Una treintena de cámpings acogen en la provincia de Burgos a los cada vez más amantes de disfrutar de sus vacaciones en plena naturaleza, lejos de la masificación de otros entornos y con la independencia que da disponer de instalaciones propias y de ocio al alcance de la mano. Tras un verano, el del pasado año, con un nivel de ocupación medio a consecuencia de la covid, los gestores de los cámpings burgaleses, tanto los privados como los de titularidad municipal pero con gestión privada, se preparan para recobrar la normalidad de antes de la pandemia, aunque a una semana del comienzo del verano, en el sector se reparte el optimismo y la incertidumbre a partes iguales.

En todo caso, las expectativas son buenas, con moderación, porque si bien la pandemia y el temor a los contagios parece que ha provocado que la gente cambie sus destinos vacaciones, con menos playa y más pueblo y turismo de naturaleza, lo cierto es que los dueños de las instalaciones de la provincia no ven aún demasiado entusiasmo, creen que hay miedo pese al avance de las vacunaciones y, sobre todo, pesa la ausencia de turismo internacional, británico, fundamentalmente.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)