Presentación López, una vida dedicada a las misiones

N.M.J./ ICAL
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"Es como si todos estuviéramos acostumbrados a las malas noticias y nos resbalan", declara. Premio Castilla y León a los Valores Humanos, sentencia que "siempre" tuvo claro que la labor de misionera, era lo suyo

Presentación López, una vida dedicada a las misiones - Foto: Foto: Ricardo Ordóñez (Ical)

La misionera burgalesa Presentación López Vivar asiste a Burgos capital para presentar la Jornada Mundial de las Misiones- conocida en España como el Día del Domund- que se celebrará el próximo 20 de octubre, enmarcado en el Mes Misionero Extraordinario (MME), convocado por el Papa Francisco para octubre de 2019, bajo el lema ‘Bautizados y enviados, la Iglesia de Cristo en misión por el mundo’. López Vivar, trabajó durante 14 años como misionera en Rutshuru, en la República Democrática del Congo, lugar donde, en 2008 fue alcanzada por una bomba, y a consecuencia de las graves heridas que sufrió le fueron amputadas las dos piernas. Una experiencia que recuerda visiblemente emocionada, poniendo de manifiesto la situación que se vive fuera de nuestras fronteras. En 2009 fue galardonada con el Premio Castilla y León a los Valores Humanos, como “un reconocimiento a todos los misioneros anónimos que trabajan en África”, un galardón que no cree merecer, puesto que afirma no haber hecho nada “extraordinario” para merecerlo. El año pasado, diez años después de su accidente, Presentación volvió a Rutshuru, al lugar donde estuvo destinada varios años, y asegura que le hubiese encantado poder quedarse y seguir ayudando.

¿Cómo comenzó su camino al servicio de Dios?

Soy de una familia muy cristiana, sobre todo mi madre, tengo familia religiosa, tías y primas religiosas, Hospitalarias… Pero la misión de ellas no me iban, las Hospitalarias se dedican a cuidar enfermos mentales. A mí aquello no me atraía. En cambio cuidar niños, enseñar, todo eso sí. Nuestro carisma es aliviar el dolor y sembrar la paz. Somos Sanitarias todas. Tenemos algunos colegios pero pocos, la mayoría han sido clínicas y hospitales. Ayudar en la salud.

¿Cómo recuerda esos años antes de comenzar como misionera?

Como ya de muy joven entré al convento, fue lo esencial de mi vida, la consagración a Dios. Siempre me atrajo. Cuando conocía a las religiosas de San José fui con ellas, en Barcelona tenían la casa, y ahí estuve dos años antes de ser postulante. Allí estudiábamos y teníamos una hora para ir a la clínica a ayudar a las Hermanas, para conocer enfermos. Las ayudábamos cuando tenían que servir la comida o en sus labores. Me encantaba aquello. Y luego ya de postulantes te forman, después el noviciado es la formación profunda. Te dan mucho tiempo para probarte, para que tú decidas, pero siempre lo tuve claro, nunca tuve la tentación de echar marcha atrás, era lo mío. Me gustaba además, vivir para entregarme a Dios. Cuando se abrieron las misiones, pidieron voluntarios en seguida, y yo me apunté.

¿Qué camino siguió entonces?

Primero fui a Guinea dos años años, allí ayudas mucho, en todo sentido, no solo en el Hospital a cuidar a los enfermos, sino también con la gente. Me gustaba hablar, participar, visitarles en las casas. En el Congo cuando iba a casa, como estaba a medio kilómetro no siempre se bajaba con el coche, sino muchas veces a pie. Los niños salían a saludarte. Todo el tiempo. No puedes bajar sin que no se entere todo el pueblo, porque los niños salen a saludarte. Era una gozada. Salen muchos amigos, las jóvenes, las aspirantes...etc.

Estuvo usted destinada en la República Democrática del Congo durante 14 años, lugar donde sufrió un trágico accidente...

Sí, la guerra me pilló. Podría haber muerto en atentados cuando te apuntaban con una pistola. Que mucha gente moría, muchos murieron quemados y a otras religiosas las hicieron bajar del coche o las robaron. A nosotras en ese sentido no. Los militares nos respetaban, porque solían ser ellos los que robaban.

¿Ha vuelto a visitar la zona?

El año pasado, estuve tres meses, de visita. Fue una gozada. Yo me hubiera quedado, pero estando como estoy no es posible. Hay un centro de rehabilitación en Goma, pero aún así, no. Me dijeron que querían verme, y al final el instituto me dijo que sí, que podía ir.

A raíz de ese suceso se creó el Proyecto Rubare….

Sí, a raíz de lo que me pasó se creó, porque mucha gente me llamaba, me prometía que me pagarían hasta las prótesis...Y me llamó una vez un hombre de Burgos, Tomás Martínez, que volvía a llamar y a llamar, y pensé, este va en serio. Entonces le dije, puedes ayudar depende de lo que quieras invertir, desde duchas hasta escuelas. Mi sueño era hacer una guardería- Escuela Maternal, dicen ahí- y pensé que esta es mi ocasión. Le dije a Tomás cuál era mi sueño y tiró con ello. Allá fue, y de Escuela Maternal ha pasado a Escuelas Primarias, y las Escuelas Secundarias se harán. Gracias a este proyecto se hizo esa Escuela Maternal, las primarias y también se harán las secundarias. Los niños no quieren ir a las escuelas del pueblo. Antes de que acabasen la Escuela Maternal, me escribieron las mamás de los niños una carta diciéndome “los niños no quieren ir a la Escuela Primaria del pueblo, hermana, háganos una escuela primaria, que mi niño dice que sabe más que el maestro”. Y le dije a Tomás, como sea hay que hacer una escuela.

