«Los mayores se sentían desconcertados y manifestaban miedo»

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Las residencias de ancianos se llevaron un impacto brutal en la primera ola. Jesús Javier Escanciano, director del geriátrico de Fuentespina, cuenta cómo fueron aquellos meses y cómo se han ido adaptado a la evolución de la enfermedad

Jesús Javier Escanciano, director del geriátrico de Fuentespina. - Foto: Valdivielso

El 19 de marzo de 2020 se diagnosticó el primer caso de coronavirus en la residencia Virgen de las Viñas ‘San Miguel’ de la localidad ribereña de Fuentespina. Es una fecha que el director del geriátrico, Jesús Javier Escanciano, nunca olvidará, aunque a partir de la segunda semana de aquel mes, en el que se declaró el estado de alarma, ya comenzaron a identificar que varios de sus pacientes tenían posible sintomatología compatible: «Desde principios de año veníamos recibiendo información a través de diferentes medios de comunicación, pero he de decir que con poca fuerza y sin saber demasiado lo que realmente estaba ocurriendo. Teníamos constancia de la situación que se vivía en otros países pero nadie se imaginaba que este virus aún desconocido se iba a propagar con tanta facilidad, presentándose sin avisar».

Aunque, según explica, la enfermedad que produce el coronavirus no es fácil de identificar -«incluso ahora, con más recursos, sigue habiendo discrepancias en los diagnósticos y los tratamientos»- enseguida se dieron cuenta de que afectaba sobremanera a aquella personas con otras patologías previas. Por eso, las medidas que adoptaron desde el principio se centraron «en identificar dónde estaba el virus para poder aislarlo pero, sinceramente, la falta de herramientas y recursos nos impedía hacer un buen diagnóstico: «Recuerdo que los primeros días se pudieron hacer aislamientos individuales pero a partir del 19 de marzo decidimos sectorizar y aislar a los residentes intentando realizar los mínimos movimientos posibles, con la idea de no propagar el virus», añade.

La pandemia no se cebó especialmente en la residencia Virgen de las Viñas ‘San Miguel’ aunque cuando todo empezó, ya tenían a algunos pacientes recibiendo cuidados paliativos que más tarde fallecieron; otros tuvieron que ser ingresados en el hospital y evolucionaron de forma favorable, de manera que pudieron volver a la residencia: «Todos han sido cuidados y tratados por un equipo de profesionales extraordinarios, trabajadores que supieron estar al frente de la difícil situación, lo que les ha hecho merecedores del mejor de los elogios y el agradecimiento y reconocimiento diario tanto de las familias como de la dirección del centro».

Escanciano no esconde que los ancianos estaban asustados, sobre todo durante la primera ola y los profesionales fueron conscientes prácticamente desde el principio de las secuelas emocionales, cognitivas y físicas que el virus estaba dejando en ellos: «Se sentían desconcertados y manifestaban miedo a la soledad. Para muchos de ellos, la interrupción de las rutinas diarias y la imposibilidad de realizar salidas al exterior les causaban una gran confusión y angustia. Por eso, intentamos estar cerca de cada uno de ellos, ser sus verdaderos acompañantes a pesar de que no podíamos permitirnos evitar los aislamientos para salvaguardar sus vidas».

En muchos casos, los residentes no comprendían las razones de ese aislamiento ni, más adelante, las restricciones que tuvieron que imponerse tanto para salir al exterior con cuidados extremos como para ver a sus familiares, o la obligación de usar mascarilla y guardar el distanciamiento social, y como en tantos otros casos, el geriátrico que dirige Escanciano procuró mantener el vínculo con los allegados de sus residentes mediante llamadas y vídeollamadas. «Con el tiempo y cuando llegaron las pruebas más fiables facilitábamos las visitas en un espacio destinado a ello aplicando todas las medidas preventivas para disminuir el riesgo de contagio».

El director de la residencia de Fuentespina saca, a pesar de todo, una gran enseñanza vital de todo lo vivido hasta ahora: «El compromiso personal de cada uno de los profesionales creo que nos ha hecho más fuertes a nivel colectivo y nos está permitiendo acompañar al residente. Somos todo lo que tienen en este tiempo tan difícil que nos toca vivir y esto nos une más a su vida y también a su familia».