Castrillo del Val enciende el horno solidario para Andrés

P.C.P.
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Manuel Fernández, vecino de la familia Pérez Maté, impulsa una recogida de tapones para sufragar la nueva vida del joven, al que una ola dejó pentapléjico

Roberto (izda.) y Victoria muestran el cartel de la campaña junto a su hijo César y a Manolo, el vecino que tuvo la idea. - Foto: Patricia González

Andrés no sabe qué será lo primero que haga cuando regrese a su casa pero sí tiene claro lo quiere nada más acabar el confinamiento. «Comerme una pizza». Y si Andrés quiere pizza, Castrillo del Val se apresura a encender el horno. Es así como funcionan en este pueblo; si un vecino precisa algo, se vuelcan en ayudarle. Si necesita compañía, fletan un autobús. Si requiere dinero, organizan una campaña de recogida de fondos.

No podrá ser aún, porque carece de fecha de alta en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, pero en el pueblo ya han puesto la máquina a funcionar para que cuando suceda, nada le falte. «La idea de los tapones ya estaba ahí. Es muy vieja», afirma Manuel Fernández para tratar de quitarse el mérito de una iniciativa que con apenas una semana de vida ha obtenido una respuesta que les ha desbordado. Vecino, y amigo, de Roberto Pérez y Victoria Maté, barruntaba desde hace meses una fórmula para poder ayudar a una familia cuya vida cambió radicalmente una tarde de playa.

Andrés se fue con unos amigos a Santander el 18 de julio de 2019 en su coche, que también le espera en Castrillo. Madrugaron y a las 9 de la mañana ya estaban allí, con el resto de la cuadrilla. «El día iba bien, relata su madre, hasta que a las 5 de la tarde me llamó un amigo diciéndome que Andrés había aparecido flotando en el agua y que le estaba reanimando un socorrista» en la playa de Mataleñas. Victoria volvía en aquel momento de Salamanca, donde trabajaba entonces, por lo que fue el padre del joven quien salió rumbo al hospital de Valdecilla. El primer parte, ya casi de noche, fue demoledor. «Tenía roto el cuello, no había recuperado la conciencia, había estado 10 minutos en parada cardiorrespiratoria y las cosas pintaban muy mal», recuerdan nítidamente.

Por la mañana dejó a César, que ahora tiene 14 años, «al cuidado del pueblo» y fue al encuentro de ellos. Andrés pasó 20 días en coma «y cuando despertó, tenía tantas ganas de hablar, que le tuvieron que hacer una traqueotomía» para que pudiera tratar de expresarse. «Los médicos no se lo podía creer», apostilla su madre, que recuerda como «muy divertido intentar leerle los labios» los primeros días y todas las veces que la llamaba «idiota» por no entenderle.

Estuvo en Valdecilla hasta que el 28 de agosto fue trasladado a Toledo, donde permanece. Su familia ha alquilado una casa y son los abuelos de Andrés, José Luis y Vitori, quienes viven allí a diario mientras que el resto de la familia se desplaza en cuanto puede. Eso antes del confinamiento. Ahora está encerrado en su habitación y sin recibir a nadie ni poder siquiera al gimnasio desde mediados de marzo.

«Hemos tenido mucha suerte en nuestros trabajos, lo han entendido muy bien y nos sentimos muy arropados, tanto laboralmente como aquí, en Castrillo», explican Roberto y Victoria, junto a Manolo, que acaba de entregarles unos carteles para impulsar la campaña de recogida de tapones. «Básicamente, la gente nos mantiene en pie».

A Andrés le va a quedar una pensión no contributiva «que no va a llegar a 400 euros», porque aún estaba estudiando, y los gastos que se vienen encima son enormes. Aunque también la solidaridad. «La cama y la grúa nos la ha donado una mujer, que solo sé que se llama Lourdes», apunta.

La primera gran respuesta a la campaña la han obtenido en Castrillo del Val, empezando por el alcalde. «Cualquier cosa que quieras hacer en este pueblo no tienes más que levantar un dedo y surge. Es una pequeña piña, todo el mundo se preocupa», apunta Manolo, que es amigo de las tres generaciones de la familia de Andrés.«Es una maravilla», presume orgulloso.
Aunque han comenzado en la época del confinamiento, recalcan que lo importante es que la gente guarde los tapones en casa y ya habrá tiempo de depositarlos en los puntos de recogida, una lista que no para de aumentar y que se puede consultar en Facebook y en la web que han creado.

Necesitan mucha ayuda (633 92 66 27). Por ejemplo, una empresa que les facilite cajas en las que guardar la mercancía. Una agencia de transportes o mensajería, «porque no sabemos cómo traer los tapones que nos están ofreciendo desde Córdoba, Sevilla, Barcelona, Valencia, Castellón, León... Desde el rincón más lejano de España», detalla Victoria. Un asesor que les explique cómo gestionar las donaciones y crear una asociación. «Pero no les podemos pagar», apuntan.

«Abres una ventana y es un abismo», se lamenta Victoria, que considera que su situación «es complicada, más por el tema económico que por el emocional. Porque para esto siempre hay alguien que te apoya», asegura. «Está respondiendo no solo el ciudadanos, sino también las empresas. Ilusa de mí, pensé que iba a ser solo Burgos y está respondiendo España entera», dice agradecida.