El Coro Universitario, a la caza de voces masculinas

ALMUDENA SANZ
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El Coro Universitario vuelve a convocar audiciones de voces masculinas, una carencia que se repite con frecuencia en distintas formaciones de la ciudad para la que los profesionales no hallan explicación

Coda es la única formación coral integrada solo por voces masculinas y hasta su director, Fidel González, desconoce la clave para que este arte despierte interés entre los hombres. - Foto: Jesús J. Matías

No se prometen recompensas millonarias ni se amenaza a nadie con la horca, pero la búsqueda de voces masculinas en los coros va camino de convertirse en la más larga persecución a orillas del Arlanzón. Los hombres no quieren cantar. Los Pueri Cantores lanzaban hace unos meses su llamada de auxilio y hace un mes era el Coro Universitario el que convocaba audiciones para incorporar más varones a sus filas, donde ahora juegan en descarada minoría. Hombres: 10; mujeres: 25. ¿Por qué los hombres rehúyen de este arte? He ahí el enigma. Un misterio que ni el director del Coro Universitario, Javier Centeno; ni la presidenta de la Federación Coral Burgalesa, Teresa Galaz; ni el secretario de la Asociación de Profesores de Música de Enseñanza Primaria, Alberto Triviño; ni Fidel González, director de Coda, el único formado solo por hombres, saben resolver. Pero sí sugieren posibles motivos y aventuran soluciones. 

Los tiempos han cambiado. En esta afirmación parece residir el quid de la cuestión. Centeno recuerda que muchos «de nuestros padres y abuelos» estudiaron en seminarios, donde se cantaba mucho. «Salían con una afición o con un talento, que se trabajaba, pero hoy día no es así, a pesar de que la mayoría de los niños cantan de forma intuitiva. Todo eso luego se corta por razones culturales y porque el propio sistema educativo y social no lo fomenta». 

Fidel González añade el abismo entre la oferta de ocio entre ayer y hoy. «Hace unos cuantos años era un divertimento, no había televisión, se cantaba muchísimo, y en la actualidad la gente tiene muchas cosas que hacer», observa y advierte que, además, cantar en un coro es incompatible con el individualismo reinante. «Hace falta desprenderse mucho de sí mismo, es una tarea social, tienes que dejar una parte de tu ego fuera». 

No es casualidad, apunta, que la mayoría de la docena de integrantes de Coda ronde ahora los sesenta años. Son hijos de aquella época en la que hacía falta poco para arrancarse a cantar. 

Tanto el director de Coda como el del Coro Universitario miran hacia los colegios como el primer eslabón a soldar en esta cadena. Y ahí se topan con Alberto Triviño. Reconoce que esa descompensación entre el sexo femenino y el masculino ya se produce en los coros escolares. Los motivos se le escapan. Rechaza que sea por prejuicios, porque él tiene a niños de todas las sensibilidades, y tampoco por vergüenza. «Es verdad que hay un momento en el que los niños cambian la voz y es posible que se encuentren incómodos cantando o noten que no es su sitio, pero es un periodo transitorio», reflexiona. «Me encantaría poder decir algo, pero no le encuentro explicación», insiste y hasta sugiere que este arcano merece un estudio científico. Ahí lo deja. 

A esa edad en la que se pasa de la niñez a la pubertad se centra la presidenta de la Federación Coral, quien focaliza el conflicto en las voces juveniles. «El problema de base es que en los colegios de Primaria hay muchos que cantan, pero luego llega la Secundaria y por los cambios de voz, porque les da vergüenza o porque en la asignatura de Música no tienen una parte coral, los niños, y también muchas niñas, dejan de cantar y luego cuesta engancharse de nuevo», sostiene y lamenta que, además, no lo tengan nada fácil por los contados coros juveniles que existen. 

Considera a la vez que la labor de las universidades podía ser mayor. «Deberían incluir el canto como una de sus asignaturas y que formar parte del coro te diera créditos». 

En el ámbito universitario también ponen su mirada González y Triviño. El profesor del Rodríguez de Valcárcel cree que lo podría tener más fácil con la imposición de una asignatura de canto, pero, matiza, «tampoco vas a poner una pistola en el pecho a nadie». Mientras que el director de Coda sí cree que sería bueno que el Coro Universitario involucrara sobre todo a los propios estudiantes, aunque también ve la dificultad de esta medida. «Como no tienen contacto con la música ni en los institutos ni, aunque algo más, en los colegios, los van a dar una partitura y pocos la sabrán leer», indica con resignación. 

Desde el campus, Centeno sabe que no es factible limitar el Coro Universitario a los alumnos. Actualmente, con ellos hay personal de administración y gente ajena. A todos se abren las audiciones (coro@ubu.es). 

Para el director del Área de Didáctica de la Expresión Musical la carencia de voces masculinas es un síntoma más de una sociedad en la que las mujeres son mayoría en las actividades culturales y uno de los tres problemas enquistados que tienen las masas burgalesas. 

Los otros dos los sitúa en el envejecimiento y la falta de relevo generacional y en los muchos coros que existen, «que lo único que hacen es dispersar la fuerza», y anota a tener en cuenta una posible fusión de agrupaciones. «Creamos coros y más coros y, al final, casi todos tienen falta de hombres y, además, se repiten las caras en unos y otros. ¡Qué necesidad de hacer tanto coro! ¿No será mejor unirnos?», deja en el aire y, hasta que su lamento obtenga respuesta, el Universitario mantiene el cartel de ‘se buscan hombres’.