La recreación era tan perfecta que solo con cerrar los ojos uno ya se imaginaba dentro, con la manta de piel sobre el suelo, la chimenea encendida, una botella de cava y la mejor de las compañía. ¿No es así como se representan todas las escenas de amor y lujo en la alta montaña? Fuera, un par de corzos harían guardia junto a la cueva de los Potros, donde arranca esa novela de aventuras nunca escrita sobre el cura Merino y su resistencia frente a los franceses.

De construir tan bucólico escenario se iba a encargar la Junta de Castilla y León, más concretamente la Consejería de Fomento y Medio Ambiente. En 2017 anunció una inversión de 3,8 millones a repartir en 8 actuaciones de los parques y espacios naturales de Burgos. Al de las lagunas glaciares de Neila le tocaban tres de ellas, no menos de un millón salía de media. Tres años después, el gélido viento ha enfriado aquellos proyectos -en este caso nada tiene que ver la pandemia- y lo que iba a ser un refugio digno de acoger poco menos que la cumbre de Davos hoy no vale ni para chabola, pues tal y como se encuentra el tejado de pizarra es difícil que se pueda resistir allí un invierno a cubierto. Tampoco hay mirador en las lagunas -que ya tienen varios naturales- y el albergue lleva cerrado al menos 4 años.

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)