En 2009 fue premiada con el Premio Castilla y León a los Valores Humanos, ¿qué supuso para usted este reconocimiento?

Es una cosa que pasa, no es para tanto. Digo que me han cortado las piernas, pues basta. No he hecho nada extraordinario, lo que hacen las demás o que otras harían en mi lugar. Yo lo he hecho a mi manera.

A lo largo de estos años ha trabajado para concienciar a la sociedad del estado en el que se encuentra sumida África, especialmente en la zona donde ha desarrollado su trabajo varios años, ¿Ha cambiado la situación allí en los últimos años?

Sí, un poco sí. Yo lo vi cuando fui al pueblo, esta vez que he estado. Me dijeron : ‘está todo cambiado ya verás, el camino y todo’. Yo me ocupaba de que arreglaran un poco el camino, porque para pasar con coche lo teníamos mal. Me cogía al chico que estaba en la portería y le decía vamos a arreglar un poco el puente, y siempre había alguien en el pueblo que me ayudaba. Yo me marché, y no se siguió haciendo, porque el resto de hermanas estaban muy ocupadas, y un día un niño entró a jugar en aquel puente, en una especie de tonel de hierro, oxidado, se aplastó y mató al niño. Entonces el pueblo, que es el que lo tenía que hacer, lo arregló. Pero nada más, por lo demás el pueblo sigue igual.

¿Y los ataques?

Los ataques yo diría que no son como antes. Han cesado. A raíz de lo mío, me dijeron, que se había acabado la guerra. Los rebeldes se marcharon a su país. Esa guerrilla que había cesó. Los rebeldes se fueron cada uno a su lugar. En ese sentido están tranquilos, aunque ahora tienen otros problemas. Ahora se ha puesto de moda secuestrar a la gente que tiene dinero, para pedir rescate. Pero hay siempre algún rebelde, que está en la selva o por ahí, son los que se ocupan. Se ponen en contacto con alguien del pueblo a ver a quién pueden secuestrar y sacarle el dinero.

¿Considera que la sociedad está más concienciada ahora acerca de la situación que se vive allí o que por el contrario prefiere mirar hacia otro lado?

Un poco más sí, pero mucho no. Pienso que ya es como si estuviéramos acostumbrados todos a las malas noticias, y como que resbalan. Si acaso la gente del pueblo y los más cercanos sí están más concienciados, pero la sociedad en sí no tanto. Porque piensan que si no pueden hacer nada. Aunque sí que les afecta algo, al menos al momento, luego qué se puede hacer es un poco difícil también. Por ejemplo desde aquí, ¿qué se puede hacer para que aquello se arregle? Es el Gobierno de allá.

¿Cuál es el papel que deben jugar los gobiernos en estas ayudas?

El Gobierno de allí tendría que hacer algo, es su deber. El problema es que les gusta mucho el dinero, y no hay quien les baje del trono. No hacen nada y por eso todo sigue igual. Por esta razón, cuando vas allí siempre intentas ayudar un poco a la gente en todo sentido, porque la gente allí es muy maja, las celebraciones eucarísticas están motivados para hacer de todo.

Hace años pedía a la comunidad internacional más atención y ayuda para poner fin a este conflicto, ¿ha mejorado en ese sentido o sigue igual?

No sé hasta qué punto ha mejorado. La última vez que fui vi que el pueblo había mejorado poca cosa, había más casas nuevas de particulares, pero eso no quiere decir nada. El centro nuestro sí que funciona muy bien, pero del pueblo en sí poco.

El pasado mes de mayo falleció asesinada Inés Nieves Sancho, misionera burgalesa que estaba destinada en la República Centro Africana. ¿Cree que están indefensos los misioneros durante su labor?

Pienso que no estamos indefensos, nadie puede hacer nada. Tú trabajas y ya está. Yo he trabajado en muchos campos y he defendido a gente también con peligro de mi vida, a veces por ello. La gente allí es muy vengativa.

¿Es un hecho que tal vez puede echar atrás a aquellos que quieran ayudar? ¿Puede haber gente que quiera ayudar, pero al ver ese nivel de peligrosidad se echa para atrás?

No creo, el que quiera ayudar pienso que no tiene por qué tener miedo. Si hay un peligro el Gobierno ya podría poner protección. Nosotros allí teníamos dos perros guardianes, y ahora hay un muro de piedra, porque no queremos dejar a las nativas, que casi van a correr más peligro que nosotras, sin seguridad. Hacemos lo que se puede. Por ello tenemos un muro de piedra que coge toda la parcela, que es muy difícil de atravesar. Ahora es muy difícil que entren, ahora tienes que protegerte tú.

¿Ha podido volver a ejercer como misionera después de tu accidente?

He ido de visita solo, iba únicamente para quedarme tres meses. Me hubiese gustado quedarme a ayudar, pero vi que podía ser una carga para las hermanas. Allí el que no ayuda no es que estorbe, pero si vas a estar ayuda, porque hay bastante trabajo.

Durante la presentación del Domund en el Mes Misionero Extraodinario comentó que los misioneros burgaleses son los más numerosos de toda España. ¿A qué cree que se debe?

A la educación y formación que se tiene. Personalmente de pequeña ya me gustaba ir a ayudar. La mayoría de las hermanas de mi congregación son de Burgos, porque de Cataluña y León quedan pocas. Es una congregación catalana de Gerona, pero fuimos allí muchas de Burgos.