El trampantojo de la hormiga y el gallo

P.C.P.
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Basi, abuela sin nietos, defiende el poder femenino basado en la educación y la maternidad, y la evolución natural de los derechos. Andrea, joven madura, aboga por «hablar y quejarse mucho»

Andrea Andrés (i.) y Basi Román. - Foto: Alberto Rodrigo

Una abuela que no lo es y una joven que ha madurado a golpes vitales.  Un trampantojo que como los de la alta cocina, engaña solo a la vista. Tras las posturas del gallo y la hormiguita, se puede escuchar que es más lo que las une que lo que las separa. En todos los sentidos.

Andrea Andrés (21 años), activista feminista y fotógrafa con Andrea Keynox como nombre artístico. ‘Quiero ser artista, no musa’. Basi Román (68). Casada, con dos hijos y sin nietos.Fundadora junto a su madre de las Abuelas de Gamonal. «¡Ella sí que era guerrera!». Se presentan y enseguida entran en harina. «No soy muy de feminismo», se arranca Basi. Lejos de torcer el morro ante lo que puede parecer un primer ataque, la joven escucha paciente la explicación. «Yo no entiendo la palabra feminismo. Entiendo la palabra mujer y la palabra hombre.Partiendo de esa base no podemos ser iguales nunca jamás». E interviene con tono didáctico para llegar al fondo de la cuestión.«Que todos tengamos los mismos derechos».Eso sí le gusta a Basi, pero su problema es con el vocablo. «No me suena bien». «Pero ¿por qué?» se extraña Andrea.

El rosa y el azul no tardan en salir a colación. La hija de Basi no quería vestidos de niña. ¿Qué hizo? «Comprarla pantalones», confiesa. «¡Muy bien!», exclama con espontaneidad la joven. «Ese es un pensamiento feminista, porque has dejado a tu hija vestirse como le gusta». Este, el de la vestimenta, es uno de los temas que Andrea aborda en las charlas casi diarias que mantiene con su abuela, quien le recrimina que no lleve faldas ni tacones. «Antes seguro que me hubieran mirado fatal por ir en zapatillas», elucubra. «Las mujeres nos hemos superado en ese aspecto. ¿Por qué ellos no se han superado y llevan faldas?», replica  Basi. «Pienso que porque se ve como algo femenino y a veces ofende que le digan a un hombre qué femenino eres o por qué lloras», razona Andrea.

¿Entienden las mayores a las jóvenes? «En muchas cosas sí. Mi abuela, sin saberlo, tiene muchos pensamientos que son feministas aunque cuando se lo digo me dice: ‘yo no soy eso’».Un tema candente intergeneracional es la sexualidad, obviamente, pero también el de los piropos.  «Se sentía muy orgullosa de cuando iba al parque y los militares le decían piropos», relata. «¡Es que eran muy brutos!», le interrumpe Basi. Ahora «hay hombres mayores que incluso con mi abuela delante se atreven a lanzarme piropos, que para mí no lo son. Yaya, eso a mí no me gusta.Me intimida», le explica. A Basi, por contra, le indigna ver a chicas gritar ¡tío bueno! «Si eso está mal en un hombre, imagina en una mujer».

«No exagero, no hay día que no salga de fiesta y me toquen el culo 4 o 5 veces... Y hasta que no digo que tengo novio no me dejan en paz. Eso es que le respetan a él, no a mí». A sus 21 años, ya ha vivido casos de sexismo en clase -«un profesor que nos ponía las notas según el escote»- y en las discotecas. «Si yo entro gratis, es que soy el objeto de consumo para los que pagan. No somos tratadas por igual.Es un poder falso», se queja.

A estas alturas, huelga decir quién se movilizará hoy. «No, no, no. El día de la mujer son los 365 días del año», apunta Basi, nada partidaria de paros ni protestas. «Las que educamos somos las mujeres. Si los hombres son así es por nosotras.Pero mordiendo no se gana nada.Hace más trabajo una hormiguita». Nada más opuesto a Andrea, que en esta fábula adopta el papel de gallo y utiliza las redes, su vestuario y su arte para la causa feminista. «Antes esto no resonaba nada y el año pasado casi lloro de la emoción de ver a tantas mujeres en la calle queriendo conseguir algo, luchar por derechos, por avanzar... Si yo me quedara callada, otras no se enterarían.Así que todo lo publico y hablo de ello a todo el mundo.Hablar y quejarse hace mucho, es necesario», insiste. No convence a Basi. «Lo veo más como evolución natural que forzada. Las mujeres tenemos mucho poder», apunta para afirmar su creencia de que «hay un alto porcentaje que no quieren igualdad y prefieren utilizar su físico».

La capacidad de Andrea para empatizar es enorme. Casi tan grande como su sororidad. «Yo ahora pienso en el resto de mujeres para todo», afirma ante la cara de extrañeza de su interlocutora. «¿Apoyarse entre mujeres? No, no. No hay peor enemiga que otra mujer.No es que se diga, es que es un hecho», concluye Basi.