Terror en estado puro

Javier Villahizán (spc)
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Alfred Hitchcock elevó hace 60 años 'Psicosis' a la categoría de obra de arte, un filme de tintes freudianos en el que convirtió un asesinato en un juego de sensaciones, inquietudes, excentricidades y diversión

Psicosis cumple todos los parámetros clásicos del cine de terror más puro: casa victoriana en la colina, música sobrecogedora, mujer encerrada y varón demente con traumas freudianos, además de una madre muerta que deambula por la escena. 

Con estos elementos y un buen libro de cabecera como referente, Alfred Hitchcock adaptó la novela Psycho de Robert Bloch un año más tarde de salir a la venta, el director británico firmó una de las películas más recordadas de la Historia del cine y ejemplo de thriller psicológico. Sesenta años después de su estreno en 1960, Psicosis sigue siendo un referente del séptimo arte y una película que continúa estudiándose en las facultades de Comunicación de medio mundo.

Antes de la puesta de largo de Psicosis, Hitchcock ya era conocido como el maestro del suspense. Había producido Los 39 escalones, La ventana indiscreta y Vértigo, por citar solo algunas obras maestras, aunque se sintió atraído por el texto de Bloch y compró sus derechos con 9.500 dólares.

No cabe duda que encontró la piedra filosofal del terror. Tuvo el flechazo y la intuición para acertar de pleno con Psycho, rehízo el texto para el cine y reprodujo mentalmente cada secuencia. Denegó a los actores que tuvieran acceso al guion completo, para que no supieran qué  pasaba en la película, o mejor aún, que desconociesen cómo terminaba. Llegó incluso a prohibir, una vez estrenado el filme, que alguien entrase en el cine si la cinta ya estaba empezada.

Y tuvo la brillante idea de matar a la protagonista al comienzo de la historia. ¿A quién se le ocurre tal cosa? y más si se trata de la popular Janet Leigh. Hitchcock hizo ese y otros muchos efectos que le encumbraron al olimpo de la meca del cine.

Pero la magnitud de la película y su éxito no se mide solo por la historia narrativa que cuenta y por la eliminación de uno de los personas principales al principio del filme, sino también por cómo se cuenta. El famoso chico conoce a chica es el inicio muchas veces de una trama, pero el quid de la cuestión es cómo se cuenta ese chico conoce a chica; hay un millón de maneras de contarlo, pero solo una de hacerlo bien. Y eso es lo que hacía Alfred Hitchcock a la perfección: contarlo bien. 

Por eso, la famosa escena de la ducha significó decenas y decenas de tomas con las que el productor, como un orfebre, logró la quintaesencia de aquel himno. La inspiración es el hallazgo de la forma y la forma suele ser a veces un largo trabajo.

Hitchcock realizó 77 ángulos de cámara y la escena que en total dura apenas tres minutos, incluye 50 planos. O dicho de otro modo, de las tres semanas que filmó Janet Leigh, una entera fue dedicada a la escena de la ducha. Pero es cierto que la magia de aquella secuencia también le debe mucho a otro elemento clave: la música.

Shostakóvich, en escena

Hitchcock había pedido a Bernard Hermann una música de jazz para Psicosis. Sin embargo, más de medio siglo después, los amantes del cine siguen agradeciendo la desobediencia del compositor y también que se decidiese por el maestro ruso Dmitri Shostakóvich y su cuarteto para cuerdas número 8 para inspirarse en la músiva de la película. 

El genio de Hermann ya había firmado con Hitchcock otras joyas cinematográficas, como Vértigo, y posteriormente realizaría la música de filmes de la talla de Taxi Driver.

Otro de los elementos definitorios de la película es la casa, ya no solo como ingrediente terrorífico, que lo era, sino como análisis freudiano de los protagonistas. Así, según el filósofo esloveno Slavoj Zizek los tres pisos de la mansión serían los tres niveles del psiquismo según el neurólogo: el Yo, el Ello y el Superyó.

La madre de Norman está en la planta alta y sería el Superyó que es el que a la vez exige y castiga a Norman, que habitaría la planta baja (el Yo) y que sería una persona común.

Psicosis se convirtió con el tiempo en espectáculo, es decir, se transformó en masivo y teatral. Fue a partir de esta obra maestra cuando  el cine adopta la figura y el perfil del asesino como alguien alejado ya de los fenómenos paranormales y de los monstruos sobrenaturales. Antes los criminales eran zombis, bichos increíbles o Dráculas, pero ahora ya pueden ser personas normales, amables y apuestos.

A veces, son padres o madres de familia aparentemente ejemplares. Dexter, Hannibal Lecter o Paul Spector no hubiesen sido posibles sin Norman Bates.

Pero Hitchcock fue más allá y transformó el horror del crimen familiar en un juego de inquietudes, excéntrico, sensual, inteligente y hasta divertido.