Eterno tatatachán

ALMUDENA SANZ
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Miguel Sevilla, Rubén Zamora e Iván Ojeda huyen de lamentos en el balance del año del coronavirus y llaman la atención sobre la necesidad de reinventarse, el auge de las redes sociales o el mayor tiempo para aprender. ¿Y 2021? Aún es una ilusión

Rubén Zamora, Iván Ojeda y Miguel Sevilla. - Foto: Alberto Rodrigo

Miguel Sevilla, Rubén Zamora e Iván Ojeda, que celebraron este domingo a su patrón, San Juan Bosco, huyen de lamentos en el balance del año del coronavirus y llaman la atención sobre la necesidad de reinventarse, el auge de las redes sociales o el mayor tiempo para aprender. ¿Y 2021? Aún es una ilusión.

Rubén Zamora: «Después de esta crisis, la gente tendrá ganas de desenfreno y pasarlo bien, como en los locos años 20» 

Prefiere pensar en el ansia por vivir que siguió a la Primera Guerra Mundial -«después de esta crisis, la gente tendrá ganas de desenfreno y pasárselo bien, como en los locos años 20»- que en los aciagos momentos que está provocando el virus. Solo una sombra se cierne sobre Rubén Zamora, El Gran Truquini, cuando piensa en qué deparará este 2021. Ni el balance de 2020 le quita la ilusión. Ni chas necesita hacer para que el optimismo aparezca a su lado. «No nos queda otra». Deja los lamentos en la chistera, aunque reconoce que no ha sido fácil, en general. «Con todo esto que nos ha pasado en la vida, la magia pasa a un segundo plano, lo importante es la salud», aclara y reconoce que, personalmente, al no vivir profesionalmente de ella, la queja no ha lugar. 

Su resumen del impacto de la pandemia en esta disciplina es que ha obligado a los magos a reinventarse. Y han aprobado con nota. 

Las redes sociales se han convertido en las mejores aliadas. Para mantener el contacto con otros colegas, sobre todo los miembros del Círculo Ilusionista Burgalés, que no se han vuelto a reunir presencialmente desde marzo y que echa mucho de menos; para animar a familiares y amigos en los momentos más duros con vídeos que divertían a los demás y a él le mantenían activo; e incluso para actuaciones, en el caso de otros, porque a él... «A mí no me interesa, lo bonito de la magia es el contacto físico». 

Durante el confinamiento, lo más cerca que estuvo de ese público, familia aparte, fue el mini espectáculo que orquestó de ventana a ventana en el cumpleaños de una niña vecina del edificio de enfrente. Pero, ojo, levanta la mano. «En 2020 he hecho bastantes actuaciones, hasta marzo tuvimos algunas y cuando en verano se relajó la situación, también. No me quejo. No puedo hacerlo porque me pongo en la piel de los profesionales y para ellos sí es realmente difícil, pero en mi caso es menos grave», destaca convencido de que llegarán tiempos mejores y dejarán a un lado las mascarillas, la distancia de seguridad, el gel y el despiste generalizado (artistas, espectadores, programadores...) que provoca el bicho campando por ahí. 

Con esas gafas optimistas, llama la atención sobre la oportunidad de disponer de tiempo. «Cuando tienes más actuaciones te centras en tu día a día, en lo que vas a hacer mañana, y para ser creativo muchas veces tienes que aislarte de todo y no pensar lo que el público espera de ti, sino en lo que a ti te gusta. Le das a la cabeza y sale una locura; unas buenas, otras malas...». 

Y tampoco cree que este paréntesis en la actividad sea un freno para la magia en la ciudad. Defiende que hay jóvenes interesados. «El futuro está asegurado en Burgos. Este año ha habido parón, pero no importa. Yo estuve hasta los 20 años sin conocer a otro mago; si a ti te gusta algo, lo haces por tu cuenta, lo buscas... ¡Fíjate antes, que no había internet!», se explaya y confía en que con tiempo, poco o mucho, todo estará otra vez en marcha. ¿Cosa de magia?

Iván Ojeda: «La programación de magos burgaleses crea afición entre los niños y cantera»

Con el mismo tiento con el que intenta mantener el agua en los cuencos para la foto se mueve Iván Ojeda por estos turbulentos tiempos de pandemia. Con cuidado, pero con paso firme y, como sus dos compañeros, ondeando el optimismo por bandera. El parón en las actuaciones le ha permitido foguearse en el mundo virtual, en el que se creía poco habilidoso, descubriendo con sorpresa su enorme potencial, y profundizar en otras técnicas y números de cara a un nuevo espectáculo. ¡Más difícil todavía! 

