Un material que está en todas las salsas

ALMUDENA SANZ
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Los 20 talleres que participan en la 41 Feria de Cerámica Alfabur demuestran la versatilidad del barro con accesorios, vajilla o decoración

Dos artesanas de Portugal y 18 de seis comunidades autónomas distintas de España muestran su oferta. - Foto: Patricia

Unos pendientes con el dibujo de una bicicleta para las amantes de las dos ruedas; una pulsera discreta para la sobrina tímida y un collar de cuentas con varias vueltas para la presumida; un salero para los sosos y un azucarero para los amargados; un broche de colores brillantes para la boda del nieto y una jofaina para el abuelo; un plato para servir huevos rellenos y un jarro para bajar a la bodega; un cuadro para colgar en el salón de la nueva casa sin necesidad de grandes hechuras; un gallo portugués para lamentar las vacaciones pasadas y un vaso para empezar a compartir el cepillo de dientes... Los 20 talleres procedentes de Portugal y de seis comunidades autónomas distintas de España que participan en la 41 Feria de Cerámica Alfabur (Artesanos Burgaleses del Barro) despliegan una amplia oferta de productos nacidos del barro. 

Diversidad de utilidades y de técnicas de trabajo. Desde las más tradicionales a las más innovadoras. Hay donde elegir en estos puestos que permanecerán en el paseo del Espolón hasta el 2 de agosto, de 11 a 15 y de 17 a 22 horas. 

Pese a esta versatilidad, los artesanos se unen para entonar un grito de lamento por un oficio en peligro de extinción. No se trata solo de un problema de la alfarería en Burgos, que este año no tiene representación en el encuentro, como recalcó el presidente de Alfabur, Eugenio Ortiz, en su presentación. Esa amenaza es general. 

Suscriben sus palabras, por ejemplo, Mercedes Vergara, con taller en Sotillo de la Adrada (Ávila), y Juan Carlos Martín, de Fresno de Cantespino (Segovia).

«Estamos salvando a las ballenas, pero cualquier día nos tienen que rescatar a nosotros. La cerámica tiene toda la pinta de extinguirse. Cada vez hay menos talleres», siente Vergara, que lleva casi 30 años en el oficio, y achaca esta situación a la falta de relevo generacional y a las crisis, «una detrás de otra nos tumban». En la misma línea se expresa Martín, que amplía a toda la artesanía ese pie al borde del precipicio. «Cada vez es más difícil mantener los talleres, a los jóvenes no les interesa, no hay escuelas...», enumera sabedor de que él salva los muebles por ser proveedor de platos de alfarería tradicional de muchos asadores segovianos. Tampoco es de quedarse anclado y, durante la pandemia, empezó a desarrollar otro trabajo más contemporáneo. 

Por muy negras que se pongan las nubes, ambos, que hacía unos cinco o seis años que no pasaban por la feria burgalesa, ponen buena cara al mal tiempo. «Expectativas, las justas, pero sí vengo con alegría y buen humor», resume Vergara junto a su bisutería en porcelana y plata y vajilla en gres.