreo eterno. Ese que nunca pasa de moda, pero que tampoco está de moda porque es tan difícil de ver que uno desiste y se conforma con los vídeos antiguos, en blanco y negro, de Pepe Luis, de Curro Vázquez, de Antoñete...

Al final, el futuro era la vuelta al pasado. Era la naturalidad, el medio pecho, la despaciosidad, el temple, el enganchar delante, la muletita planchada, el remate atrás sin forzar la postura... En Sevilla, Aguado utilizó esas armas para reventar la Feria y quién sabe si la Fiesta. Pero en Madrid lo volvió a hacer. En su primera comparecencia tras lo de La Maestranza, al sevillano le bastó un trincherazo para que 22.000 personas rugieran al unísono. Hacía muchos años que no se escuchaba el silencio de Las Ventas, ese que calla las voces y el murmullo porque  anticipa una faena para recordar.

Aguado, el que muchos echaban en falta en los carteles, estará hoy en Burgos. Por la vía de la sustitución, pero estará. Y si me permiten un humilde consejo, no devuelvan la entrada, aunque tengan derecho. Si los toros embisten, se emocionarán.