Recrear el esplendor de una abadía llena de color

S.F.L.
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Ana Cuesta estudia la elegante policromía del monasterio oniense y propone mostrar e impulsar la imagen que lucía en los siglos XII y XIII a través de proyecciones audiovisuales

Ana Cuesta presentará su trabajo de fin de máster en 2021 y con él quiere dar un empuje y potenciar el valor patrimonial y artístico de la abadía de Oña. - Foto: ANA CUESTA

«El monasterio San Salvador de Oña, fundado en el año 1011 por el conde Sancho García, tuvo que ser un espectáculo en todos los niveles», expresa Ana cuesta, una madrileña que redacta su trabajo de fin de máster sobre la policromía del Bien de Interés Cultural. Tras seis años de incesantes estudios y análisis, la estudiante, una vez disponga de los resultados de las muestras, pretende difundir la importancia del inmueble y recrear las pinturas que decoraban el interior con maquetas y vídeo mapping, una técnica que utiliza proyecciones de vídeo y luz sobre superficies reales convirtiendo objetos comunes en escenarios dinámicos.

Desde el primer momento que Cuesta puso un pie en la abadía  sintió una conexión especial, una sensación que la llevó a redactar su TFM sobre la policromía, una temática chocante al tener en cuenta que el BIC se construyó en plena Edad Media, en la que las tonalidades, a excepción de la gama de grises, brillaban por su ausencia.

Según la joven el monasterio es color, pero no siempre puede observarse a simple vista. Tras los hallazgos pretende contribuir en dar a conocer Oña y su mayor tesoro. «San Salvador es un gran desconocido para la mayor parte de la población y debe conocerse no solo como lo que queda de monasterio sino por lo que fue. Se trata de una edificación que no corresponde a la imagen que nos han proyectado de la Edad Media, una época oscura, sin arte y retrógrada y yo lo voy a demostrar», aclara la madrileña. Las investigaciones comenzaron en 2014 y se alargarán hasta los primeros meses del próximo año por lo que todavía es pronto para anunciar alguna de las conclusiones a las que ha llegado pero Cuesta se atreve a anunciar que «la edificación es mucho más de lo que parece a simple vista por lo que considero fundamental realizar un ejercicio llano de traducción».

Pinturas en ventanas, muros, techos rompe el concepto artístico de  los siglos XII y XIII, en los que se centran sus estudio. La antítesis de la época oscura «debe destacarse y considero que para empezar se debe implementar un buen plan de conservación preventiva con el fin de mantener lo que queda», explica la joven. A partir de entonces la difusión entra en juego. La importancia y el reconocimiento que tuvo este inmueble siglos después de su fundación se merece «ser reconocido a nivel estatal». Por ello, estima oportuno que en un edificio «probablemente único hay que utilizar las mejores herramientas tecnológicas en cuanto a proyección de colores y otro tipo de cuestiones que puedan facilitar a los espectadores una proyección real de lo que pudo haber sido», manifiesta.

Cuesta sugiere otras alternativas que pueden llevarse a cabo a través de las conclusiones de sus investigaciones, como reconstrucciones en 3D o proyecciones de vídeos que muestran los colores  reales de la época, prácticamente invisibles a día de hoy. «Ese tipo de herramientas facilitan a la hora de ponerse en situación y comprender lo que hace mil años pudo ser Oña y facilitar la visión de un periodo de la historia complejo», añade.

El ‘amor correspondido’ entre la madrileña y el monasterio hace que esta ofrezca sus conocimientos para que el proceso llegue a ejecutarse trabajando mano a mano con las administraciones con idea de ayudar a que San Salvador vuelva a lucir su máximo esplendor.

PIGMENTOS Y TÉCNICAS FORASTERAS.

Si hay algo que a lo largo de los seis años de investigaciones entre los muros de San Salvador ha llamado la atención de Ana Cuesta es el listado de materiales y técnicas utilizadas en la decoración. Según la experta, los resultados de los análisis aportan pistas sobre la existencia de posibles comercios con zonas y partes de la península «lejanas de lo tradicional en la época».

La cantidad de elementos ricos ubicados en el interior del BIC y de inventos traídos de lugares en los que en el los siglos XII y XIII existía una clara complicación logística hacen ver a la estudiante el deseo de demostrar ostentación y mando. «He comprobado como hay pigmentos procedentes de las Minas de Almadén, territorio que por entonces lo ocupaban los musulmanes. Esto demuestra el poder de la abadía oniense», acentúa. 

 

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