"Dejé la movida madrileña por el pueblo y no me arrepiento"

H. JIMÉNEZ
-

No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Félix Arribas es uno de esos hombres y esta es (parte) de su historia

Arribas posa en su casa de Pinilla Trasmonte, donde pasa el confinamiento en solitario. - Foto: Patricia

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el 4 de mayo de 2020

Es un hombre de verbo calmado, reflexivo, amante del campo y fue en su día innovador apostando por cultivos en los que pocos creían en su momento y que acabaron demostrándose como rentables. Pero Félix Arribas, además de agricultor vocacional, exalcalde y expresidente durante muchos años de la Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL), vivió una época apasionante de su vida en mitad de la movida madrileña, a caballo entre los años 70 y 80.

Antes de ser joven fue niño. Nacido el 26 de marzo de 1956, vino al mundo en Pinilla Trasmonte, al sur de la provincia de Burgos, "cuando todavía nacíamos en casa y en aquellos tiempos este era un pueblo que tenía de todo". Había escuela y había médico, y eso bastaba para tener la salud correctamente atendida y para pasar una infancia estudiando a dos pasos de su casa. Su familia era de agricultores, "una tradición de toda la vida", y desde pequeño su idea siempre fue dedicarse al campo, lo tenía muy claro.

La muerte de su padre, sin embargo, truncó temporalmente sus planes. Con 15 años se fue a trabajar de camarero a Aranda de Duero y tuvo que empezar a buscarse la vida por su cuenta. Así llegó a Madrid, para estudiar en el Instituto de Estudios Electrónicos. Y se pasó nueve años en la capital.

También allí se dedicó a la hostelería, en la desaparecida cafetería Leda del barrio de Salamanca. "Estaba entre las calles Alcalá y Goya", una zona ‘bien’ por la que pasaba gente elegante, pero no duró mucho tiempo porque enseguida comenzó a trabajar en un taller de reparación de televisiones.

"Aquella fue una etapa muy buena, ganaba dinero y fueron unos años llenos de experiencias, en plena juventud". Imagínense. "Era la época de Tierno Galván, estaba en marcha una revolución y una lucha por las libertades, la reivindicación obrera, aprendía un oficio, tenía trabajo…". Confiesa que junto a su socio en el taller logró unos ingresos notables y que estaba feliz, pero de nuevo otro revés de la vida le cambió el rumbo.

"Tuve un percance con una operación de rodilla y quedó mal. Me llegaron a decir que nunca más caminaría sin muletas pero yo le decía al médico que era muy joven, que no me podía quedar así y que tenía que curarme", relata recordando la preocupación que le invadió en aquellos días.

Desesperado, un amigo le recomendó la medicina natural y acudió a un naturista, inició una época vegetariana, leyó mucho sobre yoga "y eso me ayudó a evolucionar mentalmente". Su nuevo médico no le prometió una cura, "pero sí una mejoría". Cambió su régimen de comidas y sus hábitos de vida. "Yo era feliz también sin beber alcohol y sin comer chuletones, llegas a tener un control del cuerpo y claro que también puedes decir tonterías y reírte con los amigos, pero sin necesidad de copas ni de canutos", sentencia.

Optó claramente por la vida sana. Aprovechando que vivía junto a la Ópera, iba a correr a la Casa de Campo, hacía circuitos y logró darle la vuelta a su situación. "La cabeza hizo mucho y acabé tirando las muletas. Ahora ni estoy en silla ni necesito esas muletas", subraya satisfecho. Gracias a esa sorprendente recuperación ha sido deportista. Tuvo su etapa de judoca y también jugó al fútbol con el equipo del pueblo en el trofeo de la Diputación.

Pero sobre todo, lo más importante es que ha podido ejercer su actividad agrícola durante muchos años y aunque le quedan achaques en los huesos y en la espalda no ha visto sus capacidades limitadas como le llegaron a predecir.

¿Por qué y cuándo cambió la ciudad por el campo? Por pura vocación y también por un ansia de libertad. "En Madrid estaba muy bien pero era esclavo del trabajo y también en cierta medida un esclavo social, de los clientes. Después, como decimos en broma, he sido esclavo de la caja y de los préstamos pero ser agricultor era lo que siempre había querido y soy un convencido de que la gente tiene que hacer en su vida lo que quiera".

regreso con 25 años. Así que a los 25 años cogió el camino de vuelta a Pinilla Trasmonte. Tres de sus hermanos se quedaron en Madrid, otro se fue a Barcelona y una hermana vive entre Araúzo de Miel y Aranda, así que fue el único que se embarcó en trabajar las tierras de la familia.

"Empecé con treinta y tantas o cuarenta hectáreas, en esos tiempos se podía sobrevivir así aunque ahora es inimaginable, y arranqué con trigo y cebada como todo el mundo". Pero tampoco se conformó con el clásico cereal y llevó a cabo una pequeña gran aventura. "Hice una perforación y me puse primero con la remolacha y luego con el girasol. Me costó las críticas de la gente, las previsiones de los agoreros que no creían que me fuera a ir bien con aquello. Era el rarito", explica ahora entre divertido y resignado.

"El que nunca ha hecho cosas diferentes se cree que no van a funcionar, pero por ejemplo hoy en día el girasol es un cultivo bastante implantado, muy interesante y ahora mismo en mi pueblo es el más rentable", advierte.

