«Los sábados son una pesadilla; estamos hartos de peleas»

R.C.G.
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Un equipo de Diario de Burgos es testigo directo de los problemas de seguridad que sufren en Torre de Miranda

Torre de Miranda es el lugar más concurrido por los adolescentes a pesar de ser un emplazamiento muy céntrico. - Foto: R.C.G.

Son las ocho de la tarde y Esperanza comienza a mirar nerviosa el reloj porque sabe que en poco tiempo tendrá que dejar de ver la televisión y empezará otra película, la que cada sábado le toca presenciar debajo de su casa. «Y esa siempre es de terror», asegura con un tono de voz que evidencia hartazgo, porque para los vecinos de Torre de Miranda los fines de semana se han convertido en una pesadilla por las decenas de jóvenes que se juntan en el complejo residencial, lo que genera molestias, suciedad, desperfectos, pintadas, botellones y peleas.  

De la calle llegan los primeros gritos y Esperanza se asoma al balcón. Ha perdido la cuenta de las veces que ha llamado a la policía en los últimos meses. También de la cantidad de insultos que ha recibido cuando pide a los adolescentes que bajen la voz. «No se puede vivir así, es desesperante», apunta. 

En uno de los soportales una adolescente amenaza con «romperle la boca» a otra mientras las amigas interceden para evitar que la cosa vaya a más. De repente la que tiene la actitud más agresiva se percata de que hay vecinos mirando. «Vamos que estos seguro que avisan a la policía o nos tiran un cubo de agua», espeta al resto. Pero no se alejan demasiado, porque minutos después regresan y se dirigen a uno de los múltiples recovecos que ofrecen los edificios, que funcionan como urinarios. «Casi tienes que dar las gracias a los que mean en la puerta porque algunos lo hacen dentro del portal», afirma un propietario que sale de su domicilio. «Si les llamas la atención encima tienes que aguantar que te digan de todo o incluso se te encaren. Hay gente mayor que evita salir a estas horas porque no tienen ganas de problemas». 

Entre los grupos de adolescentes, los hay que simplemente charlan mientras comen pipas. La montaña de cáscaras y las bolsas que dejan por el suelo son considerados un mal menor por los vecinos, más preocupados de los que hacen botellón o trapichean con droga. El constante trajín de adolescentes con aire distraído hacia uno de los rincones más oscuros, confirma los «movimientos raros» de los que nos había advertido Javier. 

A la señal de un amigo que de vez en cuando se da una vuelta por si viene alguien sospechoso, otro menor esconde algo en un contador de luz al que han quitado la cerradura. «Hay veces que lo guardan en un portal o entre los coches, así cuando viene la policía si les cachea nunca les encuentra nada. Hay un par que están fichados, pero como no les pillan con nada encima...», explica resignado Javier, que deja a medias la frase por los acelerones de un Ford Focus, que tras saludar a un grupete, sale derrapando. 

«Hoy está siendo una noche tranquila, no ha habido ninguna pelea. Si llegas a venir hace un par de semanas hubieras visto a un chaval amenazando con un cuchillo y pegando voces», afirma un vecino que regresa con bolsas de la compra y no quiere dejar pasar la ocasión de sumar su testimonio al reportaje. «Di en el periódico que si no hacen nada, algún día vamos a lamentar algo grave», grita a modo de despedida (...).

(Reportaje completo, en la edición impresa de Diario de Burgos de este lunes)