Documentan los desconocidos aljibes del Castillo

H.J.
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Un equipo de bomberos y guías turísticos descienden hasta los antiguos depósitos de agua de la fortaleza para tratar de entender un sistema que todavía esconde secretos

Para acceder hay que deslizarse verticalmente desde el patio de armas - Foto: Ester Fernández Amorín

Todo el mundo sabe que estaban ahí. A pocos metros bajo nuestros pies, en las entrañas de la vieja fortaleza de la ciudad. Basta con levantar una arqueta en el patio de armas y deslizarse verticalmente hacia las profundidades. Su existencia no era ningún misterio, pero sí lo es todavía su funcionamiento y organización, rodeada además de leyendas. Los subterráneos del Castillo de Burgos siguen dando trabajo a expertos y curiosos, como pasó a principios de este mes con el último trabajo de documentación sobre los aljibes medievales.

Los antiguos depósitos de agua que surtían a los edificios de la cima fueron objeto de una exploración realizada el día 3 de agosto en la que participaron dos guías turísticos, cuatro bomberos y la fotógrafa Ester Fernández, cuya cámara captó imágenes que hasta ahora no se habían analizado con profusión.

Juan Carlos Chicote, apasionado estudioso de este mundo subterráneo cuyos límites exactos todavía no se conocen y autor de un libro sobre ellos, explica que los dos aljibes visitados ya se conocían anteriormente pero no habían sido nunca fotografiados en detalle. "Ambos son depósitos de aguas y lo interesante es los tubos cerámicos que acometen hacia ellos, probablemente para conducir el agua de lluvia desde las cubiertas de los edificios, aunque su sistema de llenado no está claro".

Los aljibes están enlucidos con mortero y sus esquinas rematadas a conciencia, lo que da una idea de la importancia que los defensores de la ciudad otorgaban a su buen mantenimiento, fundamental en el caso de largos asedios o de episodios de sequía para no tener que depender del exterior.

Ya el general Leopoldo Centeno, a principios del siglo XX y cuando buscaba un tesoro que nunca apareció, realizó varias catas tratando de encontrar alguna galería cegada o estancias ocultas pero lo único que logró extraer fue un sable de la época napoleónica y los restos de dos soldados franceses que probablemente quedaron atrapados en el episodio de la voladura que hizo desaparecer la práctica totalidad de la fortaleza al final de la Guerra de la Independencia.

"De este sitio se sabe muy poquito porque apareció muy tardío", explica Chicote respecto al segundo de los aljibes, el de mayor tamaño, por el que pueden caminar varias personas erguidas. "Es bastante más grande que el otro aljibe y su contenido se utilizaba para todo menos para beber porque se corrompían rápido al ser aguas estancadas", añade.

Inscripciones y suelo. Durante su rápida incursión de la mañana del 3 de agosto, los exploradores por un día vieron inscripciones que constatan el paso anterior de gente por aquellas estancias y trataron de retirar el material suelto del suelo para tratar de localizar el fondo del aljibe.

El paso del tiempo ha provocado que por la misma boca de entrada hayan caído piedras, tierra e incluso se haya formado vegetación, así que si algún día se pretende hacer este entorno visitable tendría que ser objeto de una actuación de más calado junto con el pozo y sus galerías en las que también reside en buena medida el misterioso halo que envuelve a los subterráneos.

De momento eso no está en los planes del Ayuntamiento, la administración que gestiona la fortaleza, que bastante tiene con luchar por consolidarse como un atractivo turístico más pese a las dificultades de su conservación, mantenimiento y promoción.