«Los peregrinos flipan con la ducha de hidromasaje»

I.P.
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AL PIE DEL CAMINO (XIII) | Hace año y medio que Jorge Bonilla explota el albergue turístico 'La Fábrica', de Tardajos, un remanso de paz que este año está alejado de sus mejores cifras de ocupación

Bonilla posa en la recepción del albergue y hotel que gestiona desde marzo de 2019 en Tardajos. - Foto: Jesús J. Matí­as

La Fábrica fue una antigua harinera, pero desde hace 6 años es un remando de paz en medio del Camino de Santiago, aunque algo desviado de la ruta natural de Tardajos. La Fábrica tiene categoría de albergue turístico, de dos estrellas, y cuenta con 34 plazas. Aunque su precio es de 13 euros para los peregrinos -con su acreditación pertinente-, no es una instalación donde acudan peregrinos low cost ni jóvenes mochileros. Solo con entrar a las instalaciones, a la terraza exterior, a su bar interior, al comedor y a las habitaciones, uno se da cuenta que más que estar en un albergue de peregrinos al uso, está en un hotel rural con encanto. Su decoración está cuidada al detalle y prima las muebles con inspiración asiática ya que su propietaria Cristina tenía, antes de rehabilitar el inmueble como albergue, una empresa de mueble orientales. La Fábrica tiene carácter.

Desde hace algo más de un año, al frente de su gestión está Jorge Bonilla Andrés, cogiendo el relevo a la propia Cristina que, por problemas de espalda tuvo que dejar de llevarlo. Jorge no oculta que se han desinflado sus ilusiones, la situación sanitaria por la pandemia ha echado al traste las ideas que tenía para dar algunos cambios al albergue. Los huéspedes, tanto peregrinos como turistas han reducido su presencia considerablemente. «En los últimos 90 días, he tenido un 54% menos de ocupación y para los próximos 90 tengo un 47% menos, y desde que Alemania dijo que tendrán que hacer cuarentena los regresen al país, todas las reservas alemanas se han cancelado; antes ya habían cancelado ingleses y americanos», añade. 

Es lo que toca en estos momentos, reconoce, pero es duro cuando, como es su caso, se ha abandonado el país donde residía y ha cogido un negocio con el que pensaba vivir, y prosperar con la familia, su mujer y tres hijos, y vivir la experiencia siempre enriquecedora del Camino. 

En los últimos 11 años, Jorge ha vivido en Nicaragua, donde ejerció su profesión de diseñador gráfico y tuvo restaurante y hotel. La crisis política y disturbios de 2018 acabaron con su negocio y decidió regresar a Burgos. Antes había vivido en Alemania, por lo que domina el inglés, alemán y algo de francés. En inglés se despedía el martes de una pareja que se hospedó en sus coquetas instalaciones; pero este año no son los extranjeros los que llaman a la puerta de La Fábrica, sino los nacionales, mayoritariamente. Son los meses de abril, mayo junio y septiembre los que llegan más peregrinos españoles, mientras que en julio y agosto los que más paran en el albergue son gente de paso desde Centroeuropa a Marruecos y Portugal, pero este año con el confinamiento no ha habido ‘Operación Estrecho’, con lo que el bajón es muy evidente, y también de los que hace la ruta Galicia-Cataluña. 

Jorge define los peregrinos que pasan por La Fábrica con una palabra: jubilados, es decir, gente que busca comodidad, que hace pocos kilómetros, como los que hay desde Burgos, u otros que pasan de entrar en la capital y llegan directamente desde Atapuerca. «La gente más joven, con menos poder adquisitivo va más adelante o al gratuito; nosotros a diferencia de otros albergues, lo máximo son 4 por habitación, ponemos sábanas, toallas, baño privado con hidromasaje -»que a los peregrinos que llegan dolidos les hace mucho bien»-, el champú, gel... es diferente a otros. Con muy buenas críticas en booking y google business, eso tampoco le da de comer, por lo que pese a todas las ilusiones, Jorge está preocupado, «en los tres meses he tenido 20.000 euros menos de ingresos que el año pasado», y en septiembre, recuerda, toca negociar el alquiler. El  Camino de Santiago es vida, pero este año se le ha cortado la respiración. ?