Andrés: "Me gustaría dar charlas de motivación"

P.C.P.
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Andrés habla con guasa sobre su día a día en el hospital de Toledo y cómo las enfermeras se acercan «a golosear» a su rincón de confinamiento

Andrés: "Me gustaría dar charlas de motivación"

Cuando la conexión comienza, a Andrés le están pidiendo permiso para peinarle. «Si te diviertes», apunta para arrancar las primeras risas -después serán carcajadas- a sus padres, al vecino Manolo y a la periodista. «No me han dejado dormir lo suficiente», apunta. Eso y la comida le privan. No solo a él, porque asegura que las enfermeras también visitan su habitación «de vez en cuando para golosear» en el rincón que tiene lleno de cuches, chocolate, patatas... y que espera croquetas de la abuela. Desde el accidente hasta que le sentaron en la silla perdió más de 30 kilos, así que ahora no quiere «asustarse» con los que ha cogido.

Habla sentado, sin respirador y con el aparato para manejar la silla junto a la cabeza, aunque suele vacilar a las chicas diciendo que lo hace guiñando el ojo. Su día a día ahora que no hay gimnasio es trabajar la «movilización de brazos y piernas en la cama, estirar, estar sentado y los ejercicios de respiración». Utiliza Alexa para el móvil, del gusto de los celadores porque les pone AC/DC y a los Rolling «y se echan sus bailecitos», desvela.

El 21º cumpleaños de Andrés fue uno de los más multitudinarios que se recuerdan en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. 62 vecinos de Castrillo del Val acudieron en un autobús y varios coches para felicitarle. «Un buen susto cuando les vi», reconoce. Pocos días después les confinaron a todos. «Creo que lo llevo mejor que la mitad de los españoles porque ya he estado tanto tiempo encerrado que 40 días más me dan igual», apunta.

«Es un chico fuerte, muy valiente», explica Victoria sentada junto a Roberto,Manolo y César en la mesa de la planta baja de la casa de Castrillo, patas arriba por una adaptación que comenzaron ante la posibilidad de que el joven dejase el hospital en abril y que la COVID-19 ha paralizado. «Así nos hemos quedado, sin obras y sin Andrés», puntualiza. Como su progresión ha seguido estas semanas de aislamiento,  continuará allí indefinidamente.

«Se nota que no hay visitas porque se ha consumido todos los gigas en videollamadas», bromea Roberto, poco antes de contactar con él. Es un joven guasón, alegre, pero que «está pendiente y lleva el control de todo», asegura su madre. Es más, cuando pudo empezar a hablar solo preguntaba por sus amigos, porque pensaba que había sufrido un accidente cuando conducía y le preocupaba qué les había pasado. «Fueron ellos los que me dieron a Andrés. Yo estaba sin él», dice su madre eternamente agradecida a quienes fueron con él en la playa y le sacaron del mar.  En Toledo son los abuelos «los que se encargar de tenerle animado en el día a día, que se siente en la silla, haga ejercicios...».
«Todavía él no ha salido de Toledo y está pensando cómo puede ayudar a los demás. Se me cae la baba», explica Manuel Fernández, vecino y amigo de la familia e impulsor de Tapones para Andrés. «Me gustaría dar charlas de motivación para explicar lo que me pasó y cómo lo estoy superando», confirma el joven. También quiere crear una asociación para que el camino que ha emprendido le sirva después a otras personas que, como él ahora, necesitan ayuda, y ha lanzado una campaña de recogida de firmas en OsOigo.com. ‘Soy Andrés y soy pentapléjico, ¿por qué el Estado no subvenciona el material sanitario y las obras necesarias para adaptar nuestros hogares a nuestra calidad de vida?’.

 

«¿Me voy a enfadar con el mar? No tiene sentido»
«Ya que has estudiado los 9 meses, te voy a dar vacaciones. Pasa el verano tranquilo, relájate... ¡Qué mala idea! Por no haber trabajado, la pensión que le va a quedar es muy pequeña», se lamenta Victoria, que sin embargo reconoce que no tiene rabia dentro. «¿Estás enfadada?, me preguntan los psicólogos. ¿Con quién? ¿Me voy a enfadar con el mar? No tiene sentido», explica con una entereza que impresiona. En este momento, Manolo, el vecino pero sobre todo el amigo, no puede evitar intervenir. «Ya da igual, porque no cambia nada, pero hay que recalcar que no estaba haciendo el cabra, no se tiró de un acantilado, fue un accidente, una ola que le aplastó contra la arena», concluye. Un viaje de la vida.