Pinilla se quedó justo en el límite cuando se formó la Denominación de Origen Ribera de Duero, así que la uva cayó en picado, la gente del pueblo acabó arrancando las viñas y por eso a Arribas nunca le dio por embarcarse en los viñedos. Ahora su municipio pertenece a la Denominación Arlanza, "pero eso ya me pilló mayor y con los huesos maltrechos, con determinada edad ya no quise complicaciones", comenta.

Su etapa de alcalde. Para jaleo, el de la política, y de eso también sabe por partida doble. Primero, porque fue alcalde de su municipio en la segunda legislatura democrática. Y después, por lo que le tocó lidiar con los mandatarios públicos durante su etapa como presidente de la UCCL o en la Cámara Agraria.

Félix Arribas salió elegido regidor en 1983. Ya había sido militante de la CNT en Madrid, tenía espíritu libertario y tras unas primarias abiertas en el pueblo salió elegido el número uno y prácticamente por presión popular encabezó una única candidatura independiente. "Funcionamos bastante bien e hicimos muchas cosas en el pueblo, pero solo estuve una legislatura porque siempre creí que era bueno que pasaran otros para que supieran lo que había", dice. "La política es agridulce y tengo buenos recuerdos de los compañeros pero contentar a todo el mundo es imposible".

Tras su experiencia municipal, tiempo después se metió en el mundo de las organizaciones agrarias. "Fue a raíz de empezar a sembrar remolacha, un cultivo rentable y organizado en torno a productores y compradores". De la Confederación Remolachera, y evitando cualquier imposición "porque yo venía del mundo anarquista", acabó en la Unión de Campesinos, antes COAG.

"En la UCCL cabían todas las ideologías y yo dejé la política al margen durante mi etapa. Nunca he creído en los políticos, los de izquierdas pensaban que yo era de derechas y al revés, así que eso es señal de que algo haría bien".

Tras una primera etapa entre 1998 y 2006, volvió a coger las riendas de la organización en 2011 hasta que lo dejó definitivamente en noviembre de 2018 tras, de nuevo, sensaciones contradictorias: "No puede haber ni partidos ni organizaciones agrarias inamovibles, los cargos están sometidos a muchas tentaciones y ahí uno tiene que estar para vencerlas. Siempre te están tentando, sugiriendo que te suavices si les pareces demasiado radical, viví épocas durante el cierre de las azucareras que es mejor no recordar y un empresario me llegó a decir en una reunión que era una pena que yo no tuviera precio. Menos mal que tengo testigos".

Aunque se llevó disgustos, de su experiencia como líder campesino también se llevó cosas buenas. "Si no espabilas te llevas tortas (él utiliza otra palabra) de todos los colores, pero también se aprende mucho". Le tocó, por ejemplo, ir a Bruselas a defender los cultivos españoles "y allí tienes que ir preparado, leyendo y aprendiendo mucho, con los ojos bien abiertos o te las clavan".

La agricultura nunca ha dejado de estar en crisis a lo largo de las últimas décadas, pero ahora afronta otra época difícil en medio del tsunami del coronavirus. "Mientras no se invente otra cosa todos tendremos que seguir comiendo. El campo siempre tiene altibajos, ha sido así y seguirá siéndolo".

A su juicio, "los políticos han utilizado la agricultura y la ganadería como monedas de cambio y somos las cenicientas de la economía nacional. Al cambio lo cambian por la industria en las negociaciones. Nunca la dejarán morir porque es necesaria, pero no son conscientes de que la agricultura es una parta muy importante de la economía y de que somos los verdaderos dinamizadores del medio ambiente. En España ningún partido nos toma en serio", lamenta.

Ahora, recordando despacio todas las vueltas que ha dado su vida, Félix tiene muy claras las cosas. "En lo económico no me compensó volver al pueblo, pero tenía que hacer lo que me gustaba. Me sentía más libre y yo tenía la agricultura metida en la cabeza desde pequeño. No me arrepiento para nada, pero también es cierto que si un día tuviera que dejar el pueblo sería para volverme a Madrid".

Acaba de cumplir 64 años en un confinamiento casi absoluto. Apenas sale más que para comprar, vive solo y tampoco tiene mascota a la que pasear, porque después de 16 años y medio a su lado hace poco que murió Flopy, su pastor alemán. Está a la espera de operarse de la rodilla y de la espalda, con la consiguiente incertidumbre que conllevan los plazos médicos, pero mientras tanto intenta aprovechar este parón para retomar una de sus aficiones de juventud.

Cuenta que "durante muchos años fue imposible" por el ritmo de vida que llevaba, pero ahora trata de volver "a esa etapa más espiritual o más mística de mi juventud y, si no es demasiado tarde, quiero volver a hacer yoga y meditación".

No tiene relevo familiar en su explotación agraria, así que ahora la llevará su socio, porque se lo ofreció a sus sobrinos y han preferido optar por otra vida. "Prefieren trabajar en la fábrica y tener los fines de semana libres. Ahora la gente joven quiere tener tiempo para ellos, ir al gimnasio, jugar a la pelota. Ellos han vivido con sus padres los sacrificios que conlleva el campo y no es cuestión de convencer a nadie".

"Yo nunca he aceptado que nadie me imponga nada así que no voy a hacerlo yo con los demás", remacha. Mantiene, desde su espíritu libertario, que la gente debe tener capacidad para elegir por sí misma su futuro.