Weiwei, la superestrella del arte

Javier Villahizán (SPC)
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El polifacético creador chino, fundador de un renovado estilo conceptual, es el autor más visitado, por delante de genios de la pintura como Da Vinci, Munch, Klimt o Van Gogh

El artista asiático es un feroz crítico del régimen chino, además de un gran defensor de las libertades individuales - Foto: Mario Guzmán

El mundo del arte se volvió literalmente loco en 2019 con las obras y performances de Ai Weiwei, un creador chino que ha sido reconocido como superestrella por la revista especializada The Art Newspaper, que en su informe anual asevera que las piezas de este disidente político han sido las más vistas del planeta. Pero, ¿quién es Ai Weiwei?  

El año pasado más de 1,1 millones de personas visitaron la exposición itinerante Raíz del creador asiático en  Brasil, lo que le convirtió en el autor más visto y seguido, por delante de nombres como Leonardo da Vinci, Edvard Munch, Gustav Klimt y Vincent van Gogh.

Pero volvemos a la misma pregunta de antes. ¿Por qué es tan especial Ai Weiwei? La reputación de Weiwei excede hoy con mucho los límites del arte. Con sus representaciones y obras basadas en objetos preexistentes, el creador chino se ha asegurado un lugar en el olimpo, es decir, entre los artistas conceptuales más importantes del mundo durante todos los tiempos. 

Además, es conocido por ser un agitador cultural en los medios sociales, un activista político y un comprometido defensor de la libertad de expresión en su China natal, donde pasó 81 días detenido en el año 2011.

Lo más novedoso de Weiwei es que su arte se mueve entre la historia y el momento actual, entre la tradición china y la vanguardia cultural de Occidente. Un ejemplo de ello es su obra de 1994 Coca Cola Vase, una vasija de la dinastía Han con el logotipo de la multinacional inscrito en su superficie.

Pero la vida de Weiwei no ha sido tampoco fácil. Con tan solo un año, su padre, el prestigioso poeta chino Ai Qing, fue desterrado en 1958 a una granja de Manchuria. Fue allí donde el pequeño Ai pasó su infancia, sin acceso a libros ni a lectura. Quizás por esto, cuando su familia regresó a Pekín en 1975, el artista se zambulló en la vida cultural y reivindicativa de la ciudad. En 1978, entró en la Academia de Cine y fundó un grupo de arte vanguardista, Star, comprometido también políticamente y con el que nunca dejó de colaborar.

De ahí pasó a Estados Unidos. La cuna del capitalismo fue para Weiwei un huracán de aire nuevo, no solo desde el punto de vista político y de libertades civiles, sino también artístico. Sus años de juventud, a partir de 1981, transcurrieron en contacto con algunos de los círculos creativos más importantes y en contacto con los movimientos de la época, como el minimalismo y el arte conceptual. 

En EEUU experimentó con la fotografía y se empapó de artistas como Marcel Duchamp o Andy Warhol. Pero, de repente, la enfermedad de su padre le hizo regresar a Pekín en 1989. Centrado en la fotografía, el regreso a su cultura y a su pasado configuraban su personalidad artística: «Duchamp tuvo la rueda de bicicleta, Warhol la imagen de Mao, yo tengo un régimen totalitario. Es lo que está hecho para mí», llegó a decir.

La revolución de internet

La red lo cambio todo e internet se convirtió a partir de 2005 en la mejor arma de difusión de Weiwei, tanto política como artísticamente. Su expansión internacional llegó en 2008, con el diseño del estadio olímpico de Pekín. El carácter arquitectónico de su trabajo hizo que fuera elegido como director artístico del proyecto junto a Herzog y Meuron. El resultado fue el popularmente conocido como Nido de pájaro, una espectacular estructura de acero de gran ligereza visual.

Después de esto, el interés del mundo por sus obras fue en aumento, como sucedió con su famosa Pipas de girasol, en la Tate Modern de Londres, en 2010, o Remembering, en el museo Haus der Kunst de Múnich.

Pero todo detuvo un 3 de abril de 2011, cuando el artista fue detenido y recluido en paradero desconocido. Lo que provocó las protestas de los principales ámbitos culturales y sociales de todo el mundo y diferentes gobiernos y ONG enviaron mensajes pidiendo su liberación. Esta se produjo en junio de 2011, después de 81 de prisión en una celda mínima.

Durante los años posteriores, su Gobierno no le dejaba viajar, pero eso no fue óbice para que las obras de Weiwei sí lo hicieran. Así, en 2014, sus piezas se expusieron en el Museo de Antropología de México, en el Blenheim Palace, en Inglaterra, o en la prisión de Alcatraz, en San Francisco, en donde el artista llenó de mensajes de libertad una cárcel mítica.

Desde que se le permitió salir de China en 2015, el artista eligió Berlín para residir con su familia, trabajando en instalaciones y viajando por todo el mundo; aunque recientemente se ha trasladado a Cambridge, en Inglaterra, desde donde mantiene latente el espíritu Weiwei, crítico con su país y defensor de los derechos y libertades del hombre. Su última obra es un libro de aforismos, Humanidad.