Normalidad al otro lado de la puerta

A.S.R
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Los mayores han encontrado un oasis en medio de estos tiempos extraños en las Aulas María Zambrano, que ha ajustado las actividades ofertadas y plazas a la pandemia y esquivado los contagios

Distancia de seguridad, puertas abiertas, mascarilla... El protocolo se cumple en la sala de Pintura. - Foto: Jesús J. Matías

El estanque con los patos, el frescor de los árboles y la frase de Aristóteles La esperanza es el sueño del hombre despierto escrita en letras gigantes en la medianera de la casa que acoge las Aulas María Zambrano reconforta a quien se acerca a este centro del programa municipal de Envejecimiento Activo. A esa sensación de tranquilidad se suma la de normalidad cuando uno cruza las puertas. La existencia de la pandemia es evidente en la presencia del gel hidroalcohólico, las líneas en el suelo marcando la separación o los carteles avisando del uso obligatorio de la mascarilla y del mantenimiento de las distancias. Pero estas medidas ya están más que asumidas por los alumnos en su día a día y haber podido asistir a las actividades este curso ha sido para los mayores un oasis en medio del desierto. 

«La gente viene aquí a partir de los 60 años, en esa edad está muy activa, también de los 70 a 80, y les ha cambiado mucho la vida, qué hace en casa, necesita relación con personas del exterior, muchos viven solos», anota la directora, Inma Ayesta, al tiempo que confirma que, evidentemente, ha habido miedo, quizás más por parte de las familias que por los propios usuarios, pero sí hay quienes han decidido quedarse en casa hasta que el virus sea historia, otros han mantenido el hilo a través de las nuevas tecnologías, para lo que las profesoras han hecho un esfuerzo todo el año, y también están los que se han ido animando al tiempo que avanzaba la vacunación. 

«En un principio se asoció la enfermedad como algo exclusivo de las personas mayores y la gente estaba atemorizada, pero, poco a poco, han ido volviendo. Para muchos era necesario recuperar sus rutinas», analiza Ayesta sin dejar de remarcar que junto a las María Zambrano hay otros espacios adscritos al programa Envejecimiento Activo del Ayuntamiento, del que ayer en rueda de prensa la concejala de Mayores, Lola Ovejero, realizó un buen balance de este curso, pese a la caída de participantes (se ha quedado en 688 frente a los 1.450 del anterior), inscripciones (859) y número de actividades (107), con algunas clásicas suprimidas por seguridad como Canto y otras que se han reinventado al ritmo de la crisis. He ahí el ciclo de charlas Quiérete, cuídate, que ha pasado a centrarse en la salud emocional para que los usuarios tengan herramientas para afrontar la realidad tras la crisis. 

Esa avidez por agarrarse a todo lo que acerque a esa normalidad se aprecia en una rápido recorrido por las instalaciones un día cualquiera. 

Asun Barrientos, del seminario Burgaleses desconocidos, ocupa la biblioteca y se afana por ultimar el recital que darán el 21 de junio. Al fondo del pasillo, también en la planta baja, Jesús y Lucio bailan con la gubia en el aula de Talla, por donde ese día se ha pasado Manolo, uno de los veteranos que este curso, muy a su pesar, no puede sumarse. 

La agitación continúa en el primer piso. Un alegre guirigay anima la clase de pirograbado, con Sonia Aguado, la maestra, a la cabeza. Sin desviar la mirada del tajo, comentan quiénes ya están vacunados, las ganas de empezar y seguir... 

Más en silencio trabajan en el taller de Barro, bajo la impartición de Isabel Díez. «Aquí te olvidas de todo, del virus y lo demás», suelta divertida Amelia. «Es una salida muy buena, aquí hablas con la gente, te relacionas... Es maravilloso, sobre todo para quienes vivimos solas», agrega antes de ponerse a calcular, con Teresa, otra compañera, cuántos años lleva cada una en las Aulas. Ajeno a todo, Carlos modela una esbelta figura femenina. 

Las musas habitan el lugar. Lo dicen los mismos asistentes y la última planta parece materializarlo con una imagen idílica. De arquitectura abuhardillada y salpicada de caballetes, con sus lienzos llenos de colores, anima ver a los alumnos de Pintura. Su profesora, Esperanza Simón, recalca la seguridad con la que trabajan, con ventanas y puertas abiertas. Vega, sin dejar la paleta y con un ojo en el cuadro, coincide con muchas de sus compañeras que viven solas en que venir cada día a las aulas les da la vida. 

Los trabajos de las actividades artísticas se exhibirán en la ya tradicional exposición en la sala del Teatro Principal. Se inaugura hoy y permanecerá hasta el 25 de junio. 

Aunque es una vieja cita, será especial por todo lo que arrastra este tiempo extraño. Un momento en el que, además, los mayores han acaparado las miradas. «Queremos que los actos de fin de curso, el día 18, estén dedicados a estos valientes. Aquí ha habido risas, aplausos... Hemos tenido el estado de ánimo por las nubes, siempre con mucho cuidado y respeto», concluye la directora, quien espera recuperar la normalidad a la vuelta del verano. Un inicio de curso que, como adelantó Ovejero ayer, celebrarán como nunca.