«Me he metido mucho con el malabarismo de contacto, que parece magia, pero es un arte circense, y también con el flair o coctelería acrobática, en la que empecé en Ibiza, donde estuve viviendo hasta febrero del año pasado», señala sin dejar de reconocer que cuando en marzo el virus empezó a hacer de las suyas aún confiaba en que todo se restableciera en verano, la época, junto a Navidad, de más trabajo. 

Pasó un mes, pasó otro, y un tercero, y no había freno. Aunque en junio vio un rayo de luz y alguna actuación hizo, fueron muchas las llamadas que recibió para cancelar. Se aplazaron los ‘sí, quiero’ y con ellos la magia. También la escénica. 

Aunque a los 18 lo intentó, Iván Ojeda no se dedica a este mundo de forma profesional. Pronto vio la inestabilidad que conllevaba y con el tiempo que le dejaban los ensayos se preparó unas oposiciones. Por eso, confiesa que su actitud frente a la incertidumbre que propicia la covid es de calma. No quita para que le preocupe el futuro de esta disciplina en la ciudad. A diferencia del presidente del Círculo Ilusionista Burgalés, Rubén Zamora, ve un estancamiento en el relevo generacional. Y sostiene que para revertirlo es importante contar en las programaciones con magos burgaleses. «Si solo traemos a gente de fuera, un niño a quien le interese y quiera practicarla no va a tener nadie a quién dirigirse y preguntar dónde y cómo hacer magia para así crear cantera local. Da la sensación de que se ha cortado, que ha habido un parón», lamenta y afirma hablar por experiencia propia. Él supo por dónde debía dirigir sus pasos gracias a Arkadio, a quien su padre, camarero, se acercó tras una función. 

El mago, que saltó a la pequeña pantalla tras pasar por las ediciones española y rumana de Got Talent y ahora se recupera de una rotura de escafoides, vive con expectación qué ocurrirá mañana. Mucho se teme que no hay truco que valga. 

Miguel Sevilla: «La magia en España va como un tiro; se puede decir que es la número 1 del mundo» 

Miguel Sevilla lo mismo sorprende con la baraja de cartas sobre el tapete en un bar, a la vuelta de una esquina o al otro lado de la pantalla. No hay obstáculos para la ilusión. Ni una pandemia. Menos en España, donde la magia va viento en popa. Y no es ningún truco. «Aquí están los mejores del mundo, aunque la gente lo desconoce. Somos los que más premios tenemos en los congresos internacionales. La magia va como un tiro en España y se puede decir que es la número uno del mundo», concluye el ilusionista burgalés. Otra cosa es la visibilidad y el reconocimiento. Ahí queda trabajo por hacer. Una buena manera de empezar es participar en el Congreso Mundial San Juan Bosco en www.congresolasei.es, dirigido a magos y a público en general. 

Esa cita, habitualmente presencial, se ha tenido que reinventar. ¿Y qué no? «La magia ha vivido una transformación al medio digital. El 70% de las actuaciones han pasado de lo presencial a lo online. Hemos tenido que montar un estudio en casa, al principio improvisado, y luego lo hemos equipado con luces y sonido para transmitir en buenas condiciones y transformar los espectáculos para, pese a ser por ordenador, conseguir la interacción del directo», resume y calcula que en 2020 de forma física han salido cinco eventos de 200 intentos, «con mucho esfuerzo, innecesario otros años». 

Si la pandemia ha obligado a dar una vuelta a todos los magos, más a los profesionales, caso de Sevilla. No ha perdido el tiempo. Lo ha dedicado a abrir nuevas vías de negocio. Ha inventado y desarrollado sus propios juegos de magia, que vende a otros colegas, aunque la crisis ha cancelado ferias en las que los iba a presentar, y cursos de formación en distintas técnicas. Una docencia en la que ya tiene tablas. Da clases en la Sociedad Española de Ilusionismo (SEI) de Barcelona, junto con Madrid uno de los dos centros mágicos en España, donde se trasladó hace dos años para ampliar conocimientos, mundo y maestros. Tras este año, volverá a casa.

Todos estas nuevas vías y descubrimientos hacen que su balance sea positivo. «No ha sido un año perdido, sino todo lo contrario». Por esos hallazgos y porque en las funciones presenciales ha sentido que el público los necesita. «A pesar de la distancia, la calidez y la cercanía se siente más que nunca. Hay mucho agradecimiento. Se nota que hace más falta que otros años y, aunque hayan sido pocas veces, ha sido un gustazo».