De Sedano a Puerto Limón

G. Arce
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El ingeniero burgalés Gustavo Martínez impulsa en Panamá el desarrollo de una escuela rural similar a la que estudió en su pueblo

De Sedano a Puerto Limón

La escuela del municipio panameño de Puerto Limón es pequeñita y apenas tiene media docena de alumnos de diferentes edades en sus aulas. Pero algo tiene que recuerda a la que en su día estuvo abierta en Sedano, donde Gustavo Martínez estudió sus primeras letras y sigue teniendo sus raíces más profundas. Han pasado más de 40 años, pero en la memoria de este ingeniero de Obras Públicas permanece el recuerdo de aquellos años maravillosos en Burgos, una tierra que tiene muy cercana aunque él esté muy lejos, en el istmo que conecta Centroamérica y Sudamérica.

Gustavo llegó a Panamá después de haber hecho y desecho varias veces la maleta. Estudió la ingeniería en la Escuela Politécnica y, tras el servicio militar, empezó a trabajar en Galicia, en el año 2000. «La vida me fue llevando por Lugo, La Coruña y luego di el salto a Canarias, donde estuve 12 años y conocí a mi mujer, Paquita». Trabajó muy bien en el sector de la vivienda, como jefe de obra, hasta que llegó la crisis en el año 2007. Se incorporó a la plantilla de Joca Ingeniería y Construcciones y estuvo cinco años más edificando en las Islas, luego en Ceuta y en Granada.

En 2014 su vida dio un giro. La empresa estaba inmersa en un expediente de regulación de empleo de seis meses y la situación era compleja. Al mes en paro le propusieron ocuparse del único contrato que tenían activo en Panamá y allá se fue. «Di un salto muy grande: pasé de ser jefe de obra a jefe de país. Confiaron en mí en un momento difícil...». Le acompañó su mujer, que dejó su trabajo de funcionaria de Hacienda para ir a Panamá.

«He dado muchas vueltas y ya tengo facilidad de adaptación». Han pasado cinco años en Centroamérica. Primero vivieron en Chitré, ‘la ciudad donde nadie es forastero’ y una de las zonas más pacíficas de Latinoamérica, donde se ocupó de la ejecución del proyecto de alcantarillado de Parita, una comunidad de 5.000 habitantes donde, como en muchos otros enclaves de Panamá, abundaban las letrinas en los huertos.

«La obra coincidió con un cambio de gobierno, que es como un cambio de ciclo en el país, como que todo empieza de cero y se complica». El primer alcantarillado supuso la construcción de calles nuevas, la llegada del banco nacional y de otras empresas y la consolidación de una nueva ciudad. Gustavo entraba con buen pie en Panamá: del alcantarillado pasaron al tratamiento de aguas, a las carreteras e incluso han construido un hospital en la Ciudad de Panamá. «Llegamos con un contrato de 6 millones de dólares y ya superamos los 117 en varios contratos».

En abril han entregado una carretera de 4,5 kilómetros que une Parita con Puerto Limón. «Se trabaja muy bien allí, con gente del interior, más trabajadora que los de la ciudad». En los últimos 15 años, Panamá ha crecido siempre por encima del 5%. «Cuando llegué, en 2014, crecía a un ritmo del 14%».

Gonzalo conoce al presidente Juan Carlos Varela, con raíces familiares en Betanzos (Galicia) aunque nació en Parita.

 

ESPAÑOLES

En el país centroamericano hay más de 400 empresas españolas trabajando. No obstante, hay mucho español que está regresando al calor de la mejora económica en nuestro país, especialmente en el sector de la construcción. «Yo también me planteo regresar algún día, aunque el proyecto en Panamá está a medio camino y necesitamos consolidarnos. También estamos iniciando actividad en Colombia, un país que tiene toda la zona que ocupó la guerrilla aún sin desarrollar».

«El que quiera trabajar en la construcción, encontrará mucho trabajo. No obstante, se paga bien pero la cesta de la compra y la vivienda son carísimas aquí», resume Gustavo, quien insiste en que la imagen del español en Panamá es buena. «Para nosotros es más fácil conseguir la cédula de residencia o el permiso de trabajo [en seis meses] que para un colombiano o un venezolano».

La vida al otro lado del Atlántico es caribeña, con guayabera y sin traje ni corbata. «Solo pasamos frío con los aires acondicionados...».

El ingeniero burgalés también se ha implicado en labores humanitarias, concretamente en el proyecto ‘Mi escuela primero’ para el desarrollo de las colegios rurales. Gonzalo eligió Puerto Limón, su particular Sedano en Panamá. «Solo tiene una sola profesora y seis niños de diferentes cursos, igual que lo que yo viví en mi pueblo». Hoy siguen los seis en los pupitres, bajo un techo nuevo, con una cocina nueva y las aulas recién pintadas.

«Cuando yo tenía 4 años, éramos unos 15 en la escuela de Sedano. Hoy solo hay una niña en edad escolar y veo las calles vacías...».