Un 'arca de Noé' en el seminario

ALMUDENA SANZ
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La amplitud de espacios y las habitaciones individuales de la casa eclesiástica facilitan la convivencia de los 43 usuarios, seis en cuarentena preventiva, del 'trasladado' albergue de transeúntes

Las amplias zonas comunes dan vida a los nuevos residentes. - Foto: Valdivielso

Las grandes puertas carreteras del seminario de San José de la calle Conde Guadalhorce se abren y la inmensidad del patio vacío engulle al visitante. Una pequeña puerta y una larga escalera guían hasta las dependencias que se han convertido en tabla de salvación para los usuarios del albergue de transeúntes, que había lanzado un SOS porque se estaba quedando sin espacio.

Una semana después de ese traslado, sus 43 residentes, seis recién llegados y aislados en cuarentena preventiva, se habían adaptado al nuevo contexto y viven en armonía. Las habitaciones individuales con baño y el mayor número de espacios comunes ayuda. 

Las cinco y media de la tarde, para unos es la hora del cigarrillo; para otros, el momento de arreglarse el pelo; alguno se decanta por abrir el periódico mientras suena el televisor de lejos; otros preparan las cartas y aguardan la llegada de los compañeros de partida; los hay que se sientan en la improvisada sala de cine acondicionada en una de las estancias; y algunas voces se escuchan detrás de los dormitorios. Si no fuera porque a todos la infancia les queda muy, pero que muy, atrás, parecería la hora de tiempo libre en unas colonias de verano. 

"Intentamos que estén en las habitaciones para que haya el menos contacto posible, pero también procuramos que estén activos. Hemos creado grupos de trabajo para que se sientan partícipes del funcionamiento y vamos a organizar actividades (videoconferencias, sesiones de cine, musicoterapia...) para que no estén ociosos", explica el educador social David Alonso, miembro del equipo de 18 trabajadores (a los habituales se han sumado los de otros servicios de Cáritas paralizados o a medio gas por el estado de alarma). Están las 24 horas de lunes a domingo en turnos de mañana, tarde y noche. 

Y, aunque desde sus casas, los voluntarios siguen echando una mano. Una llamada por aquí, otra por allá y una nevera en la puerta; y unos transistores para que las horas en las alcobas pasen más rápido; y unos teléfonos móviles (que no han llegado por el cierre de las tiendas) para mantener el contacto con la familia y amigos... "El aliento que recibimos de la gente nos anima mucho", sentencia Alonso sin obviar la dificultad de mantener bajo techo a alguien que suele tener como tal el cielo. 

"Las personas sin hogar están acostumbradas a la calle, con muchos hay que hacer esa pedagogía de hacerles ver que no pueden salir, que aquí tienen sus necesidades cubiertas y deben mantenerse aquí lo máximo posible, por su propia seguridad y la del resto de personas que están con ellos", observa y aplaude que, una vez metidos en esta dinámica, está habiendo una muy buena convivencia entre gente muy distinta, con procedencias y circunstancias vitales dispares. 

La mayoría son hombres. Mujeres, solo seis. Hasta el sábado pasado eran una más, la joven marroquí que se puso de parto y dio a luz a Sabrine. "Será una anécdota que tendremos siempre para contar, el primer nacimiento en el seminario -observa divertido y prosigue serio-, y también es una nota de alegría y esperanza después de la tensión que supone esta situación para todos, más para las personas sin hogar que se ven vulnerables porque temen perder sus prestaciones sociales", se explaya y advierte el problema añadido de la ansiedad que puede provocar la abstinencia en usuarios con adicciones y que trabajan con apoyo médico. 

Los educadores se vuelcan con las personas aisladas, que ocupan la primera planta, que acaban de llegar. Unas son habituales de la calle que no van al albergue porque no acatan sus condiciones, pero en esta situación no las ha quedado otra, y otras han llegado tras deambular entre ciudades en busca de un lugar con plazas libres (en localidades de alrededor el aforo está lleno). 

Avanza la tarde y la sensación de campamento de verano se intensifica. Unos ya han empezado la partida; otros se han acabado el pitillo y pasean por el patio, sin juntarse, manteniendo la distancia; algunos hablan en su lengua original...