«Llegar a un país solo no es fácil y aquí nos han escuchado»

ALMUDENA SANZ
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Los venezolanos Javid Iglesias y Franklin José Patiño representan a los 465 solicitantes de asilo que esperan la resolución de un proceso que rechaza sobre el 60% de los casos y que la Pastoral de Migraciones tacha de lento

Iglesias, Patiño, Vizarro y Olazagoitia (de i. a d.), ayer en la presentación. - Foto: Valdivielso

La pegadiza prometo estarte agradecido de Rosendo podía haber sido la banda sonora este martes en la presentación de la Jornada Mundial de las Migraciones en la sede que Atalaya tiene en la calle San Ignacio de Loyola. Eternamente agradecidos estarán Franklin José Patiño González y Javid Iglesias a esta organización, a Cáritas, a la Casa de San Vicente de Paúl y a Accem. En ellas encontraron, y lo siguen haciendo, una mano tendida desde que llegaron a la ciudad huyendo de la situación que sufrían en su Venezuela natal. Ambos lo dejaron claro durante sus testimonios como solicitantes de asilo con los que representan a los 465 extranjeros que están en su misma situación en la provincia. 

Esta cifra ha aumentado respecto al año anterior, que terminó con 346, por lo dilatado de los procesos y este 2020, además, por la pandemia, que ha paralizado la Administración. Colombia, Venezuela, El Salvador, Honduras y Nicaragua encabezan la lista de procedencia de quienes piden protección internacional. 

La historia como inmigrante de Javid Iglesias arranca hace ocho años. Huyó de su país por razones políticas y recaló en Centroamérica. «No fue fácil. Después de tener una preparación y ciertas cosas, llegar a un país de cero es fuerte. Allí dejé a mi familia, a mi hija», recuerda y agrega que su inicio como refugiado en el territorio vecino no fue bien. «No saben apreciar el valor de los extranjeros y el potencial que podemos llegar a ser para el país».

Esta realidad le motivó a venir a Europa. Llegar le costó. Lo hizo directamente a Burgos el pasado mes de noviembre. «Siento que aquí nos han sabido escuchar. La xenofobia no es tan fuerte», observa y valora el apoyo psicológico brindado por las entidades sociales que lo acogieron. «Estoy muy agradecido. Llegar a un país solo no es fácil, a pesar de que uno hace amigos de países que solo veía en el mapa y encuentras personas que te ayudan; no te conocen ni hablas el mismo idioma pero se busca la forma de apoyarnos unos a otros».

El mismo camino tortuoso eligió Franklin Patiño, que en septiembre de 2017 dejó atrás Venezuela en busca de una vida mejor. «La situación del país es bastante complicada. En aquel momento era muy crítica y supongo que ahora mucho más». Sus primeros destinos fueron Ecuador y Perú. «Pero las condiciones de vida para un inmigrante que empieza de cero son muy difíciles. Como vendedor ambulante me tocó vivir situaciones que me decían que eran países donde no podía quedarme».

Debía volar a Europa y eligió España por el idioma. Pasó por Madrid y Barcelona antes de arribar en febrero a orillas del Arlanzón. Y aquí sí, aquí notó el calor. «Atalaya, Accem y Cáritas me brindaron el apoyo que no había sentido antes y en un momento en que estás perdido estas instituciones te dan el rumbo, hacia dónde tienes que ir y qué debes hacer, y un apoyo moral y psicológico para que puedas seguir adelante como persona», se explaya Franklin especialmente agradecido por el trato recibido durante el confinamiento, que pasó en el Seminario de San José. 

Ambos se encuentran actualmente en paro y aguardando que la Administración admita sus peticiones de asilo. 

La espera se prevé larga. El proceso de admisión puede tardar entre dos y tres años. «Es un poco lento por la cantidad de solicitudes y a muchos no se les da porque no se quieren perder las amistades con países hermanos ni admitir que hay conflictos armados», afirma la delegada de la Pastoral de Migraciones, Hilda Vizarro, quien nombra a salvadoreños, hondureños y nicaragüenses como los que lo tienen más difícil y, a bote pronto, calcula que en general alrededor del 60% de las solicitudes se rechazan.